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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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jueves, 6 de septiembre de 2007

Francisco y el leproso / Autor: J. Mª. Alimbau


Al final de una conferencia sobre el SIDA, el Dr. Kirschner ofreció una anécdota maravillosa sobre lo que hay que buscar en el Mesías. Le preguntaron:
-¿Donde buscaremos al Mesías? ¿Vendrá como los grandes mandatarios y señores del mundo, con gran pompa y boato exterior?
El doctor Kirschner citó el libro del Talmud babilónico (Sanhedrin 98a) que cuenta que un día, el rabino Joshua hizo esta pregunta, nada menos, que al profeta Elías en persona:
- ¿Dónde encontraré al Mesías? El profeta Elías respondió:
- En la puerta de la ciudad.
-Y ¿cómo lo reconoceré?- inquirió Joshua. Elías dijo:
- Se sienta entre los leprosos…Joshua, admirado, exclamó:
- Entre los leprosos? ¿Qué hace allí?- Elías, el profeta, contó:
-Les cura, les cambia las vendas uno a uno, les atiende, les consuela, les ayuda, está a su lado… es uno de ellos.
San Francisco de Asís iba montado en su caballo por la llanura que hay bajo la ciudad de Asís. Encontró a un leproso. Sintió gran repugnancia. Bajó del caballo. Sacó de la bolsa dinero y comida y se lo dio al leproso con una gran sonrisa. Más: lo abrazó, besó sus manos y el rostro… Francisco subió al caballo. Su corazón rebosaba contento. Volvió la cabeza para mirar al leproso… y el leproso no estaba, había desaparecido... Entonces, Francisco se dio cuenta que: el leproso… era el mismo Cristo.
-El evangelista San Mateo (25,40) nos dice: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos… a mí me lo hicisteis».

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