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martes, 6 de noviembre de 2007

Son muchas las leyes democráticas que reclaman objeción de conciencia

Habla Stefano Fontana, director del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân

(ZENIT.org).- «Los casos de aborto y de eutanasia no son los únicos que reclaman la objeción de conciencia», advierte Stefano Fontana, director del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân (www.vanthuanobservatory.org), foco de promoción de la doctrina social de la Iglesia.

Convierte en altavoz de esta alarma el último boletín del Observatorio, del pasado viernes, publicando un comentario bajo el titulo «La objeción de conciencia es un problema político. Sociedad democrática, relativismo y objeción de conciencia».

«El relativismo que guía frecuente la legislación en los países occidentales sitúa al cristiano ante nuevos problemas de conciencia --constata--. Es el caso de leyes que legalizan el aborto o la eutanasia».

Recuerda que Juan Pablo II indicó que «leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia («Evangelium vitae», 73).

Pero estos casos «no son ya los únicos que reclaman la objeción de conciencia», apunta Fontana, aludiendo al reciente discurso en el que Benedicto XVI ha subrayado «la obligación de la objeción de conciencia para los farmacéuticos».

«Pensemos en una enfermera que trabaja en un hospital en el que se practican abortos», o en «los funcionarios de un municipio donde se registran uniones civiles de personas del mismo sexo», o «en un empleado de un laboratorio en el que se realizan selecciones de embriones humanos», o los trabajadores de «editoriales o televisiones que producen material pornográfico», o «en muchos abogados o jueces que ya se encuentran a menudo ante situaciones límite», ejemplifica el director del citado Observatorio Internacional.

Así que «la objeción de conciencia ya es un problema político», considera.

De ahí que sea necesario, en su opinión, «emprender una profunda reflexión sobre la objeción de conciencia en política, vista como "resistencia", pero también como "renovación", esto es, como un empeño no sólo negativo, sino también positivo y propositivo».

Denuncia Stefano Fontana que, al mismo ritmo que se «amplían los casos en los que se está llamado a la objeción de conciencia, se asiste también a frecuentes negaciones de este derecho».
«Ambas cosas se deben al relativismo, el cual muestra así su íntima contradicción», sintetiza.

Y es que el relativismo --explica-- «propone una libertad de conciencia casi total, pero si un funcionario municipal rechazara registrar a una pareja homosexual, ese mismo relativismo se lo impediría»: «denunciaría esa libertad de conciencia como imposición y violencia hacia la libertad de conciencia».

Se trata «de uno de los aspectos más sutiles de la "dictadura del relativismo"», concluye.

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