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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

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lunes, 24 de marzo de 2008

Decálogo para la Pascua / Autor: Javier Leoz

Vive con alegría tu existencia.
Si Jesús resucitó es porque, precisamente,
quiere traernos una transfusión de vida.
Secretos para ser felices.

No dejes que los acontecimientos
ni las dificultades puedan contigo.
Si Jesús pudo con su cruz;
¿por qué no vas a tener tú voluntad para hacerles frente?

Bríndate allá donde te encuentres.
No vale quien tiene, sino aquel que sirve.
Jesús se vació para que aprendiésemos una lección:
la grandeza está en ser solidario.

Si tienes rencor por algo y con alguien ¡olvídalo!
La Pascua, el paso del Señor,
nos ha dejado un camino limpio y despejado.
Limpiemos también el nuestro.

No seas incrédulo.
Asómate en este tiempo pascual a la belleza de la fe.
Si la tienes, no la pierdas. Si, por lo que sea, la tienes débil,
busca motivos y razones para recuperarla.

Escucha con atención la Palabra de Dios.
Su lectura te hará vibrar con el mismo ímpetu
con el que se estremecieron los Apóstoles o María.

Reza y da gracias a Dios por el fruto
de la Pascua: la Resurrección.

Teniendo tantos resortes para la alegría
y el optimismo, no tenemos derecho al desaliento:
¡Jesús nos acompaña!

Busca el lado positivo de tu vida.
No te castigues demasiado.

¡El Señor pagó ya un alto precio por nosotros!
Acéptate como eres y….aceptarás también a los demás.

Mira con ilusión al futuro.
No hay camino que no merezca la pena ser recorrido,
ni montaña que no pueda ser escalada.
Con la fe, y la mirada puesta en Dios, podrás conquistar
aquello que sea bueno para ti y para los demás.

Da gracias a Dios por lo que tienes e, incluso,
por aquello que –precisamente porque no te conviene– no alcanzas.

No siempre, lo que el paladar apetece,
es saludable para el cuerpo.

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