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Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

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domingo, 30 de diciembre de 2012

Comentario del Evangelio del Domingo: El amor de Dios, hecho visible / Por + José Rico Pavés, obispo auxiliar de Getafe

Domingo Octava de Navidad. Sagrada Familia: Jesús, María y José (Ciclo C):
Eclesiástico 3, 2-6. 12-14, Salmo 127, 1-2. 3. 4-5, Colosenses 3, 12-21, Lucas 2, 41-52

Interioriza el Evangelio del Domingo en vídeo

30 de diciembre de 2012.- (Alfa y Omega / Camino Católico) ¡Si pudiéramos ver a Dios...! El nacimiento del Salvador ha instaurado un orden nuevo. El Dios invisible se ha hecho visible, el eterno ha entrado en el tiempo, el Creador ha puesto su morada entre las criaturas. Si a través del conocimiento de las criaturas podíamos antes elevarnos hasta el Creador, ahora, hecho hombre el Hijo de Dios, podemos por la fe conocer a Dios visiblemente para que Él mismo nos lleve al amor de lo invisible. La Liturgia de la Navidad actualiza en el tiempo los acontecimientos que conformaron una vez en la Historia el nacimiento y la infancia de Jesús. A través de todos ellos, se nos invita a pasar de lo visible a lo invisible, del tiempo a la eternidad, de las criaturas al Creador. Así ocurre también con la Fiesta de la Sagrada Familia.
El Evangelio de este año presenta el relato del único episodio de la vida de Jesús referido por los evangelistas sobre el período que va de su nacimiento al comienzo de su ministerio público. Cuando la Iglesia pide para sus hijos imitar las virtudes domésticas de la Sagrada Familia y su unión en el amor, encontramos en este episodio dos datos de extraordinario valor que nos ayudan a conocer cómo vivió Jesús durante la mayor parte de su vida. Por un lado, se afirma que según la costumbre subió con sus padres a Jerusalén por las fiestas de Pascua; por otro, que bajó después con ellos a Nazaret y vivió bajo su autoridad. El primer dato revela que Jesús compartió la condición de la mayoría de los hombres: llevó una vida cotidiana sin aparente importancia, desarrolló un oficio manual como hijo del carpintero y cumplió religiosamente los preceptos de la ley de Dios dentro de la comunidad judía. El segundo dato desvela que Jesús cumplió perfectamente el cuarto mandamiento y vivió bajo la autoridad paterna y materna de José y de María.
Al cumplir los doce años, sin embargo, sucedió algo especial. Al igual que los varones judíos de esa edad, Jesús participa, por primera vez junto a los adultos, en las celebraciones del Templo. María y José no se percatan de que Jesús permanece en Jerusalén y, cuando ya iban de vuelta, piensan que se ha perdido. La búsqueda angustiosa de los padres se convierte en revelación asombrosa del Hijo. A Jesús corresponde estar en las cosas del Padre y, mientras llega el momento de cumplir su misión, instruye preguntando a los maestros que debían enseñar. Los padres no entienden, pero María guarda en el corazón. Jesús crece y, en la obediencia cotidiana a sus padres, manifiesta la obediencia filial al Padre celestial.
La vida oculta de Nazaret nos recuerda que podemos entrar en comunión con Jesús a través de los caminos ordinarios de la vida humana. La autoridad de los padres encuentra en el amor entregado del Padre su referencia, mientras que la obediencia cariñosa de los hijos halla en la sumisión cotidiana de Jesús su mejor escuela. Necesario es que la familia esté protegida de quienes la falsean. Varón y mujer, unidos en alianza indisoluble de amor, abiertos con generosidad al don de los hijos. La familia natural, consagrada por el sacramento del Matrimonio, es signo visible del amor invisible de Dios a los hombres. Si se niega a la familia su verdadera vocación, ¿cómo sabrá el mundo que el amor de Dios se ha hecho visible?

+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe

Evangelio



Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre? » Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Lucas 2, 41-52

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