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miércoles, 12 de septiembre de 2007

¿De qué estaban discutiendo entre ustedes? / Autor: Martín Valverde


(¡No contaban con mi astucia!)

Les pido de favor, que lean este pasaje con mucha calma, despacio y dejando al Espíritu Santo que nos explique y nos dé luz en lo que se nos puede llegar a pasar.

Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.» Marcos 9,30-37

Este siempre ha sido un pasaje que me ha llamado la atención por la simple razón de que me puedo ver, o reflejado en él, o en el peligro de ser cualquiera de los doce que se mete en un tema innecesario e irrelevante perdiendo de vista lo verdaderamente importante.

Jesús había, según el pasaje, hecho dos grandes esfuerzos para llegar a este momento y a este tema. Por un lado prepararse (¿¡quién sabe hacía cuanto tiempo!?), en su oración y en su corazón para poder abordar este tema con sus amigos más cercanos, sabiendo que esto los iba a meter en una crisis nerviosa y en una lluvia de pensamientos negativos. Y por otro lado el lograr estar a solas con ellos para que nadie los molestara y tocar el tema en privado; no era cosa fácil cuando a esta altura su popularidad lo hacía objetivo de fans, enfermos, enemigos, que no lo dejaban un solo rato a solas.

En medio de esto el Señor hace el esfuerzo, sabe que no va ser fácil, que el tema es difícil, que no lo van a entender.

Pero se topa con que no sólo no valió la pena todo su esfuerzo, sino que NO LO ATENDIERON. Estaban en otra conversación a baja voz entre ellos que no les permitió ni sentir, ni percibir, toda la importancia que esto tenía para Jesús (vamos poniendo nuestras barbas en remojo, ¿les parece?).

El maestro se da cuenta y se lanza con una pregunta capciosa para encerrarlos contra la esquina, pues Él sabía cual había sido la temática que los había llevado a desperdiciar esta oportunidad de intimidad y profundidad. Lo que leemos es: «¿De qué discutíais por el camino?» O bien, ¿qué era tan importante que no me pusieron atención?, ¿de qué estaban hablando que superara mi tema sobre pasión, muerte y resurrección?

No me puedo imaginar la cara de vergüenza de los discípulos al terminar la caminata junto al Señor. Él, hablándoles del trago amargo que todos iban a pasar por lo que sería su Pasión y su Muerte, textualmente les estaba diciendo que “¡lo iban a matar!”. Y si ya eso es duro de entender, pues humanamente va contra lo que sería “el crecimiento de la empresa”, (nadie que vea un movimiento crecer, se pone a hablar de una repentina persecución y muerte que puede pasar para llegar a algo mejor, va contra lo estipulado del buen espíritu empresarial). Y si lo de lo de ser entregado y condenado a muerte, les fue difícil de entender, con mucha más razón lo de la Resurrección, pues de eso no había parámetro alguno que seguir.
Jesús les estaba abriendo su corazón, su intimidad, para eso eran sus discípulos, para estar cerca de él, para prepararse para momentos como ese, en el que si Él estaba en peligro… ellos también; si Él necesitaba de amigos era para esos momentos y esos temas.

¿Quién de ustedes ha vivido la terrible experiencia de contar y compartir algo que es de total importancia para su corazón con alguien y que la persona receptora, la que debía oírnos, la que debía escucharte está en otra cosa, en otra frecuencia?.
Si algo me puede podrir el hígado son los teléfonos celulares, (ya me pasaba con los teléfonos convencionales imagínense con estos que están en todas partes) y es que no puedo aceptar que tengan mayor importancia de presencia que la mía al momento de hablar con alguien en persona.

Pero volviendo a los discípulos, y de paso a nosotros: Que ya no entiendan es una cosa, pero que no te atiendan es otra. Lo primero es capacidad cerebral, lo segundo majadería.

Y si el tema es pesado, peor aún, pues además de falta de educación pasa en automático a ser un insulto, un acto de ofensa directa.
Después de caminar con ellos, de lograr que no los acompañara nadie, (es difícil lograr la intimidad con la gente que quieres para hablar de cosas importantes), después de abrirles no sólo la información, sino el miedo, la tensión que esto causaba en su corazón, de decírselos con pinzas para que lo pudieran entender. Jesús se da cuenta no solo que no entendieron, sino que no atendieron y se los hace saber.
De ahí la pregunta, ¿De qué están hablando?, peor aún, ¿qué discutían en el camino, que terminó siendo más importante que yo y lo que les quería decir?.
¡¿En dónde te metes frente a semejante pregunta del maestro?!.
Si nos vamos a la verdad, la respuesta correcta era: “pues mira Jesús, mientras tú nos hablabas de cosas muy desanimantes como muerte, o tu pasión, y de eso ininteligible como la Resurrección. Nosotros estábamos enfrascados en un tema de mayor relevancia: estábamos haciendo nuestras encuestas internas para ver quien era el mayor entre nosotros. (Medíamos ratings, hacíamos pesquisas de opinión, recibíamos votos y cabildeábamos nuestras nominaciones).

El Señor hace su pregunta sabiendo que los va a dejar en vergüenza al hacerlo, pero era necesario, y de ahí toma a un niño y lo pone en medio de ellos para una vez más dejarles claro que el mayor es el que sirve a los demás, el mayor frente a Dios es el que se niega a buscar estos puestos y simplemente sirve con la alegría de un niño. El verdadero servicio no busca un premio, ni lo considera siquiera.

El mayor o el mejor, según sea la “calificación del premio”, es el que sirve, y el servicio no existe para ser premiado, ni reconocido, es un fruto de la labor del mismo Dios en nuestro corazón. La base del servicio es el amor en acción a una respuesta de nuestro corazón a Dios, ya en sí el servir es la recompensa, es la satisfacción.

Pero no nos hagamos, somos seres humanos, y al abaratar las cosas valiosas, las queremos medir solo para comparar. Y en el hecho perdemos, o lo que es peor nos podemos perder nosotros mismos.

Esta semana una vez más (julio 07) una entidad pequeña pero necia de nuestra farándula cristiana me vuelve a “nominar” para un premio en la música católica…”¡que bien joroban!”. Me niego a discutir de esto con ellos (ya envié una carta pidiendo me saquen de esa trifulca) y perder de vista lo que Dios quiere que yo escuche de él.
Lo remarcable de este pasaje, no es la discusión de los apóstoles, ni el tema, no es lo que hablaron lo que importa, sino LO NO QUE NO OYERON de Jesús, por estar hablando estupideces. El gran tema eterno que perdieron por hablar de cosas pasajeras.

Corremos ese peligro, abramos los ojos, y sea en la música o fuera de ella, por favor no caigamos en esta trampa tan bien camuflada, y que en mucho copia estándares de cosas no cristianas, más bien mundanas.

Les paso, para terminar, un extracto del maravilloso libro “Sin querer queriendo” de Roberto Gómez Bolaños:

Por lo hechos, estadísticas (que ni en México se imaginan) y las pruebas contundentes a través de toda América Latina, incluyendo Brasil, éste escritor y actor, es el más importante y famoso cómico en la historia del arte mexicano. Desde mi punto de vista, aún más que el mimo de América, Cantinflas, pues el mantener una presencia en la preferencia de varias generaciones en varios países, en el horario de mayor audiencia hasta hoy, es de por sí un hecho que reconoce una labor.
Éste maestro del humor, podría sentarse sobre sus laureles y colocar en su egoteca todos los primeros lugares que quisiera. Pero para mi sorpresa en su libro hay una parte que deja muy claro lo que se refiere al hecho de las premiaciones y su opinión sobre el acto de premiar.
Espero que viniendo de semejante personaje la sorpresa nos haga meditar sobre el don que Dios nos ha dado a cada uno.

Dice Chespirito:

Lo que sucede es que nunca me han interesado los trofeos cuando éstos se obtienen tras una competencia, aquellos en que se conforman ternas o un número mayor de competidores y que se otorgan después de que el animador dice "y el ganador es..." Aunque debo reconocer que he recibido algunos de ellos. Y los he agradecido, sí, pero sólo por la gentileza que han tenido quienes decidieron otorgármelos, mas no porque yo los haya apreciado como valiosos. También es preciso reconocer que hay una diferencia entre éstos y los muchos que no valen ni el pobre material con el que fueron fabricados; pero ni aún los famosísimos Oscares son un reflejo fiel de la calidad de quienes los obtienen. En todos (absolutamente todos) los trofeos que se otorgan mediante una competencia en teatro, cine y televisión, los intereses creados representan el mayor acopio de votos a favor (o a "desfavor"). Por si fuera poco, las injusticias que se cometen son grandes y cotidianas. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que un actor sea considerado el mejor del año, si sus innumerables colegas no tuvieron la oportunidad de interpretar el delicioso papel que a él le tocó en suerte? ¿O cómo es posible que un guionista haya sido ignorado porque su buen argumento fue dirigido por un patán o porque fue actuado por un galán que usurpa sin el menor recato el título de actor? Más aún: ni siquiera el aplauso debe ser considerado, como el trofeo sin mácula... porque depende de quién provenga y de qué circunstancias se derive. Como ejemplo de las injusticias cometidas al respecto baste con citar que Charles Chaplin jamás ganó un Oscar en Hollywood." “

¿Qué les parece?, no lo digo yo, lo dice Chespirito, y sólo queda decir que le pidamos al Espíritu Santo la Gracia de no caer en esta tentación de los premios o similares pues al venir de los hombres, en nuestro caso ya tienen mucho de nada, y poco de Dios. Corramos por la Corona que no se pudre ni se corrompe, nuestro premio es el mismo Jesús.

Que El Padre sea quien dé testimonio de nosotros, y que siguiendo el ejemplo de Jesús la Gloria de los hombres no nos haga caer en tentación.
Juan 5,41

Que Dios nos ayude, y nos diga al final…¡no contaban con mi astucia!.

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