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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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sábado, 11 de abril de 2009

"El Señor es Dios; ¡Él nos alumbra!"
/ Autores: Conchi Vaquero y Arturo López
"El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
–¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas, y vio además que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado y creyó. Y es que todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar".

(Juan 20, 1-9).

Jesús resucitó hace casi dos mil años. Los cristianos, que se supone intentamos seguirle, poniendo en práctica el mensaje del evangelio, que nos revela toda la historia de la salvación contenida en la Biblia, con asiduidad repetimos la escena de María Magdalena en muchas ocasiones y exclamamos:

–¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!

Eso sucede en nuestras vidas cuando vivimos momentos de dificultad ante los cuales no podemos hacer nada, sólo estar quietos esperando la resurección, la solución al problema que nos provoca desaliento, desesperanza, depresión, angustia y miedo. Estamos como Jesús en el sepulcro: con una gran losa, una piedra muy pesada, atados e inmóviles. Sólo el Amor de Dios Padre puede apartar esas dificultades de nuestra vida y restablecernos de manera providencial. Pese a que, en decenas de ocasiones, hemos vivido como de repente toda losa era quitada, todo camino allanado, no nos acabamos de creer la promesa de Jesús resucitado que prometió acompañarnos siempre.

Y hemos constatado todos lo que nos sucede: el problema ya no existe, ha desaparecido. Pero, la oscuridad, el miedo, la angustía y la depresión persisten. Nos preguntamos: ¿Es verdad o es un espejismo de mi mente? Cuando María Magdalena fue al sepulcro era oscuro y vió con sus propios ojos que Jesús no estaba. Entonces, no recuerda la promesa del Señor que resucitaría, el miedo le hace pensar que se han llavado el cuerpo. Hemos escuchado tantas veces estas Palabras de Vida del evangelio de Juan y en cambio no las sabemos vivir al mínimo tropiezo.

Pero eso no es todo, el discípulo amado se va con Simón Pedro al Sepulcro, ve las vendas desde fuera y no se atreve a entrar: el miedo le paraliza. Es como si pensará: "Bastante hemos sufrido ya, sólo falta que nos suceda algo más". Esto también lo vivimos nosotros cuando acompañamos a alguien en el dolor y sufrimiento: "A ver si no voy saber estar a la altura de las circunstancias".

Én todas las variantes en que la resurrección de Cristo no es actualizada en nuestras vidas seguramente es que necesitamos crecer dejándonos guiar por el auténtico resucitado: Jesús el Señor. Para ver la luz de Cristo sólo hace falta que nos acerquemos a Él con confianza, en todo el estado deplorable en que nos encontremos y reconozcamos que sólo Él tiene Palabras de Vida.

Como los apóstoles, muchas veces vivimos en la dispersión -ellos la experimentaron con la muerte de Jesús- y no entendemos las Escrituras porque no escuchamos la voz suave del Salvador que clama continuamente: "no tengaís miedo. Soy yo el que os hace caminar pese a vuestra debilidad". A cada uno de nosotros como toda respuesta sólo se nos ocurre gritar como Pedro cuando debía andar sobre las aguas: "Señor que me hundo!!!." Hasta ese grito es humano y positivo hacerlo porque nos muestra nuestra debilidad y el tener que depender de la providencia del Altísimo.

Claro que, a veces o casi siempre, y ese es el mayor de los problemas, los cristianos no comprendemos las Escrituras porque nos fabricamos una interpretación a nuestra medida de la Palabra de Dios. Realmente Cristo ha Resucitado!!! Aleluya!!! ¿Pero, donde está escrito que se nos quitarían las dificultades y los problemas que tenemos como consecuencia del pecado y del espiritu del mundo por la resurrección de Jesús? El oró al Padre para que fueramos preservados del maligno en medio del mundo y nos aseguró acompañarnos en todo momento hasta el fin del mundo por el don del Espíritu Santo. El Espíritu de la verdad es quien debe enseñarnos todo, entre otras cosas como afrontar el mal cogidos de la mano de Jesús resucitado.

Como el discípulo amado corrió delante de Simón Pedro, nosotros nos soltamos de la mano de Jesús para ver y discernir con ojos humanos lo que nos está pasando hasta quedar paralizados por el miedo. Dejemos que el Señor nos indique el camino y aunque sea angosto a primera vista oremos para poder saber a que ritmo debemos andar, para poder escuchar paso a paso la voz de Cristo que nos habla al corazón: "Soy yo. La paz este contigo."

Uno de los ejemplos contemporáneos de cuanto hemos explicado es la Madre Teresa de Calcuta. De la obra realizada por ella no dudan ni los cristianos, ni los creyentes de otras religiones, ni los mismos ateos o laicistas. Actualmente conocemos que Teresa de Calcuta vivió momentos de gran sequedad y oscuridad. Ninguna explicación intelectual, ni sicológica puede justificar que una mujer sóla iniciara a contracorriente y sin posibilidad de volver atrás la atención a tantos moribundos, pobres, enfermos y desesperados. Si a los problemas que supone atender humanamente con pocos medios a los más desprotegidos sumamos la sequedad espiritual y la oscuridad, sería imposible la consolidación de las Misioneras de la Caridad si no es porque la obra estuvo cimentada fuertemente en la creencia que Cristo estaba resucitado, a su lado, enseñándole el camino para construir sobre roca una obra que da gloria a Dios porque sólo Él la ha podido realizar.

Aclamemos la resurección de Cristo con el salmo 118 (117):

"Dad gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
Digan los israelitas:
“El amor del Señor es eterno.”
Digan los sacerdotes:
"El amor del Señor es eterno.”
Digan los que honran al Señor:
“El amor del Señor es eterno.”

En mi angustia llamé al Señor;
él me escuchó y me dio libertad.
El Señor está conmigo; no tengo miedo.
¿Qué me puede hacer el hombre?
El Señor está conmigo; él me ayuda.
¡He de ver derrotados a los que me odian!
Es mejor confiar en el Señor
que confiar en el hombre.
Es mejor confiar en el Señor
que confiar en grandes hombres.

Todas las naciones me rodearon,
pero en el nombre del Señor las derroté.
Me rodearon por todas partes,
pero en el nombre del Señor las derroté.
Me rodearon como avispas,
pero su furia se apagó como fuego de espinos;
¡en el nombre del Señor las derroté!
Me empujaron con violencia, para que cayera,
pero el Señor vino en mi ayuda.
Yo canto al Señor, que me da fuerzas.
¡Él es mi salvador!

En las casas de los hombres fieles
hay alegres cantos victoriosos:
“¡El poder del Señor alcanzó la victoria!
¡El poder del Señor es extraordinario!
¡El poder del Señor alcanzó la victoria!”
¡No moriré, sino que he de vivir
para contar lo que el Señor ha hecho!
El Señor me ha castigado con dureza,
pero no me ha dejado morir.

¡Abrid las puertas del templo,
que quiero entrar a dar gracias al Señor!

Esta es la puerta del Señor,
y por ella entrarán los que le son fieles".

Te doy gracias, Señor, porque me has respondido
y porque eres mi salvador.
La piedra que los constructores despreciaron
se ha convertido en la piedra principal.
Esto lo ha hecho el Señor,
y estamos maravillados.
Este es el día en que el Señor ha actuado:
¡estemos hoy contentos y felices!

Por favor, Señor, ¡sálvanos!
Por favor, Señor, ¡haz que nos vaya bien!

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Os bendecimos desde el templo del Señor.
El Señor es Dios; ¡él nos alumbra!
Comentad la fiesta y llevad ramas
hasta los cuernos del altar.

Te doy gracias y alabo tu grandeza,
porque tú eres mi Dios.
Dad gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.

Feliz Pascua de Resurrección!
Que la Luz de Cristo os llene de su Paz!
Alegraos con este vídeo

lunes, 12 de mayo de 2008

Esperanza / Autor: Cardenal Ricard Mª. CARLES

Todos deseamos estar informados de lo que sucede en el mundo. Pero no podemos dejar de enterarnos de lo que ocurre en nosotros mismos, y corremos todos el riesgo de dejar marginado ese conocimiento de nosotros. Pero éste, si alcanza el hondón del alma donde late Dios, engendra allí serenidad y esperanza. Hemos de atender a nuestro nivel de esperanza, pues la desesperanza puede arraigar fácilmente en un mundo que alguien ha definido como patético y apático. Patético por aquello que no tiene de bueno y apático por la posible falta de reacción. Si crecen estas cualidades negativas en nuestro tiempo, no le harán precisamente capaz de proyectarse hacia un futuro alegre y esperanzador que valga la pena vivir.

Opino que no queremos ser apáticos, no reaccionando en positivo. Un aspecto a no olvidar es reaccionar ante el pecado. Y ello quiere decir: ante el propio pecado, arrepentimiento; ante el pecado ajeno, perdón. Reaccionando así, el Reino de Dios puede estar más cercano.

Jesús dice: «Si no os hacéis como niños, no entrareis en el Reino del cielo». Y la falta de esperanza es la negación del espíritu de infancia. Porque este espíritu de infancia es esencialmente resurgimiento, llama viva, disponibilidad, acogimiento del futuro. La esperanza comporta espíritu de infancia, que es espíritu de amor. Dios nos ofrece siempre su amistad, y el tiempo comienza a moverse nuevamente y, a la vez, aunque sea de una forma imprecisa, la esperanza se despierta, como una luz, en el fondo del alma. Una luz que puede ser crecimiento en la gracia que tenemos. Para otros puede ser encender una luz desde el arrepentimiento, en el caso de que hayan caído.

Insisto en la esperanza, en cualquier situación, porque nada es posible sin ella. No hay capacidad de reacción, ni ilusión de cambio. No hay perspectivas de futuro. Y lo peor que nos puede suceder es quedarnos anclados en el presente, cuando estamos lanzados a una historia de salvación que, desde siempre, Dios ha pensado para nosotros.

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Fuente: La Razón

domingo, 3 de febrero de 2008

El mandato del Señor es fiel, porque hace sabio al hombre sencillo / Autores: Conchi y Arturo

























"Me dijo: “Israel, tú eres mi siervo;
en ti me mostraré glorioso.”
He recibido honor delante del Señor mi Dios,
pues él ha sido mi fuerza.
El Señor, que me formó desde el seno de mi madre
para que fuera su siervo,
para hacer que Israel, el pueblo de Jacob,
se vuelva y se una a él,
dice así:
“No basta que seas mi siervo
solamente para restablecer las tribus de Jacob
y hacer volver a los sobrevivientes de Israel;
yo haré que seas luz de las naciones,
para que lleves mi salvación
hasta las partes más lejanas de la tierra.”"


(Isaias 49, 3, 5-6)

Estas palabras del profeta Isaias anunciaron la salvación en Cristo-Jesús, que se iba a realizar por expresa voluntad de Dios Padre para toda la humanidad. Pero ese texto es hoy una nueva apelación al corazón de cada uno de nosotros. Desde toda la eternidad hemos sido llamados por nuestro nombre por Dios. Él nos creó para "ser siervos" y "luz de las naciones".

Para ser siervo del Señor hay que fijar la mirada en el "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Jesús, antes de empezar a mostrar abiertamente que es "luz del mundo", es conducido por el Espíritu Santo al desierto, para centrarse en la voluntad de su Padre y poder enseñarnos cual es el camino que debe seguir todo servidor del Altísimo.

Vivir nuestro desierto

Siempre el Espíritu Santo nos conducirá al desierto para que como Santa Teresa de Jesús interioricemos que "sólo Dios basta". Cristo en la última tentación del diablo en el desierto responde: ‘Adora al Señor tu Dios y sírvele solo a él.’ (Mateo 4, 10).

Debemos desear constantemente crear un desierto, un lugar, un espacio y un tiempo, donde el Señor sea nuestro único centro de atención. El Espíritu Santo quiere siempre conducirnos a un lugar solitario donde Dios nos pueda inundar y penetrar profundamente con sus dones, su voluntad, su misericordía, su paz y su amor. Hay que silenciar todo ruido, acallar toda preocupación, para que Dios pueda ir sembrando y regando el corazón hasta ocupar todo nuestro ser, mente y espíritu. Sólo adorar al Señor con toda la existencia vivida nos capacitará para ser siervos y luz del mundo.

En 1 Pedro 2, 9, se afirma: "Pero vosotros sois una familia escogida, un sacerdocio al servicio del Rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios, destinado a anunciar las obras maravillosas de Dios, que os llamó a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa". Mostrar el rostro de Jesucristo y ser imagen y semejanza de Dios es nuestra misión como discípulos, apóstoles y siervos. En 1 Juan 1, 5-7, se concreta:

"Este es el mensaje que Jesucristo nos enseñó y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. Si decimos que tenemos comunión con él y al mismo tiempo vivimos en la oscuridad, mentimos y no actuamos con verdad. Pero si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión entre nosotros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado"

Instaurar el Reino

La Palabra de Dios está viva y da vida, es eficaz, es actual. Los versículos de la Escritura no son para mañana sino para vivirlos y actualizarlos en cada momento. Por eso hay que tener disposición a convertir en vida las promesas de los libros sagrados, entre ellas la de Apocalipsis 22, 5: "No habrá noche en la ciudad; los que en ella vivan no necesitarán luz de lámpara ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz, y reinarán por todos los siglos."

Dios quiere instaurar su Reino, aquí y ahora, en tu trabajo, en tu familia, en tus relaciones, en tu economía, en tus bienes materiales, en tu mente, en tu cuerpo, en tu alma, en tus emociones...en toda tu vida. Para eso es necesario que tengas un tiempo diario sólo para Él. El Señor sembrará, regará y hará crecer toda la vida que Él quiera regalarte para que tú la entregues a todos los demás. Entonces podrás cumplir la voluntad de Dios expresada en 1 Pedro 4, 11:

"Si alguien habla, sean sus palabras como palabras de Dios. Si alguien presta un servicio, préstelo con las fuerzas que Dios le da. Todo lo que hagáis, hacedlo para que Dios sea alabado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el poder para siempre. Amén."

Dos funerales con la Luz de Cristo

Este semana hemos asistido a dos funerales en la parroquia donde la Luz de Cristo ha brillado en el rostro de familiares, amigos y conocidos de los difuntos. El templo se ha llenado en ambas ocasiones y los asistentes oraban con un corazón sencillo y entregado al Señor. La fe de los sencillos ha edificado nuestra vida espiritual. El llanto y la oración se entremezclaban, pero la paz de Dios se hacia presente en cada persona que se dirigía a Él invocándole como Padre. El silencio no era cortante ni tenso, sino trascendente, lleno de amor. La Luz de Cristo disipaba las tinieblas en medio de tanto dolor.

El funeral más multitudinario ha sido el de una madre de familia de 52 años, que murió de repente de un infarto cuando estaba en su casa. Era monitora de comedor en una escuela cristiana. No se han podido cerrar las puertas de la iglesia. Jamás habíamos participado en un funeral con gente en la calle y con un silencio tan lleno de Amor.

La persona fallecida había amado hasta el extremo a todos. Una de sus hijas había estado comprometida en una parroquia trabajando con niños. Nunca habíamos visto rezar a tantos jóvenes juntos en nuestro arciprestazgo. Muchos de esos jóvenes seguramente no van con asiduidad a una iglesia pero si que tienen una relación con Dios. Se notaba por su forma de orar, por la mirada límpia de sus ojos. Tenemos la certeza que alguna persona en sus vidas ha sido para ellos servidor y luz de Cristo. Dios está llamándolos y desea ser su Buen Pastor. De su respuesta en cada momento dependerá que acaben enraizándose en una parroquía.

"Sin mí nada podéis hacer"

Cuando servimos al Señor no podemos esperar resultados estadísticos inmediatos para nuestra vanagloría. Sólo Dios puede hacer fructificar todo lo que sembremos. Interiorizemos lo que Cristo dijo a sus discípulos en la última cena y que está reflejado en Juan 15, 4-5:

"Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer."


Nuestra actitud ante Dios es vital para cumplir la misión de ser siervos y luz del mundo. De hecho Jesús revela, en Juan 15, 9-17, que ser su siervo es ser su amigo:

"Yo os amo como el Padre me ama a mí; permaneced, pues, en el amor que os tengo. Si obedecéis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os hablo así para que os alegréis conmigo y vuestra alegría sea completa. Mi mandamiento es este: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que el que a uno le lleva a dar la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os he escogido a vosotros y os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Esto es, pues, lo que os mando: Que os améis unos a otros."


Gozo y alegría de vida ante los sufrimientos

No tenemos ninguna duda, que las dos difuntas de los funerales a los que hemos asistido, han sido luz de Cristo para muchas personas mientras vivieron y que su testimonio ha hecho fijar la mirada en el Señor. Alguien podría objetar que como una de las fallecidas era joven se entiende el fervor y la emotividad. Es imposible describir literariamente la paz que respiramos, pero nada que ver con actos de sentimentalismos y emotividades.

El hijo de la joven de 52 años pudo testimoniar el gran amor que su madre tenía por cada persona. Dijo: "sin menostener a la familia sanguínea, la verdad es que para mi madre y ahora para nosotros, todos sois nuestra familia. Mi madre no distinguía entre vecino, conocido o familiar. Cada persona a la que se acercaba era un ser único profundamente amado. Ella siempre deseaba transmitir su alegría y su gozo a quienes la rodeábamos". Quienes testimoniaron al final de la ceremonia también hablaron del gozo y la alegría de la difunta que siempre ante situaciones difíciles ponía sus dones al servicio de los demás para abrir caminos en el desierto.

El otro funeral era de una señora de 108 años, la más anciana de nuestra ciudad, Vilanova i la Geltrú. Personas de todas las edades y condiciones sociales también llenaron el templo y testimoniaron que la vida de la fallecida había sido un canto de alabanza a Dios. San Pablo advierte a los Corintios que al final sólo quedará el Amor y eso es lo que hemos visto en los rostros y las expresiones de muchos de los asistentes a las exequías.

Dios te tiene a tí

Hemos plasmado el testimonio que nos ha edificado en la fe a nosotros mismos esta semana para subrayar que es en los momentos de dolor, sufrimiento y dificultad , donde más sentido tiene nuestra fe. Es en esas situaciones donde Dios se dirige a cada uno y nos dice: "Sólo te tengo a tí para que seas luz en medio de la oscuridad. ¿Quieres secar las lágrimas de los que lloran y poner en ellos una nueva esperanza que perdure para siempre?" Es fácil responder que sí cuando la iglesia está llena y se celebra la fiesta parroquial, pero hacerlo ante las contrariedades es nuestra meta, que sólo lograremos si nos dejamos moldear por el Señor.

Todos estamos llamados a mostrar el rostro de Dios cuando parece que no existe solución y exclamar como Juan el Bautista: "Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Jesús ya hizo ese paso para que le imitaramos. Todos estabamos condenados y en tinieblas por nuestros pecados y Él se ofreció libremente para morir, resucitar y regalarnos la vida eterna.

Dios te tiene a ti para que pongas paz en el sufrimiento de los demás. Para que compartas tu vida no guardándote nada. Para amar no por placer sino porque te sientes profundamente sostenido en las manos del Padre Celestial en su infinita misericordia y deseas que los otros tengan la experiencia que tu has vivido de ver transformado tu corazón por la relación con el Señor.

Amor Paternal!!!

Nuestra amiga Vivy nos ha enviado una historía que muestra como los caminos de Dios son insondables y que la verdad y la luz de Cristo siempre acabarán por imponerse a toda tiniebla y mal. Hagamos pues todo por Amor a Dios y dejemos en sus manos los frutos. Únicamente con esta actitud podremos ser amigos y servidores a imagen y semejanza del autor de la vida perdurable. Esta es la historia:

Un joven muchacho estaba a punto de graduarse, hacía muchos meses que admiraba un hermoso coche deportivo que vio en un concesionario. Sabiendo que su padre podría comprárselo, le dijo que ese coche era todo lo que quería. Conforme se acercaba el día de graduación, el joven esperaba por ver alguna señal de que su padre hubiese comprado el coche.

Finalmente, en la mañana del día de graduación, su padre le llamó a que fuera a su habitación y le dijo lo orgulloso que se sentía de tener un hijo tan bueno y lo mucho que le amaba. El padre tenía en sus manos una hermosa caja de regalo. Curioso y de algún modo decepcionado, el joven abrió la caja y lo que encontró fue una hermosa Biblia de cubiertas de piel y con su nombre escrito con letras de oro.

Enojado le gritó a su padre diciendo: ¿Con todo el dinero que tienes, sólo se te ocurrió regalarme ésta Biblia? Y dándose rápidamente la vuelta salió de casa. Fue tanta la decepción del joven que se fue de la casa a hacer su vida. Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios. Tenía una hermosa casa y una bonita familia, pero cuando supo que su padre ya era anciano estaba muy enfermo, pensó en visitarlo.

No lo había vuelto a ver desde el día de su graduación. Antes que pudiera partir para verlo, recibió un mensaje donde decía que su padre había muerto y le había heredado todas sus posesiones, por lo cual necesitaba urgentemente ir a la casa de su padre para arreglar todos los trámites de inmediato. Cuando llegó a la casa de su padre, una tristeza y arrepentimiento llenó su corazón.

De pronto, empezó a ver todos los documentos importantes que su padre tenía y encontró la Biblia que en aquella ocasión su padre le había dado. Con lágrimas, la abrió y empezó a hojear sus páginas. Su padre cuidadosamente había subrayado un verso en Mateo 7:11: "Y si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más nuestro Padre Celestial dará a sus hijos aquello que le pidan?"

Mientras leía esas palabras, unas llaves de auto cayeron de la Biblia. Tenía una tarjeta del concesionario de automóviles donde había visto ese auto deportivo que había deseado tanto. En la tarjeta estaba la fecha del día de su graduación y las palabras: "Totalmente pagado".

¿Cuántas veces hemos rechazado y perdido las Bendiciones de Dios porque no vienen envueltas en paquetes hermosos, como nosotros esperamos?

Oremos con el Salmo 19 (18):

"El cielo proclama la gloria de Dios;
de su creación nos habla la bóveda celeste.
Los días se lo cuentan entre sí;
las noches hacen correr la voz.
Aunque no se escuchan palabras
ni se oye voz alguna,
el mensaje llega a toda la tierra
y hasta el último rincón del mundo,
hasta donde el sol tiene su hogar.
Y el sol sale como un novio de la habitación nupcial,
alegre como un atleta al emprender su camino.
Nace el sol por un lado del cielo
y da la vuelta hasta llegar al otro,
sin que nada pueda huir de su calor.


La enseñanza del Señor es perfecta,
porque da nueva vida.
El mandato del Señor es fiel,
porque hace sabio al hombre sencillo.
Los preceptos del Señor son justos,
porque traen alegría al corazón.
El mandamiento del Señor es puro
y llena los ojos de luz.
El temor del Señor es limpio
y permanece para siempre.
Los decretos del Señor son verdaderos,
todos ellos son justos,
¡son de más valor que el oro fino,
más dulces que la miel del panal!
Son también advertencias a este siervo tuyo,
y le es provechoso obedecerlas.

¿Quién se da cuenta de sus propios errores?
¡Perdona, Señor, mis faltas ocultas!
Quítale el orgullo a tu siervo;
no permitas que el orgullo me domine.
Así seré un hombre sin tacha
y estaré libre de gran pecado.

Sean aceptables a tus ojos
mis palabras y mis pensamientos,
oh Señor, refugio y libertador mío".

domingo, 20 de enero de 2008