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martes, 23 de octubre de 2007

El don de discernimiento en los dirigentes / Autor: P. Rufus Pereira

Una vez me preguntó mi Obispo porqué un grupo de oración en particular en la diócesis atraía a tanta gente. Le contesté que porque tenía tanto un programa planeado y organizado para todo el año como un dirigente principal sobresaliente, apoyado por un equipo de dirección unido y dotado. Esto era una imitación de Jesús que dejó tras él como legado tanto un plan de acción efectivo como un equipo unido de los Doce encabezados por Pedro, para poder establecer su reino en la tierra con el poder del Espíritu Santo.

Necesidad del discernimiento

Al preguntarme además cuáles eran las cualidades o carismas de un dirigente principal que le hacían ser el factor singular más importante para un grupo de oración con éxito, afirmé que eran los de gobierno, trabajo en equipo y discernimiento. Un dirigente obviamente debería tener el poder de dirigir, de atraer a otros detrás de él tanto por lo que dice y hace como también por lo que es, como los fundadores de nuestras congregaciones religiosas. Pero eso en sí mismo no es suficiente, pues el poder puede corromper y un dirigente puede volverse como nuestros dictadores modernos y jefes de sectas, llevando a sus seguidores a la destrucción en masa e incluso a suicidios en masa.

Pero un dirigente también tiene que tener la humildad de un seguidor, ser lo bastante amable para unir a la gente con él haciéndoles sentir importantes, y motivándoles para trabajar juntos delegando en ellos, a diferencia de muchos grupos cristianos que siguen multiplicándose y creciendo rápidamente por una lucha interna por el poder y la falta de cohesión interna. Sobre todo un dirigente tiene que ser una persona de visión y discernimiento, que no sólo tiene sus "seguidores" detrás de él y con él, sino que también los conduce con confianza y alegría a lo que está por delante de él, el Reino de Dios y su Gloria, pues "cuando no hay visiones, el pueblo se relaja" (Pr 29 18).

Un dirigente cristiano entonces debe ser sobre todo un hombre o una mujer de visión, como toda congregación religiosa comenzó con una persona que tenía una visión de lo que Dios quería que él o ella hicieran, lo que a continuación atrajo a la gente a trabajar juntos para llevar a cabo esa misma visión, que entonces fue poco a poco realizada en y a través de una diversidad de obras e instituciones. Desgraciadamente a menudo ha sucedido que hoy sólo las obras e instituciones han quedado, mientras que el espíritu de comunidad se ha ido debilitando poco a poco y la visión original hace mucho que se convirtió en una reliquia del pasado.

Lo que por lo tanto autentifica la visión del dirigente para el funcionamiento de su grupo de oración o ministerio, para la dirección central y para él mismo en su posición de dirigente principal, es el carisma de discernimiento. Este es un don del Espíritu Santo por el que uno es capaz de discernir si los mensajes y visiones, las decisiones y actos que afectan al funcionamiento del grupo o ministerio y a las vidas personales de los miembros se rigen según la voluntad de Dios, por muy religiosos y santos que parezcan. ¿Están siendo verdaderamente inspirados por el Espíritu Santo mismo, o más bien son el resultado de prejuicios personales, gustos o aversiones, que emergen del mero espíritu humano, o incluso de los dictados maliciosos del espíritu maligno bajo el disfraz de ángel de luz? Pablo mismo no se sorprende de que el mismo Satanás se disfrace de ángel de luz (2Co 11 14).



Crecimiento en discernimiento

Para abrirse al carisma de discernimiento y para crecer en él, el dirigente por lo tanto debe ser un hombre o una mujer de la Palabra. Como su Maestro, la Palabra hecha carne, el dirigente debe, de alguna manera, encarnar la Palabra de Dios al hombre en sus enseñanzas y decisiones, pues quizá la única Biblia que muchos leerán o escucharán en la Biblia Abierta que ven en nosotros. Como dirigentes debemos comprometernos a leer la Biblia a diario y como María atesorarla, reflexionar sobre ella y dejar que dé frutos en nuestras vidas, haciéndonos la sal de la tierra y la luz en el pedestal. La profecías y los mensajes solos no pueden ser un sustituto para hacer de la Palabra de Dios nuestra casa (Jn 8 31). Uno no puede dar a otros lo que no tiene. Si el ciego conduce al ciego ambos caerán en la zanja. Que no tenga que decir también de mí el Maestro, "¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mc 8 33).

El dirigente que discierne también tiene que ser un hombre de oración o un hombre del Espíritu. No sólo debe escapar del engaño del demonio que le ha cautivado para hacer su voluntad, sino que Jesús ahora debe cautivar su corazón y hacer allí su trono (2Tm 2 26). Fue mientras Jesús oraba que recibió el Espíritu Santo para su misión (Lc 3 21). Fue después de que los 120 estuvieran nueve días de espera en oración constante que fueron todos llenos de Espíritu Santo capacitándoles ahora a incluso orar en el Espíritu. Cuanto más tiempo pase el dirigente en oración, más latirá su corazón al unísono y al ritmo del Sagrado Corazón de Jesús y conseguirá sus deseos y sentimientos (Mt 11 29).

El dirigente que discierne también debe pensar y sentir con la Iglesia, que es la familia de Dios, el Cuerpo de Cristo y el Templo del Espíritu Santo. Yo soy muy ecuménico de mente (escribí una disertación sobre el ecumenismo para B. Th. en Roma), de corazón ( el Rev. David du Plessis fue y el Rev. Vinson Synan es un gran amigo mío) y de ministerio (cuantas veces he compartido el mismo escenario en Asambleas carismáticas con mis hermanos dirigentes protestantes y pentecostales), pero todavía estoy convencido de que la Iglesia Católica tiene la plenitud de la verdad y es la Renovación Carismática Católica la que me ha hecho apreciar y valorar tantas enseñanzas específicamente católicas. El dirigente será capaz de discernir mejor, cuanto mejor conozca las enseñanzas de la Iglesia expuestas en los documentos del Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia Católica y demás, más que dependiendo con arrogancia en su propia interpretación privada de la Escritura o sólo en cualquier revelación o mensaje o visión particulares.



Principios de discernimiento

Si un paciente llega a un médico quejándose de fiebre, el médico directamente no le dará una medicina, sino que primero hará un diagnóstico para averiguar la enfermedad de la que la fiebre es un síntoma. Un diagnóstico equivocado puede resultar en parálisis e incluso la muerte. Cuanto más importante es el diagnóstico espiritual o discernimiento. ¿Cuáles son entonces los principios del discernimiento fidedigno?

En primer lugar lo que se piensa, dice o hace debe estar de acuerdo con la Escritura y no ser contrario a su interpretación aceptada contenida en el magisterio ordinario de la Iglesia. En segundo lugar, debe de haber un profundo sentimiento de paz dentro de él de que está actuando según la inspiración del Espíritu Santo que habla por medio de la palabra de sabiduría o de la palabra de conocimiento. Al mismo tiempo existirá una confirmación interior tanto desde su experiencia previa como desde el conocimiento obtenido de libros acreditados y conferencias. En tercer lugar, el Señor mismo confirmará a menudo la acción cerrando ciertas puertas y abriendo otras, mientras que la comunidad por su parte confirmará la acción aprobándolo después quizá de la oportuna consulta con aquellos que están más experimentados en ese campo. En cuarto lugar, la confirmación final vendrá entonces de los frutos y resultados de la acción tomada, tanto a corto como a largo plazo (Mt 7 20).

Algunas áreas de discernimiento

Personal: En primer lugar, el dirigente a menudo tiene que discernir tanto si el Señor le está llamando a una posición de gobierno en el grupo de oración o comunidad o a un ministerio específico como si le está llamando a dejar el puesto que actualmente ocupa. En un grupo de oración un miembro se ofreció como candidato posible a dirigente principal, aunque a juicio de todos era el menos adecuado. A menudo una persona puede sentir que el Señor le está llamando a abandonar su trabajo para dedicarse al ministerio a tiempo completo cuando en realidad está siendo arrastrado por motivos equivocados de poder o escapismo. Otra decisión importante que un dirigente puede tener que tomar es la elección de los miembros adecuados del equipo principal o de los responsables de los ministerios. Jesús mismo pasó toda la noche en oración antes de elegir a sus apóstoles (Lc 6 12, 13).

Ministerios:Existe la necesidad de un discernimiento vigilante constante por parte del dirigente principal, en el tema de los signos, los dones de palabra y los dones de poder. Con respecto a lo signos, mientras que algunos de los dirigentes clave creen que "descansar en el espíritu", por ejemplo, es un actividad normal del Espíritu Santo y debe ser alentada, otros mantienen que no debería alentarse ya que el verdadero "descanso en el espíritu" es bastante poco común. Quizá la verdad esté en algún lugar intermedio. Tal signo externo no es un fin en sí mismo y uno lo podría aceptar como auténtico, si existiera alguna razón para ello, desprovisto de una expectación o manipulación, física o emocional, innecesarias, y si hay un cambio significativo en la vida de esa persona después de una experiencia así.

Con respecto a los dones de palabra, como profecías y palabras de conocimiento, si el propósito es algo más que solo aliento, sino incluso dirección o advertencia, uno necesitaría un discernimiento más prudente con alguna confirmación no muy distante. Hace tiempo, en 1976, en Bombay, yo estaba orando por una chica que había estado oprimida por el maligno pero que ahora estaba muy cerca de Jesús. De pronto habló en trance, "Rufus, hijo mío, quiero que traigas a todos mis sacerdotes a la Renovación Carismática". Todavía yo no había dado ni un solo retiro de sacerdotes. De hecho tenía mucho miedo y me sentía totalmente inadecuado para predicar a sacerdotes, y deseché este "mensaje" o "profecía" por loco, hasta la siguiente semana que fui invitado a dar mi primer retiro de sacerdotes solo y en cinco años había dado retiros carismáticos de sacerdotes a cerca de la mitad de las 130 diócesis de la India.

Con respecto a los dones de poder, digamos el de liberación, debemos evitar juicios a priori de los dos extremos. Es ridículo decir que una persona necesita sólo liberación si lo que realmente necesita principalmente es un tratamiento terapéutico psiquiátrico o psicológico, como es cruel etiquetar a una persona como histérica o esquizofrénica si está real y fundamentalmente bajo el poder de acciones demoníacas. Pero incluso si es en este último caso, uno no puede sólo aceptar a la persona interesada o a su familia rogando que necesita liberación, sino que tenemos que discernir los signos observables de la supuesta actividad demoníaca. Esto tampoco es suficiente, pues los signos de la opresión demoníaca y la enfermedad emocional e incluso la enfermedad física son tan similares, y la línea divisoria entre ellos tan fina, que uno puede confundirse fácilmente... Es en este punto que uno necesita ese discernimiento espiritual interior que a menudo se ve confirmado por la reacción del paciente a los objetos santos. La desaparición final de tales signos de influencia demoníaca y la mejora significativa en la calidad espiritual de la vida de la persona, probarán entonces que el discernimiento inicial era correcto.

En el mes de mayo de 2000, estaba dando un seminario con retiro sobre sanación interior y liberación en un país balcánico. Una joven, aparentemente poseída u oprimida, sobre la que habían rezado casi a diario para exorcismo durante muchos meses, rezaban ahora sobre ella los 70 sacerdotes que asistían a la asamblea durante dos horas, sin ningún efecto aparente o inmediato. Todos nos sentíamos impotentes hasta que rezando para discernimiento el Espíritu me mostró porqué todavía no estaba liberada, cuál era la naturaleza del hechizo que le habían hecho, lo que necesitaba hacer para liberarse y cómo teníamos que orar. Actuando con este discernimiento del Espíritu, en cinco minutos estaba completamente liberada, para gran alegría del Arzobispo, los sacerdotes y la gente de esa archidiócesis. Como nos recuerda la palabra de Dios: examinad los espíritus (1Jn 4 1) - pero no extingáis el Espíritu (1Ts 5 19).

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