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viernes, 2 de noviembre de 2007

Jesús y los pecadores. Respuestas a la exclusión social / Autor: Marcelo A. Murúa

El seguimiento de Jesús es la nota característica de la fe cristiana. Desde los comienzos de la Iglesia la comunidad de seguidores de Jesús intenta conformar su vida, sus opciones y su tarea en el mundo, de acuerdo a los lineamientos que el mismo Jesús trazara, hace casi dos mil años, en la Palestina del siglo I de nuestra era cristiana.

Conocer la práctica de Jesús puede ayudarnos a recuperar sus grandes opciones de vida, de manera de poder vivir con mayor transparencia y fidelidad el mensaje que nos transmitió, y la tarea, que, como seguidores suyos, estamos empeñados en proseguir adelante.

En este primer artículo presentamos, a grandes rasgos, los principales grupos sociales que componían la sociedad de Palestina, y esbozamos la postura de Jesús frente a la situación de su tiempo.

La población de Palestina en el tiempo que vivió Jesús era una sociedad compleja, en la cual cohabitaban diferentes grupos sociales y religiosos.

+ Si utilizamos el criterio económico podemos reconocer que en los tiempos de Jesús en Palestina existían tres clases sociales:

+ La clase alta o rica. Estaba integrada por los grandes comerciantes, terratenientes y recaudadores de impuestos, las familias tradicionales del grupo de los Ancianos y las familias de los Sumos Sacerdotes (que eran los sacerdotes-jefes, que vivían en Jerusalén y se encargaban de las cosas del Templo). Númericamente era una minoría, que gozaban de una vida acomodada y vivían lujosamente, en la ciudad de Jerusalén.

+ La clase media. Estaba conformada por pequeños comerciantes, artesanos propietarios de sus talleres, empleados y obreros al servicio del Templo de Jerusalén. También diversas ocupaciones relacionadas con la llegada de peregrinos a Jerusalén (dueños de hospedajes, comerciantes que vendían artículos para los sacrificios).

Los sacerdotes, que descendían de la tribu de Leví, formaban parte de la clase media. Se los encontraba por todo el territorio de Palestina. Sólo los que vivían en Jerusalén tenían mayor instrucción y gozaban de un mayor bienestar económico. Tenían asegurados sus ingresos por los impuestos al culto pero no todo el pueblo cumplía, por lo tanto no eran ricos.

+ Los pobres. Eran muy numerosos. Podemos distinguir dos grupos: (a) Los que ganaban lo necesario para vivir con su trabajo y (b) los que vivían (en parte o totalmente) de la ayuda de los demás.

(a) En este grupo encontramos a los Obreros y Jornaleros. Existían en gran número. Su jornal equivalía a un denario, incluyendo la comida. Como dependían del trabajo del día para vivir era terrible no conseguir trabajo.

También pertenecían a este grupo los artesanos que trabajaban para otros y no poseían su propio taller.

Los esclavos formaban parte de esta clase. Había más cantidad en las ciudades (principalmente para el servicio) que en los campos.

(b) Los escribas integraban esta parte de la población (en su mayoría, aunque había excepciones). Eran los conocedores de la Ley, muy respetados por todo el pueblo. Tenían prohibido cobrar por sus servicios .

Casi todos desempeñaban también un oficio pero sobre todo vivían de las ayudas recibidas.

Los escribas que eran sacerdotes tenían ingresos fijos y trabajaban en el Templo, pero no eran todos, la mayoría pertenecía al pueblo pobre.

Finalmente, pertenecían al grupo que vivían de las ayudas todos los mendigos, que en la época de Jesús eran también numerosos. Enfermos, tullidos, leprosos, ciegos, entre otros (en los evangelios encontramos muchas citas en las que aparecen).

+ Desde un criterio social, la población podía dividirse en dos grupos: el clero y el resto del pueblo.

El clero estaba formado por los descendientes de la tribu de Leví, y eñl resto del pueblo por los descendientes de las otras once tribus de Israel.

El clero estaba integrado por los Sumos sacerdotes, los sacerdotes y los levitas.

Los Sumos Sacerdotes pertenecían a unas pocas familias residentes en Jerusalén. Integraban el Sanedrin y tenían poder económico y político. La mayoría pertenecía al partido de los Saduceos. Controlaban todo el comercio originado alrededor del Templo con los artíulos del culto y los sacrificios y aprovechaban sus beneficios.

Los sacerdotes vivían por toda Palestina. El sacerdocio era hereditario. Existían cerca de 7.000 y estaban organizados en clases. Dos veces al año, y durante las tres fiestas de peregrinación,todos los sacerdotes pertenecientes a una misma clase debían viajar a Jerusalén para prestar servicios en el Templo. Los sacerdotes formaban parte del pueblo sencillo y pobre. En sus aldeas se dedicaban a algún oficio para poder vivir. Algunos estudiaban y se hacían escribas.

Los levitas. Constituían el bajo clero. Vivían también por todo el país y se hallaban organizados en clases como los sacerdotes. Prestaban funciones en el Templo en tareas diversas como la música, el canto, la vigilancia y la limpieza..

El resto del pueblo, formado por los descendientes de las restantes once tribus de Israel, estaba constituido por grupos muy diferentes. Entre ellos:

+ Los ancianos. Eran la nobleza laica. Pertenecían a familias acomodadas de Jerusalén e integraban el Sanedrin.

+ Los escribas. También llamados maestros odoctores de la Ley. Eran personas de diferente extracción social que se dedicaban al estudio de la Ley. Para ser escriba se necesitaban largos años de estudio. Ocupaban un lugar de mucho prestigio entre el pueblo, y se los solía consultar en asuntos referidos a la aplicación de la Ley a la vida cotidiana. Se constituyeron en los maestros del pueblo. Por sus conocimientos de la Ley fueron incluidos en el Sanedrin.

+ EL pueblo sencillo, o pueblo de la tierra. Era la mayoría del pueblo. Constituido principalmente por la mayoría pobre. Eran considerados ignorantes por fariseos, pues desconocían las prescripciones de la Ley.

+ Existían también diversos grupos político-religiosos. Mantenían diferencias en la interpretación de la Ley y la actitud hacia la dominación romana.

+ Los saduceos. Constituían un partido aristócratico, conservador y minoritario, constituido por la nobleza sacerdotal y laica que vivía en Jerusalén. No creían en la resurrección y sólo aceptaban el Pentateuco.

+ Los fariseos. Constituían un grupo muy importante y de notable influencia en el pueblo, a pesar de su escaso número.

Formaban un movimiento laico, organizado en comunidades cerradas, cuyo origen se remonta a la crisis de la rebelión macabea. Pertenecían a distintas clases de la sociedad. Su número, en la época de Jesús, se estima en 6.000, tomando como población judía de Palestina unos 500.00 a 600.000 habitantes.

Eran personas muy piadosas y observaban con mucho detalle las normas de la Ley referentes a la pureza y el pago del diezmo.

En todo lo relativo a la Ley los escribas eran los teólogos, los estudiosos y conocedores de la Ley oral y escrita; y los Fariseos los cumplidores y piadosos practicantes de la Ley. Esto explica su relación, y que a veces en los evangelios se los nombre juntos, aunque eran grupos distintos. Muchos escribas eran también fariseos.

+ Los zelotes. Lo constituían campesinos pobres de la región de Galilea. Tenían ideas nacionalistas y se oponían con firmeza a la ocupación romana,principlamente, por cuestiones religiosas.

+ Existían en Palestina otros grupos que no describimos por una cuestión de espacio, como los esenios, los herodianos, los movimientos bautistas, los samaritanos, y otros. Pero la presentación de la composición de la sociedad de Palestina no sería completa sin hablar del grupo de los pecadores.

Lo mencionamos como grupo aparte, por su expresión númerica y por no coincidir con ninguno de los criterios señalados hasta el momento para diferenciar los grupos sociales.

Los pecadores constituían un grupo de características definidas, que muchas veces, concide con el pueblo sencillo o pueblo de la tierra. La mayor parte pertenece también al pueblo pobre. en los evangelios encontramos muchas referencias a este grupo, cuando jnos señalan las multitudes, la gente,el pueblo que acudía, anónimo al encuentro con Jesús.

Al grupo pertenecían personas diversas que tenían en común el estigma de ser pecadores, es decir, haber transgredido alguna de las numerosas normas de pureza.

Por su ignorancia, falta de instrucción y desconocimiento de la Ley estaban permanetemente expuestos a transgredir alguna prescripción. En los tiempos de Jesús exitían alrededor de 600 mandamientos, entre prohibiciones y prescripciones. Sólo los que accedían a la instrucción religiosa podían llegar a conocerlas. El pueblo común ni siquiera llegaba a conocerlas todas.

"En la práctica, no había solución para el pecador. Teóricamente, la prostitutas podía purificarse mediante un complicado proceso de arrepentimiento, purificación ritual y expiación. Pero esto costaba dinero, y sus mal adquiridas ganancias no podían emplearse para este fin. Su dinero era sucio e impuro. Con respecto al recaudador de impuestos, se suponía que debía abandonar su profesión y restituir todo lo que había defraudado, más una quinta parte. Los ignorantes debían someterse a un largo proceso de formación antes de que pudiera estarse seguro de que ya estaban 'limpios'. Ser pecador era, por consiguiente, cuestión de fatalidad. Uno había sido predestinado a ser inferior por el destino o por voluntad de Dios. En este sentido, los pecadores eran cautivos o prisioneros."
¿Quién es este hombre? , pág. 43. Albert Nolan, Ed. Sal Terrae."

Los cumplidores constituían una minoría que se mantenía al margen de los pecadores, las mayorías que no cumplían. La aversión hacia estos últimos llegaba a extremos de aconsejarse no entablar relaciones con ellos, ni comerciar ni aceptar nada de su parte. A veces ni siquiera se podía mantener contacto físico bajo riesgo de contaminarse con "su" pecado.

Pertenecían al grupo de los pecadores los que ejercía algunas profesiones u oficios considerados impuros: entre ellos, los pastores, los publicanos, los ladrones, las prostitutas, y otros.

También los enfermos pertenecían a este grupo. En la forma de pensar de la época se asociaba la enfermedad con el pecado, propio de la persona, o de sus antepasados. Los leprosos (que incluían a todas las enfermedades de la piel), los ciegos, los minúsválidos, los paralíticos, los epilépticos, los sordomudos eran considerados pecadores.

Los pecadores podían tener diferencias en cuanto al origen de su pecado pero compartían la marginación del resto de la sociedad. Eran excluídos de la vida social al punto de no poder compartir la sinagoga. Para muchos era imposible escapar a su condición, pues si bien era factible la purificación mediante el arrepentimiento y sacrificios de expiación, todo significaba un desembolso de dinero. Y como su dinero era impuro no lo podían utilizar, ¿de qué manera podrían arrepentirse y purificarse? Estaban condenados a la exclusión social.

La práctica de Jesús

Jesús de Nazareth nació, vivió y murió en este complejo entramado social de Palestina del siglo I d.C.

En esta sociedad predicó y anunció que el Reino de Dios se había acercado, estaba cerca, había llegado.

Ante los conflictos y realidades de su tiempo Jesús no pasó de largo. En esa sociedad concreta y real presentó el Reino de Dios.

¿De qué manera?

¿Cuáles fueron sus opciones?

Dejemos que la propia vida de Jesús, su práctica real, nos vaya señalando el camino.

+ Entre los diversos grupos religiosos de su tiempo, Jesús inicia su vida pública reconociendo a Juan el Bautista, quein anunciaba un bautismo de conversión, a orillas del Jordán (Mc. 1, 4-5)La conversión que anunciaba Juan debía reflejarse en actos de solidaridad, justicia y honestidad (Lc. 3, 10-15)

Jesús se bautiza con Juan (Mc. 1, 9). Entre las diversas formas de entender a Dios que coexistían en su época, elige la que Juan representa.

+ Pero al tiempo se aparta de Juan, marcha a Galilea y comienza un camino original (Mc. 1, 14-15). Se instala en Cafarnaum y empieza a enseñar (Mc. 1, 21-22).

+ Acompaña su predicación con gestos liberadores: cura enfermos, se acerca a los pecadores, atiende a las multitudes (Mc.1, 23ss).

+ Los grupos religiosos "cumplidores" y entendidos de las cosas de Dios cuestionan su práctica (Mc. 2, 6. 16).

+ Juan, que se encuentra encarcelado por Herodes, le envía emisarios con la pregunta: "¿Eres tú el que debe venir o debemos esperar o tro?" (Lc. 7, 18-20).

+ Las respuesta de Jesús es lo que los emisarios están viendo y oyendo (Lc. 7, 21-23). Se está haciendo realidad el anuncio liberador que Jesús en la sinagoga de Nazareth había realizado para comenzar su misión (Lc. 4, 16ss).

La práctica de Jesús nos revela las posturas y opciones que tomó ante las situaciones concretas de su tiempo.

En su sociedad, como en la nuestra hoy, dos mil años más tarde, existen grandes mayorías condenadas a la exclusión y la marginación social.

En el tiempo de Jesús la excusa que servía para separar era el "pecado". Los cumplidores tenían asegurada la vida, el honor, la subsistencia, el sentido de la vida. Los pecadores, se encontraban condenados a su suerte, pues era casi imposible escapar a su situación En el nombre de Dios se edificaba un armazón social de muerte para muchos. Muerte material y muerte espiritual, pues a los impuros habñía que dejarlos a un lado. No importaban.

En nuestros días asistimos a un cuadro de situación que nos recuerda el tiempo de Jesús. La excusa que margina y excluye de la vida ya no se llama "pecado" sino "mercado". En todo el mundo, y en forma dramática, en nuestra patria, grandes grupos de personas, con sus familias, permanecen al margen de la vida. Sin trabajo. Habitantes de lugares riquísimos de nuestro país, como la cuenca petrolífera de Neuquén,o de lugares olvidados (por el "mercado") son puestos al filo de la vida. Para el mercado no importan, no existen.

¿Para Dios?

La respuesta está en la vida de Jesús. El tomó partido. Optó. Se jugó la vida, y se puso del lado de los injustamente excluídos en Palestina. Comió con ellos, conoció sus necesidades, compartió sus esperanzas. Y actúo.

¿Por donde pasa, entonces, la fidelidad al Evangelio, hoy?

S.O.S. desde la Santa Sede por millones de niños bajo violencia

«L'Osservatore Romano», altavoz del llamamiento

Como voz oficiosa de la Santa Sede, «L'Osservatore Romano» se sumó al llamamiento a los gobiernos de todo el mundo por una lucha contra las violencias que sufren millones de niños y niñas.

El diario lleva a portada y extiende en su interior la denuncia de «Save the children - Italia», organización no gubernamental (ONG) promotora, junto a la Comisión parlamentaria italiana de infancia, de un seminario en Roma, celebrado el martes, sobre la cuestión: «La violencia sobre niños y niñas».

Este drama «carece de fronteras geográficas o sociales», alerta en «L'Osservatore Romano» Valerio Neri, director general de la citada ONG; «golpea a millones de menores también de los países denominados avanzados porque hunde sus raíces en una cultura y en comportamientos que no reconocen al niño como portador de derechos y como persona a la que hay que escuchar con gran atención».
Las formas que puede asumir la violencia contra los niños son múltiples; por ejemplo trabajo forzado, matrimonio obligado o enrolamiento militar.

Las cifras que cita el diario hablan de más de 250 mil niños y niñas «soldado»; 275 millones de niños que cada año asisten a episodios de violencia doméstica («con consecuencias psicológicas devastadoras que pueden marcarles de por vida»); 218 millones de niños obligados a trabajar --por lo tanto, sin posibilidad de dedicarse al estudio--; más de 126 millones utilizados en actividades peligrosas y, por lo tanto, intrínsecamente violentas; en particular 5,7 millones de niños forzados a trabajar como pago de deudas, 1,8 millones involucrados en prostitución y pornografía, y 1,2 millones víctimas del tráfico de menores con tal fin.

«Es necesario combatir, pero también prevenir cualquier forma de violencia; por lo tanto pedimos a los gobiernos que prohíban explícitamente todas las formas de violencia contra niños y niñas, incluidos los castigos corporales y humillantes, en todo contexto, también el doméstico, e invitamos a desarrollar un sistema de promoción de la infancia a nivel nacional, financiándolo adecuadamente», expresa Valerio Neri en el diario de la Santa Sede.

En el seminario sobre este flagelo se ha puesto de manifiesto que gran parte de los menores del mundo no disfruta de adecuada protección y tutela jurídica. Apuntan las páginas romanas la violación de la Convención de la ONU sobre los derechos de la infancia --en vigor desde 1990--.

Y es que 78 países aún admiten el castigo corporal de menores en el marco de medidas disciplinarias, mientras que 106 no prohíben por ley tales medidas en la escuela.

Significa que más de 1.250 millones de niños viven en naciones donde estos castigos, de parte de los docentes, carecen de impedimento legal.

«Y se trata en este punto de los aspectos menos dramáticos, si bien en cualquier caso condenables, de un fenómeno en el que concurren comportamientos terribles, como los abusos y la explotación sexual, la tortura, el trabajo forzado, practicas tradicionales perjudiciales para la salud --como las mutilaciones sexuales--, matrimonios precoces, estupro, homicidio, actos graves de [acoso escolar], además de los castigos físicos», precisa el diario.

Entrevistado sobre este drama de la infancia, el cardenal Renato Raffaele Martino --presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz-- igualmente denuncia en «L'Osservatore Romano» que permanezcan sin resolverse o «incluso se agraven algunos terribles aspectos como el tráfico de niños, el trabajo de menores, el fenómeno de los "niños de la calle",la utilización de menores en conflictos armados, el matrimonio forzado de niñas, el uso de los pequeños en el comercio de material pornográfico».

«Combatir tales actos criminales sigue siendo una tarea prioritaria e irrenunciable de toda autoridad», alerta.

Por su parte, la Iglesia y la Santa Sede «desde siempre están comprometidas en promover en la comunidad internacional y en las comunidades locales la tutela de la infancia», protección que «aún está lejos de ser satisfactoria», recuerda el purpurado italiano.

«Ratificando --y se contó entre los primerísimos en hacerlo-- la Convención de los derechos de la infancia», «la Santa Sede solicitaba a los máximos niveles una adecuada acción de oposición a las terroríficas condiciones relacionadas con la falta de servicios sanitarios, de una alimentación adecuada, de posibilidades de recibir un mínimo de de formación escolar y de un hogar».
«La acción concreta de las comunidades eclesiales en estos campos es imponente y constante», confirma.

Abortando vidas viables / Autor: John Flynn, L. C.

El parlamento británico lanza una investigación sobre el límite de edad

Ha vuelto a estallar en Inglaterra el largo debate sobre los límites de edad a la hora de abortar.

La actual ley permite abortos hasta la vigésimo cuarta semana de embarazo, pero las mejoras en los índices de supervivencia de los bebés nacidos prematuramente han llevado a presiones para que dicho límite se rebaje.

La Ley del Aborto de 1967 ponía originariamente el límite en 28 semanas. Posteriormente, en 1990, el parlamento acordó rebajarlo hasta las 24.

El 15 de octubre el comité de ciencia y tecnología de la Cámara de los Comunes comenzaba una investigación sobre los límites de edad. La página web del comité indicaba que los términos de referencia para la investigación no incluyen cuestiones éticas o morales al debate, sino que se concretan en evidencias científicas y médicas sobre la viabilidad fetal.

El periódico Telegraph informaba el 15 de octubre sobre uno de los que respaldan la reducción del límite, el obstetra Stuart Campbell, quien fue pionero en los escáneres tridimensionales de los fetos que se chupaban el pulgar y andaban en el vientre de la madre.

Campbell solía llevar a cabo abortos a las 20 semanas, informaba el Telegraph. «Me sentí vivamente impresionado ante la idea de que abortamos bebés normales y la mayoría de ellos nacen vivos y destinados a morir», afirmaba durante un programa de radio en la BBC.

La página web del comité contiene varios cientos de páginas de las evidencias sometidas a estudio. Un documento del Departamento de Salud al comité proporcionaba información sobre los abortos en Inglaterra y Gales. En el 2006, hubo 193.700 abortos. De ellos, el 89% fueron llevados a cabo antes de decimotercera semana de embarazo.

De la cifra total, 2.948 abortos se realizaron en la vigésima semana o después. De estos, 1.262 se llevaron a cabo en la vigésimo segunda o después, y 136 en la vigésimo cuarta o después.

Oposición cristiana

La Christian Medical Fellowhip, una organización cristiana interconfesional de la que forman parte más de 4.500 médicos británicos, está a favor de la reducción. En su documento presentado al comité, subrayaban algunos elementos de preocupación relacionados con el aborto.

Para empezar, sostenían que la mortalidad materna tras el aborto es más alta de lo que actualmente se reconoce. Además, observaba la organización, existen claras evidencias de que el aborto inducido aumenta el riesgo de partos prematuros en los embarazos posteriores. Tales nacimientos prematuros no sólo causan mortalidad neonatal y discapacidades, sino que también implican significativos costes económicos.

Existen evidencias recientes y aplastantes de que el aborto causa índices significativos de graves problemas de salud mental, continuaba el documento. Algunos estudios han demostrado mayores niveles de depresión, tendencias suicidas, y problemas de abuso de drogas y alcohol entre las mujeres que se han sometido a un aborto.

La asociación pedía también al parlamento que reconsiderara las normas para abortar por razones de anormalidad fetal. El límite máximo para abortar a bebés discapacitados no debería ser mayor que el de los bebés normales.

Discapacitados

La cuestión e los bebés discapacitados que son abortados también fue planteada por la Clínica Lejeune para Niños con Síndrome de Down de Londres. En su documento presentado al comité parlamentario declararon que sólo en el 2005, se llevaron a cabo 429 abortos de bebés con síndrome de Down. La ley no pone límites de tiempo para abortar bebés que se consideren discapacitados.

La clínica comentaba también que, tras detectarse el síndrome de Down, algunas mujeres se sienten presionadas para que aborten sus bebés. De igual forma a muy pocas mujeres se les ofrece información de las ayudas disponibles para llevar a delante a un niño con el desorden cromosómico.

El documento mostraba que la mayoría de los niños con síndrome de Down son felices, sociables y gozan con la amistad. Cerca del 80% asisten a la escuela primaria normal, ya sea a tiempo completo o parcial, y casi todos se integran de forma amorosa en sus familias. Pueden ocurrir problemas de comportamiento, pero se pueden solventar, apuntaba la clínica.

En sus conclusiones, la clínica manifestaba: «Es difícil ver cómo la mayoría de los niños con síndrome de Down cumplen los criterios para ser abortados en base a una grave discapacidad intratable». De hecho, la mayoría sufren sólo de dificultades de aprendizaje moderadas y problemas físicos de salud tratables.

La Pro-life Alliance (PLA) también sometió un documento a la consideración del comité parlamentario. Comenzaba observando su oposición a cualquier forma de aborto intencionado, sea cual sea la edad del feto.

El beneficio de la duda

No obstante, dentro del contexto del actual debate, la PLA observaba: «Al menos se esperaría que hubiera consenso en el país contra el aborto de un bebé viable, con el beneficio de la duda siempre del lado del bebé».

Otro grupo pro vida, también opuesto cualquier forma de aborto, que presentó un documento fue la organización sin ánimo de lucro Comment on Reproductive Ethics (CORE). Las opiniones sobre el aborto varían ampliamente, observaba, pero hay una preocupación común sobre el aumento del índice de abortos en Gran Bretaña.

El documento de CORE pedía también mayor transparencia en los abortos. Actualmente el 97% de los abortos se justifican en base al apartado C de la Ley del Aborto, que agrupa como justificación tanto la salud médica como la psicológica de la madre. Sería mucho mejor, defendía CORE, que se separaran ambos casos puesto que son situaciones bastante diversas.

También pedía mayor transparencia para los abortos realizados en base a anormalidades fetales. El documento mencionaba el caso de un bebé abortado en el 2001 a los 7 meses por labio leporino, que causó una gran reacción pública.

Tras el clamor por este caso las estadísticas del gobierno se volvieron notablemente menos específicas a la hora de identificar los detalles de las anormalidades por las que se realizaban los abortos.

En Escocia también hay peticiones para cambiar la legislación del aborto, como mostraba un artículo del cardenal Keith O’Brien, arzobispo de San Andrés y Edimburgo, publicado por el periódico Scotsman el 6 de julio. El líder católico pedía al primer ministro Gordon Brown que revisara la legislación y asegurara así un mayor respeto por la vida humana.

Scotsman informaba que los últimos datos muestran que en Escocia se realizaron 13.081 abortos en el 2006, comparados con los 12.603 del año anterior – el cuarto aumento consecutivo anual.

«El aborto ni es un asunto político ni médico, aunque claramente tenga implicaciones en estas esferas», indicaba el cardenal. «Se trata de moralidad y de destrucción de vida humana».

El cardenal O’Brien consideraba a Brown «un hombre de principios y de profundas convicciones morales» y hacía referencia a sus esfuerzos por reducir la pobreza en las naciones en desarrollo. Pedía luego al primer ministro que respaldara la vida humana para aquellos que no han nacido.

«Lo que existe en el vientre materno no es ‘un ser humano en potencia’ sino ‘un ser humano con potencial’», sostenía el cardenal.

No es un derecho

Benedicto XVI también ha tenido duras palabras al hablar recientemente sobre la protección de la vida no nacida. Durante su viaje a Austria, se dirigió el 7 de septiembre a los miembros del gobierno y el cuerpo diplomático.

Durante su discurso, en la sala de recepciones de la Residencia Hofburg de Viena, el Pontífice recordó que Europa es el lugar donde la noción de derechos humanos fue formulada por primera vez.

«El derecho humano fundamental, el presupuesto de todos los demás derechos, es el derecho a la vida misma», apuntaba el Pontífice. «En consecuencia, el aborto no puede ser un derecho humano; es exactamente lo opuesto». Benedicto XVI reconocía las dificultades que experimentan las mujeres al llevar adelante un embarazo difícil, pero, al mismo tiempo, expresaba su preocupación por los niños no nacidos que no tienen voz.

Pedía a los líderes políticos que lograran una sociedad que acogiera a los hijos y animase a las parejas jóvenes casadas a iniciar nuevas familias. Hacer esto, añadía el Papa, requiere crear «un clima de alegría y confianza en la vida, en el que los niños no sean considerados una carga, sino un don para todos».

jueves, 1 de noviembre de 2007

4 de noviembre: San Carlos Borromeo, Obispo, patrono de catequistas y seminaristas

San Carlos cuyo nombre significa "hombre prudente" ha sido uno de los santos extraordinariamente activos a favor de la Iglesia y del pueblo que sobresale admirablemente. San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio aquella frase de Jesús: "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará", murió relativamente joven porque desgastó totalmente su vida y sus energías por hacer progresar la religión y por ayudar a los más necesitados. Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.

Nació en Arjona (Italia) en 1538. Desde joven dio señales de ser muy consagrado a los estudios y exacto cumplidor de sus deberes de cada día. A los 21 años obtuvo el doctorado en derecho en la Universidad de Milán. Un hermano de su madre, el Cardenal Médicis, fue nombrado Papa con el nombre de Pío IV, y éste admirado de sus cualidades nombró a Carlos como secretario de Estado. Más tarde, renunció a sus riquezas, se ordenó de sacerdote, y luego de obispo y se dedicó por completo a la labor de salvar almas.

San Carlos fundó 740 escuelas de catecismo con 3,000 catequistas y 40,000 alumnos.

Fundó además 6 seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios. Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.

Murió cuando tenía apenas 46 años, el 4 de noviembre de 1584. En Arona, su pueblo natal, le fue levantada una inmensa estatua que todavía existe.

3 de Noviembre: San Martín de Porres / Dijo Jesús: Todo el que se humilla será enaltecido

San Martín de Porres / Año 1639.

En Sudamérica es muy popular San Martín de Porres y hasta se han filmado hermosas películas acerca de su vida y milagros. Es un santo muy simpático y milagroso.

Nació en Lima, Perú, hijo de un blanco español y de una negra africana. Por el color de su piel, su padre no lo quiso reconocer y en la partida de bautismo figura como "de padre desconocido". Su infancia no fue demasiado feliz, pues por ser mulato (mitad blanco y mitad negro, pero más negro que blanco) era despreciado en la sociedad.

Aprendió muy bien los oficios de peluquero y de enfermero, y aprovechaba sus dos profesiones para hacer muchos favores gratuitamente a los más pobres.

A los 15 años pidió ser admitido en la comunidad de Padres Dominicos. Como a los mulatos les tenían mucha desconfianza, fue admitido solamente como "donado", o sea un servicial de la comunidad. Así vivió 9 años, practicando los oficios más humildes y siendo el último de todos.

Al fin fue admitido como hermano religioso en la comunidad y le dieron el oficio de peluquero y de enfermero. Y entonces sí que empezó a hacer obras de caridad a manos llenas. Los frailes se quejaban de que Fray Martín quería hacer del convento un hospital, porque a todo enfermo que encontraba lo socorría y hasta llevaba a algunos más graves y pestilentes a recostarlos en su propia cama cuando no tenía más donde se los recibieran.

Con la ayuda de varios ricos de la ciudad fundó el Asilo de Santa Cruz para reunir a todos los vagos, huérfanos y limosneros y ayudarles a salir de su penosa situación.

Aunque él trataba de ocultarse, sin embargo su fama de santo crecía día por día. Lo consultaban hasta altas personalidades. Muchos enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era: "Que venga el santo hermano Martín". Y él nunca negaba un favor a quien podía hacerlo. Pasaba la mitad de la noche rezando. A un crucifijo grande que había en su convento iba y le contaba sus penas y sus problemas, y ante el Santísimo Sacramento y arrodillado ante la imagen de la Virgen María pasaba largos tiempos rezando con fervor.

Sin moverse de Lima, fue visto sin embargo en China y en Japón animando a los misioneros que estaban desanimados. Sin que saliera del convento lo veían llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos. A los ratones que invadían la sacristía los invitaba a irse a la huerta y lo seguían en fila muy obedientes. En una misma cacerola hacía comer al mismo tiempo a un gato, un perro y varios ratones. Llegaron los enemigos a su habitación a hacerle daño y él pidió a Dios que lo volviera invisible y los otros no lo vieron.

Cuando oraba con mucha devoción se levantaba por los aires y no veía ni escuchaba a la gente. A veces el mismo virrey que iba a consultarle (siendo Martín tan de pocos estudios) tenía que aguardar un buen rato en la puerta de su habitación, esperando a que terminara su éxtasis. En ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, respondía: "Yo tengo mis modos de entrar y salir".

El Arzobispo se enfermó gravemente y mandó llamar al hermano Martín para que le consiguiera la curación para sus graves dolores. Él le dijo: ¿Cómo se le ocurre a su excelencia invitar a un pobre mulato? Pero luego le colocó la mano sobre el sitio donde sufría los fuertes dolores, rezó con fe, y el arzobispo se mejoró en seguida.

Recogía limosnas en cantidades asombrosas y repartía todo lo que recogía. Miles de menesterosos llegaban a pedirle ayuda.

A los 60 años, después de haber pasado 45 años en la comunidad, mientras le rezaban el Credo y besando un crucifijo, murió el 3 de noviembre de 1639. Toda la ciudad acudió a su entierro y los milagros empezaron a obtenerse a montones por su intercesión.

2 de noviembre: Los Fieles Difuntos


"Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios."

-San Agustín

"Cada uno se presentará ante el tribunal de Dios para darle cuenta de lo que ha hecho, de lo bueno y de lo malo."
- Santa Biblia

Las tres Iglesias: Se llama Iglesia a la asociación de los que creen en Jesucristo. La Iglesia se divide en tres grupos. Iglesia triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo (los que festejamos ayer). Iglesia militante: los que estamos en la tierra luchando por hacer el bien y evitar el mal. E Iglesia sufriente: los que están en el purgatorio purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.

El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992, es un texto de máxima autoridad para todos los católicos del mundo y dice cinco cosas acerca del Purgatorio:

1ª. Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (1030).

2ª. La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación, y ha hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio de Trento. La Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).

3ª. La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º. de los Macabeos en la S. Biblia dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46).

4ª. La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos (Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma").

5ª. San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".

De San Gregorio se narran dos hechos interesantes. El primero, que él ofreció 30 misas por el alma de un difunto, y después el muerto se le apareció en sueños a darle las gracias porque por esas misas había logrado salir del purgatorio. Y el segundo, que un día estando celebrando la Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les respondió: "Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio". Desde tiempos de San Gregorio (año 600) se ha popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de ofrecer misas por el descanso de las benditas almas.

La respuesta de San Agustín: a este gran Santo le preguntó uno: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?", y él le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".

¿Vamos a rezar más por los difuntos? ¿Vamos a ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras buenas obras? Los muertos nunca jamás vienen a espantar a nadie, pero sí rezan y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.

La Alegría del Reino / Autora: Catalina de Jesús

Queridos amigos:
Hoy quería hablaros de la alegría que se vive en el Reino.
Aquí todo el mundo está alegre siempre.
Es una alegría tan profunda que ya no se puede quitar con nada.
Tampoco puede esconderse.Se ve en la cara.
Te la notas y te la notan.
Dice San Lucas en el Evangelio que cuando Jesús ascendió al Cielo,los que lo vieron" lo adoraron y regresaron a Jerusalen con gran alegría" ( Lc24,51)
Imaginaros:
Ya le han visto VIVO.
Son testigos.
Ya saben que todo es VERDAD, que ha merecido la pena.
Que era verdaderamente el HIJO DE DIOS VIVO.
Que les ama.
Que el mundo y el Universo entero han cambiado.
Que ya nada será igual que antes.
Que son portadores de la noticia más grande jamás anunciada.
¡Cómo no iban a bajar a Jerusalén dando botes de alegría!!!!!!!!!!!!!!!
Asi nos hemos quedado...dos mil años dando botes de alegría!!!!!
"El mundo brilla de alegría.
Se renueva la faz de la Tierra."
Asi canta la Iglesia entera cada día en el himno de Tercia.
Así vemos el mundo BRILLANDO de alegría por el Resucitado.
Ya nada tiene mismo color.Todas las realidades han cambiado.
Él llena el Universo entero y nuestro pequeño mundo de SU LUZ.
Nosotros le llamamos la "Buena Noticia".
Y con razón.
Debería de abrir todos los telediarios.
Deberíamos de salir por las calles voceando,
abrazando a la gente...
A veces pienso que nos ha tocado la Lotería.
Recuerdo todas esas imágenes del día de la Lotería de Navidad,
todas esas personas dando saltos, abrazándose,descorchando champán.
Pero no nos han tocado diez mil millones de millones,
ni siquiera cien mil millones de millones,
sino la Lotería de las Loterías...
el "gordo" de los "gordos"...
Dicen que Juan Pablo II despues de tantos años de pontificado,
tantos viajes, tantas vivencias de fe...
decía que lo más grande que le había ocurrido en su vida
fué su bautismo.
Unidos ya a Cristo Resucitado para siempre,
injertados en su Cuerpo,
envueltos en su Amor inmenso,
atados a Él que tira de nosotros sin cesar para llevarnos al Padre...
Cómo no vamos a llorar lágrimas de ALEGRÍA...

Testimonio de dos adolescentes: El valor de ser y decirse cristianos

¿Es todo falso?

Soy la única en la clase que participa en la hora de religión. A menudo mis compañeros literalmente me bombardean con preguntas poniendo en tela de juicio muchos puntos de nuestra fe. Después de la publicación del libro “El Código da Vinci”, sobre todo una compañera no perdía ninguna oportunidad para repetirme que todo en lo que creo es falso.

Yo sabía que no tenía razón, pero era incapaz de responderle con los argumentos apropiados. Hablando de mi problema con otras muchachas que como yo quieren vivir el Evangelio, decidimos profundizar juntas la figura de Jesús, tratando de entender cómo responder a las preguntas de mi compañera. Fue una experiencia bellísima. Si antes para mi sólo estaba claro que mi compañera se equivocaba, ahora verdaderamente tenía argumentos para responderle.

(L. – España)

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¿Ir o no ir?

Me encontraba en la iglesia con mis compañeros de la escuela para el precepto pascual. Durante la celebración todo iba ok, pero en el momento de la comunión empecé a pensar si levantarme o no de la banca.

De hecho ¡ser cristianos ciertamente no está de moda! Es más, para ellos los cristianos son personas débiles, por lo que me daba vergüenza hacerme ver en la fila para la comunión. Temía que se burlaran de mí y este temor me repetía continuamente: “No vayas”.

Pero después tomé valor: ¡era más importante seguir mi fe, que las ideas de mis compañeros! Regresando a mi lugar, me sentía sereno por cómo había actuado y feliz por haber recibido a Jesús. Por el hecho de conocer otros muchachos que viven como yo, gracias a su amor y a su amistad, he adquirido más seguridad en mí mismo y en aquello en lo que creo.

(M. - Italia)

“¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justos como esta ley…?” (Deum 4, 8) / Autora: Chiara Lubich

Un aporte a la humanidad

Los cuarenta años de camino por el desierto fueron, para el pueblo de Israel, un tiempo de prueba y de gracia. Dios purificó su corazón y les mostró su amor inmenso.
Ahora que está por entrar en la Tierra Prometida, Moisés evoca la experiencia vivida. En particular recuerda el gran don que recibieron juntos, la ley de Dios, sintetizada en los Diez Mandamientos, e invita a todos a ponerla en práctica.
Mientras expone esas enseñanzas, Moisés se maravilla por la forma en que Dios se hizo cercano a su pueblo, se ocupó de él, le dio normas de vida tan sabias, y exclama:

“¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justos como esta ley…?”

De diversas maneras y en distintos tiempos, Dios ha inscripto su ley en el corazón de cada persona y ha hablado a todos los pueblos. Todos los hombres pueden alegrarse por el amor que Dios ha mostrado hacia cada uno de ellos. Pero no siempre es fácil comprender su designio sobre la humanidad. Por eso Dios eligió a un pueblo pequeño, el de Israel, para hacer conocer más claramente su plan. Finalmente envió a su Hijo, Jesús, quien reveló plenamente el rostro de Dios manifestándolo como Amor y condensando su ley en el único mandamiento del amor a Dios y al prójimo.

La grandeza de un pueblo y de cada hombre se expresa en la adhesión a la ley de Dios con el “sí” personal. Adhesión que no es una superestructura artificial, ni mucho menos una alienación; no es tampoco resignarse a una mejor o peor suerte, ni se trata de soportar una fatalidad, casi como quien dice: así está establecido, así tiene que ser, es inevitable.

No: la adhesión a la ley de Dios es lo mejor que puede pensarse para el hombre. Implica colaborar para que emerja el gran plan que Dios tiene sobre él y sobre la humanidad entera: hacer de ella una sola familia, unida por el amor, y llevarla a vivir su misma vida divina. Por eso, nosotros también podemos exclamar, como Moisés:

“¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justos como esta ley…?”.

¿Cómo vivir, durante el mes esta Palabra de Vida? Yendo al corazón de la ley divina que Jesús ha sintetizado en el único precepto del amor. Por otra parte, si pasamos revista a los Diez Mandamientos dados por Dios en el Antiguo Testamento, comprobamos que, al amar de verdad a Dios y al prójimo, los observamos todos y a la perfección.
¿Acaso no es verdad que quien ama a Dios no puede admitir otros dioses en su corazón? ¿Qué quien ama a Dios pronuncia su nombre con respeto sagrado y no lo usa en vano? ¿Qué quien ama es feliz de poder dedicar por lo menos un día de la semana a Aquél que más ama? ¿Acaso no es cierto que quien ama a cada prójimo no puede no amar a los propios padres? ¿No es evidente que quien ama a los demás no se pone en situación de robarles, ni de matarlos, ni de aprovecharse de ellos para sus placeres egoístas, ni testimonia en falso contra ellos?

¿Acaso no es también cierto que su corazón, ya pleno y satisfecho, no siente el deseo de los bienes y de las criaturas de los otros? Efectivamente, quien ama no comete pecado, observa toda la ley de Dios.

Lo he comprobado más de una vez, durante mis viajes, en contacto con pueblos y etnias distintas. Recuerdo sobre todo la fuerte impresión que me dejó el pueblo Bangwa en Fontem, Camerún, cuando en el 2000 adhirió de una manera nueva a la invitación a amar.

Preguntémonos cada tanto, durante el día, si nuestras acciones están compenetradas en el amor. Si es así, nuestra vida no será vana, sino un aporte a la realización del plan de Dios sobre la humanidad.

La virtud teologal de la caridad / Autor: Juan Pablo I

«Dios mío, con todo el corazón y sobre todas las cosas os amo a Vos, bien infinito y felicidad eterna nuestra; por amor Vuestro amo al prójimo como a mí mismo y perdono las ofensas recibidas. Señor, haced que os ame cada vez más» Es una oración muy conocida entretejida con frases bíblicas. Me la enseñó mamá cuando era pequeño. Me la enseñó mamá pero la rezo varias veces al día también ahora; y trataré de explicárosla palabra por palabra como lo haría un catequista de parroquia.

Estamos en la «tercera lámpara de la santificación» de que hablaba el Papa Juan: la caridad.

Amo. En clase de filosofía, el profesor me decía: ¿Conoces el campanario de San Marcos? ¿Sí? Y entonces, presta atención, quiere decir que el campanario ha hecho casi un viaje hacia ti. Ha dejado dentro de ti casi un retrato mental de sí mismo. En cambio, ¿amas el campanario de San Marcos? La cosa se da vuelta. Eres tú que va hacia, empujado por aquel retratito mental. O sea: amar significa ir hacia el objeto amado con la mente, con el corazón. Lo dice también la Imitación de Cristo: el que ama currit, volat, laetatur, corre, vuela, está contento, goza ( l. III, cap. V, 4). Entonces, amar a Dios es, por tanto, ir con el corazón hacia Dios. Un viaje bellísimo. De muchacho, me entusiasmaban los viajes narrados por Julio Verne («Veinte mil leguas de viaje submarino», «De la tierra a la luna», «La vuelta al mundo en 80 días», etc). Pero los viajes del amor a Dios son mucho más interesantes. Están contados en las vidas de los santos. Por ejemplo, San Vicente de Paúl, cuya fiesta celebramos hoy, es un gigante de la caridad: Amó a Dios más de lo que se ama a un padre y a una madre; él mismo fue un padre para prisioneros, enfermos, huérfanos y pobres. San Pedro Claver, consagrándose enteramente a Dios, firmaba “Pedro, esclavo de los negros para siempre”.

El viaje comporta a veces sacrificios, pero éstos no nos deben detener. Jesús está en la cruz: ¿lo quieres besar? No puedes por menos de inclinarte hacia la cruz y dejar que te puncen algunas espinas de la corona, que tiene la cabeza del Señor (cf. Sales, Oeuvres, Annecy, t. XXI, pág. 153) No puedes hacer lo que el bueno de San Pedro que supo muy bien gritar «Viva Jesús» en el monte Tabor, donde había gozo, pero ni siquiera se dejó ver junto a Jesús en el monte Calvario, donde había peligro y dolor (cf. Sales, Oeuvres, t. XV, pág. 140)

El amor a Dios es también viaje misterioso: es decir, uno no lo emprende si Dios no toma la iniciativa primero. “Nadie —ha dicho Jesús— puede venir a mí si el Padre no le atrae” (Jn 6, 44). Se preguntaba San Agustín: y entonces ¿dónde queda la libertad humana? Pero Dios que ha querido y construido esta libertad, sabe cómo respetarla aun llevando los corazones al punto que Él se propone: parum est voluntate, etiam voluptate traheris, Dios te atrae no sólo de modo que tú mismo llegues a quererlo, sino hasta de manera que gustes de ser atraído (San Agustín, In Io. Evang. Tr. 26, 4)

Con todo el corazón. Subrayo aquí el adjetivo «todo». El totalitarismo en política es malo. En cambio, en religión nuestro totalitarismo respecto a Dios cuadra estupendamente.

Está escrito: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y llevarás muy dentro del corazón todos estos mandamientos que yo hoy te doy. Incúlcaselos a tus hijos, y cuando estés en tu casa, cuando viajes, cuando te acuestes, cuando te levantes, habla siempre de ellos. Átatelos a tus manos, para que te sirvan de señal; póntelos en la frente entre tus ojos; escríbelos en los postes de tu casa y en tus puertas» (Deut. 6, 5-9)

Ese «todo» repetido y aplicado a la práctica con toda insistencia es de verdad la bandera del maximalismo cristiano. Y es justo: demasiado grande es Dios, demasiado merece Él ante nosotros, para que se le puedan echar, como a un pobre Lázaro, apenas unas migajas de nuestro tiempo y de nuestro corazón. Es el bien infinito y será nuestra felicidad eterna: el dinero, los placeres y las venturas de este mundo comparados con Él, apenas son fragmentos de bien y momentos fugaces de felicidad.

No sería prudente dar mucho de nosotros a estas cosas y poco a Jesús.

Sobre todas las cosas. Ahora se aboca a una confrontación directa entre Dios y el hombre, entre Dios y el mundo.

No sería justo decir: «O Dios o el hombre». Se debe amar «a Dios y al hombre»; pero a este último nunca más que a Dios o contra Dios o igual que a Dios. En otras palabras: el amor a Dios es prevaleciente sin duda, pero no exclusivo.

La Biblia llama santo a Jacob (Dan 3, 35) y amado de Dios (Mal 1, 2; Rom 9, 13), nos lo presenta empeñado en siete años de trabajo a fin de conquistarse a Raquel para mujer suya; « y aquellos años le parecieron sólo unos días por el amor que le tenía » (Gén 29,20).

Francisco de Sales hace un comentario breve de estas palabras: «Jacob —escribe—ama a Raquel con todas sus fuerzas, y con todas sus fuerzas ama a Dios; pero no por ello ama a Raquel igual que a Dios, ni a Dios igual que a Raquel. Ama a Dios como a su Dios sobre todas las cosas y más que a sí mismo; ama a Raquel como a mujer suya sobre todas las demás mujeres y más que a sí mismo. Ama a Dios con amor absoluto y soberanamente extremo, y a Raquel con sumo amor conyugal; un amor no es contrario al otro, porque el de Raquel no atropella las prerrogativas del amor de Dios» (Oeuvres, t. V, pág. 175)

Por amor a Vos amo al prójimo. Estamos aquí ante dos amores que son «hermanos gemelos» e inseparables.

A algunas personas es fácil amarlas; a otras, difícil; no nos resultan simpáticas, nos han ofendido y hecho daño; sólo si amo a Dios en serio, llego a amarlas, en cuanto son hijos de Dios y porque Dios me lo pide.

Jesús ha señalado también cómo amar al prójimo, o sea, no sólo con el sentimiento, sino también con las obras. Éste es el modo, dijo. Os preguntaré: tenía hambre en la persona de mis hermanos pequeños; ¿me habéis dado de comer cuando estaba hambriento? ¿Me habéis visitado cuando estaba enfermo, prisionero? (cf. Mt 25, 34 ss.)

El catecismo concreta éstas y otras palabras de la Biblia en el doble elenco de las siete obras de misericordia corporales y las siete espirituales.

El elenco no está completo y haría falta ponerlo al día. Por ejemplo, entre los hambrientos hoy no se trata ya sólo de este o aquel individuo; hay pueblos enteros. Todos recordamos las graves palabras del Papa Pablo VI: «Con lastimera voz los pueblos hambrientos interpelan a los que abundan en riquezas. Y la Iglesia, conmovida ante tales gritos de angustia, llama a todos y cada uno de los hombres para que movidos por amor respondan finalmente al clamor de los hermanos» (Populorum progressio, 3) Aquí a la caridad se añade la justicia, porque —sigue diciendo Pablo VI— «la propiedad privada para nadie constituye un derecho incondicional y absoluto. Nadie puede reservarse para uso exclusivo suyo lo que de la propia necesidad le sobra, en tanto que a los demás falta lo necesario» (Populorum progressio, 22) Por consiguiente «toda carrera aniquiladora de armamentos resulta un escándalo intolerable» (Populorum progressio, 53).

A la luz de estas expresiones tan fuertes se ve cuán lejanos estamos todavía —individuos y pueblos— de amar a los demás «como a nosotros mismos», según el mandamiento de Jesús.

Otro mandamiento: perdón de las ofensas recibidas. A este perdón parece casi que el Señor da precedencia sobre el culto: «Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante el altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu ofrenda» (Mt 5, 23-24)

Las últimas palabras de la oración son: Señor, que os ame cada vez más. También aquí hay obediencia a un mandamiento de Dios, que ha puesto en nuestro corazón la sed del progreso. De los palafitos, de las cavernas y de las primeras cabañas, hemos pasado a las casas, a los palacios y a los rascacielos; de los viajes a pie, a lomos de mula o de camello, a los coches, a los trenes y a los aviones. Y se desea progresar todavía más con medios cada vez más rápidos, alcanzando metas cada vez más lejanas. Pero amar a Dios —ya lo hemos visto— es también un viaje: y Dios lo quiere cada vez más intenso y perfecto. Ha dicho a todos los suyos: «Vosotros sois la luz del mundo, la sal de la tierra» (cf. Mt 5, 13-14); «sed, pues, perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial» (Mt 5, 48).

Esto quiere decir amar a Dios no poco, sino muchísimo; no detenerse en el punto a que se ha llegado, sino con su ayuda avanzar en el amor.


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Saludos

Tenemos aquí presentes a los enfermos. Les deseamos que puedan curarse. Pero recomendamos tanto a aquellos de la familia y a aquellos que los cuidan, que tengan tanto cuidado. El Papa que os habla ha estado ocho veces en el hospital, con cuatro operaciones. No es la misma cosa tener un enfermero que otro. Hay quien lo hace con gran corazón. No se aprecia sólo el servicio, se aprecia el modo en el cual se es servido, se es acudido. Por lo tanto, recomendamos tanto que sean ayudados con gran caridad, con gran premura.

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Palabras pronunciadas por JUAN PABLO I en la AUDIENCIA GENERAL, miércoles 27 de septiembre de 1978

Convencemos cuando estamos convencidos / Autor: José H. Prado Flores

La vida de Andrés la podemos ver en tres etapas sucesivas pero íntimamente interdependientes: Pescador, seguidor de Juan Bautista y discípulo de Jesús. Sin embargo existe una gran diferencia entre cuando fue seguidor del Bautista que cuando encontró a Jesús y se hizo discípulo suyo.
Veamos cada una de estas tres etapas

A. Pescador del Mar de Tiberíades

Andrés, más conocido por ser el hermano de Simón Pedro, fue primeramente pescador del lago de Galilea, lo cual definió su carácter y personalidad.
Andrés y Simón, hijos de Jonás, habían nacido en Betsaida pero trabajan en Cafarnaúm.
Eran dos hermanos inseparables que compartían barca, trabajo y muy posiblemente hasta la casa.

B. Discípulo de Juan Bautista

En la ribera occidental del rió Jordán brotó un lucero que muy pronto se convirtió en el astro más brillante del firmamento religioso de Israel. Su nombre era Juan y era más conocido como El Bautista, porque proclamaba un bautismo de conversión. Andrés se alistó en las filas del agreste predicador del desierto, lo cual moldeó una firme voluntad.

El predicador no vestía con los lujos de los poderosos de este mundo. Su apariencia era austera, su comida parca y su mensaje taladraba los corazones. El escenario de su predicación era poco acogedor: El candente desierto. Pero tenía una lengua de fuego, cosa extraña en una época en que el legalismo y formalismo habían sofocado las voces proféticas.

Su mensaje era muy esperanzador como comprometedor: El tiempo está cerca; ya está viniendo el Mesías. Prepárense para su llegada, que ya es inminente.


C. Discípulo de Jesús

Posteriormente Andrés fue llamado para ser discípulo del mensajero de buenas noticias de Nazaret. Pero en cuanto encontró al Mesías anunciado por los profetas y esperado por los siglos fue a buscar a su hermano Simón para llevarlo a Jesús.
Leamos el pasaje bíblico en primera persona, como si fuera narrado por el mismo Andrés:

Al día siguiente, mi maestro Juan (Bautista) se encontraba de nuevo en el mismo lugar conmigo y con otro discípulo. Mientras Jesús pasaba, Juan el Bautista fijó en él la vista y nos dijo: «Ese es el Cordero de Dios.»
Nosotros, en cuanto escuchamos esto seguimos a Jesús.
Jesús, al ver que lo seguíamos, se volvió y nos preguntó: « ¿Qué buscan?» Le contestamos: «Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» Jesús nos dijo: «Vengan y lo verán.»
Fuimos, vimos dónde vivía y nos quedamos con él aquel día. Eran como las cuatro de la tarde.
Yo, Andrés, encontré primero a mi propio hermano Simón y le dije: «He encontrado al Mesías» (que significa el Cristo). Y se lo presenté a Jesús.
Jesús miró fijamente a mi hermano Simón y le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan, pero te llamarás Kefas» (que quiere decir Piedra):
Jn 1,35-42.

Cuenta el relato bíblico que en cuanto Andrés encontró a Jesús, regreso con su hermano Simón para invitarlo y traerlo a Jesús. No pudo permanecer pasivo y quiso compartir con él el tesoro largamente anhelado que acababa de encontrar.
Había compartido con él la sangre familias, la profesión. Ahora no podía perder la oportunidad de compartir el tesoro que acababa de encontrar.

Sin embargo, esto plantea una cuestión muy interesante: ¿Por qué no invitó a Simón antes, para que se hiciera discípulo de El Bautista; y si lo hubiera intentado, por qué no logró que su hermano siguiera al austero predicador del desierto de Judea? En ambos casos la causa es la misma. Analicemos cada una de estas posibilidades.

- Si no lo invitó seguramente se debió a que le faltaba un resorte para hacerlo: No estaba seducido por las palabras ni la vida del Bautista. Le faltaba estar obsesionado por aquel hombre que bautizaba en las riberas del río Jordán. Sin duda que Juan no llenaba plenamente el corazón, los anhelos y las expectativas del pescador de Galilea.

No tenía la motivación interna como para llamarlo a seguir al maestro del norte del Mar Muerto.

El que no está convencido ni siquiera intenta convencer, pues sabe que no puede convencer de lo que él mismo no esta fascinado.

- También existe el 50 por ciento de probabilidades que sí haya buscado a Simón para que se hiciera discípulo de Juan Bautista, pero no haya tenido éxito. La causa es exactamente la misma. No lo pudo convencer porque sus argumentos fueron insuficientes. Sus palabras tenían un acento hueco que no lograba penetrar el corazón de su hermano Simón. Andrés, discípulo de Juan, no contaba con esa fuerza que lo impulsara para tratar de persuadir a su hermano; o tal vez no tenia ese convencimiento seductor para que su hermano dejara redes y barca por un motivo superior.

Quien no está convencido no convence. Nuestros sermones y homilías inspiran en la proporción en que nosotros mismos estamos convencidos de aquello que predicamos. El cristianismo crece y se profundiza en la medida en que nosotros creemos firmemente lo que predicamos.

Con Jesús

Cuando Andrés encontró a Jesús sucedió lo contrario: fue a testificar a su hermano. Estaba seducido por las palabras del predicador de Nazaret y no podía dejar de hablar de su experiencia vital de aquel día a las cuatro de la tarde. Y logró que su hermano dejara todo para ser discípulo del maestro de Nazaret.

Andrés estaba tan convencido que fue capaz de atraer a Simón Pedro para que dejara redes y barca, y se alistara para ser pescador de hombres.... Su éxito, a diferencia de cuando era discípulo de El Bautista, radicaba en que ahora sí estaba convencido de Jesús, y sus palabras. Su estilo de vida le fascinaba y tenía esa convicción para que su hermano le creyera y fuera capaz de acompañarlo en su seguimiento de Jesús.
Tal vez lo que convenció a Andrés fue el diferente enfoque entre Juan y Jesús: El bautista proclamaba: Conviértanse porque el Mecías está cerca. Jesús en cambio anunciaba: ¡Porque el Mesías ha llegado, ahora sí son capaces de convertirse!

Si estamos convencidos de lo que hemos visto y oído, entonces basta que encontremos a alguien para que le compartamos el testimonio de nuestra experiencia vivida. Si lo pensamos o comenzamos un largo discernimiento sobre la oportunidad de testificar, si titubeamos o pensamos que no vamos a lograr nuestro objetivo, en realidad estamos dudando de la validez de nuestra experiencia.

Conclusión

Andrés nos cuestiona con agresividad: Cuando permanecemos pasivos y no logramos convencer, lo más seguro es que nosotros mismos no estamos convencidos ni seducidos.

El evangelio está lleno de casos de personas que habiendo encontrado a Jesús no necesitan ir a un curso o hacer un retiro para transformarse en testigos.

El que ha escuchado las palabras de Jesús inmediatamente va a buscar a su hermano y logra traerlo a Jesús.

Así pues, por los frutos de nuestro testimonio podríamos darnos cuenta qué tan convencidos estamos de aquello que anunciamos o enseñamos.

El abandono confiando a la Divina Providencia (III) / Autor: San Claudio de la Colombière


3. Recurso a la oración

Es extraño que habiéndose comprometido Jesucristo tan a menudo y tan solemnemente a atender todos nuestros votos, la mayor parte de los cristianos se quejan todos los días de no ser escuchados. Pues, no se puede atribuir la esterilidad de nuestras oraciones a la naturaleza de los bienes que pedimos, ya que no ha exceptuado nada en sus promesas: Omnia quaecumque Orantes petitis credite quia accipietis (creed que obtendréis cuanto pidiereis por la oración). Tampoco se puede atribuir esta esterilidad a la indignidad de los que piden, pues lo ha prometido a toda clase de personas sin excepción: Omnis qui petit accipit (quien pide, recibe). ¿De dónde puede venir que tantas oraciones nuestras sean rechazadas? ¿Quizás no se deba a que como la mayor parte de los hombres son igualmente insaciables e impacientes en sus deseos, hacen demandas tan excesivas o con tanta urgencia que cansan, que desagradan al Señor o por su indiscreción o por su importunidad? No, no; la única razón por la que obtenemos tan poco de Dios es porque le pedimos demasiado poco y con poca insistencia.

Es cierto que Jesucristo nos ha prometido de parte de su Padre, concedernos todo, incluso las cosas mas pequeñas; pero nos ha prescrito observar un orden en todo lo que pedimos y, sin la observancia de esta regla, en vano esperaremos obtener nada. En San Mateo se nos ha dicho: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura: Quaerite primum regnum Dei, et haec omnia adicientur vobis.

PARA OBTENER BIENES

No se os prohíbe desear las riquezas, y todo lo que es necesario para vivir, incluso para vivir bien; pero hay que desear estos bienes en su rango, y si queréis que todos vuestros deseos a este respecto se cumplan infaliblemente, pedid primero las cosas más importantes, a fin de que se añadan las pequeñas al daros las mayores.

He aquí exactamente lo que le sucedió a Salomón. Dios le había dado la libertad de pedir todo lo que quisiera, él le suplicó de concederle la sabiduría, que necesitaba para cumplir santamente con sus deberes de la realeza. No hizo ninguna mención ni de los tesoros ni de la gloria del mundo; creyó que haciéndole Dios una oferta tan ventajosa tendría la ocasión de obtener bienes considerables. Su prudencia le mereció en seguida lo que pedía e incluso lo que no pedía. Quia postulasti verbum hoc, et non petisti tibi dies multos, nec divitias..., ecce feci tibi secundum sermones tuos: Te concedo de gusto esta sabiduría porque me la has pedido, pero no dejaré de colmarte de años, de honores y de riquezas, porque no me has pedido nada de todo esto: Sed et haec quae non postulasti, divitias scilicet et gloriam.

Si este es el orden que Dios observa en la distribución de sus gracias, no nos debemos extrañar que hasta ahora hayamos orado sin éxito. Os confieso que a menudo estoy lleno de compasión cuando veo la diligencia de ciertas personas, que distribuyen limosnas, que hacen promesa de peregrinaciones y ayunos, que interesan hasta a los ministros del altar para el éxito de sus empresas temporales. ¡Hombres ciegos, temo que roguéis y que hagáis rogar en vano! Hay que hacer estas ofrendas, estas promesas de ayunos y peregrinaciones, para obtener de Dios una entera reforma de vuestras costumbres, para obtener la paciencia cristiana, el desprecio del mundo, el desapego de las criaturas; tras estos primeros pasos de un celo regulado, hubierais podido hacer oraciones por el restablecimiento de vuestra salud y por el progreso de vuestros negocios; Dios hubiera escuchado estas oraciones, o mejor, las hubiera prevenido y se hubiera contentado de conocer vuestros deseos para cumplirlos.

Sin estas gracias primeras, todo lo demás podría ser perjudicial y de ordinario así es; he aquí por qué somos rechazados. Murmuramos, acusamos al Cielo de dureza, de poca fidelidad en sus promesas. Pero nuestro Dios es un Padre lleno de bondad, que prefiere sufrir nuestras quejas y nuestras murmuraciones, antes que apaciguarías con presentes que nos serían funestos.

PARA APARTAR LOS MALES

Lo que he dicho de los bienes, lo digo también de los males de que deseamos vernos libres. Alguien dirá que él no suspira por una gran fortuna, que se contentaría con salir de esta extrema indigencia en la que sus desgracias lo han reducido; deja la gloria y la alta reputación para los que la ansían, desearía tan sólo evitar el oprobio en que le sumergen las calumnias de sus enemigos; en fin, puede pasarse de los placeres, pero sufre dolores que no puede soportar; desde hace tiempo está rogando, pide al Señor con insistencia a ver si quiere suavizarlos; pero le encuentra inexorable. No me sorprende; tenéis males secretos mucho mayores que los males de que os quejáis, sin embargo son males de los que no pedís ser librados; si para conseguirlo hubierais hecho la mitad de las oraciones que habéis hecho para ser curados de los males exteriores, haría ya mucho tiempo que hubierais sido librados de los unos y de los otros. La pobreza os sirve para mantener en humildad a vuestro espíritu, orgulloso por naturaleza; el apego extremo que tenéis por el mundo os hace necesarias estas medicinas que os afligen; en vosotros las enfermedades son como un dique contra la inclinación que tenéis por el placer, contra esta pendiente que os arrastraría a mil desgracias. El descargaros de estas cruces, no sería amaros, sino odiaros cruelmente, a no ser que os concedan las virtudes que no tenéis. Si el Señor os viera con cierto deseo de estas virtudes, os las concedería sin dilación y no sería necesario pedir el resto.

NO SE PIDE BASTANTE

Ved cómo por no pedir bastante, no recibimos nada, porque Dios no podría limitar su liberalidad a pequeños objetos, sin perjudicarnos a nosotros mismos. Os ruego observéis que no digo que no se puedan pedir prosperidades temporales sin ofenderle, y pedir ser liberados de las cruces bajo las que gemimos; sé que para rectificar las oraciones por las que se solicita este tipo de gracias basta con pedirlas con la condición de que no sean contrarias ni a la gloria de Dios, ni a nuestra propia salvación; pero como es difícil que sea glorioso a Dios el escucharos o útil para vosotros, si no aspiráis a mayores dones, os digo que en tanto os contentéis con poco, corréis el riesgo de no obtener nada.

¿Queréis que os dé un buen método para pedir la felicidad incluso temporal, método capaz de forzar a Dios para que os escuche? Decidle de todo corazón: Dios mío, dadme tantas riquezas que mi corazón sea satisfecho o inspiradme un desprecio tan grande que no las desee más; libradme de la pobreza o hacédmela tan amable que la prefiera a todos los tesoros de la tierra; que cesen estos dolores, o lo que será aún más glorioso para Vos, haced que cambien en delicias para mí y que lejos de afligirme y de turbar la paz de mi alma lleguen a ser, a su vez, la fuente más dulce de alegría. Podéis descargarme de la cruz; podéis dejármela, sin que sienta el peso. Podéis extinguir el fuego que me quema; podéis hacer, que en lugar de apagarlo para que no me queme, me sirva de refrigerio, como lo fue para los jóvenes hebreos en el horno de Babilonia. Os pido lo uno o lo otro. ¿Qué importa el modo como yo sea feliz? Si lo soy por la posesión de los bienes terrestres, os daré eternas acciones de gracias; si lo soy por la privación de estos mismos bienes, será un prodigio más gloria a vuestro nombre quedará estaré aún más reconocido.

He aquí una oración digna de ser ofrecida a Dios por un verdadero cristiano. Cuando roguéis de este modo, ¿sabéis cuál es el efecto de vuestros votos? En primer lugar estaréis contento suceda lo que suceda; ¿acaso desean otra cosa los que están deseosos de bienes temporales que estar contentos? En segundo lugar, no solamente no obtendréis infaliblemente una de las dos cosas que habéis perdido, sino que ordinariamente obtendréis las dos. Dios os concederá el disfrute de las riquezas; y para que las poseáis sin apego y sin peligro, os inspirará a la vez un desprecio saludable. Pondrá fin a vuestros dolores, y además os dejará una sed ardiente que os dará el mérito de la paciencia, sin que sufráis. En una palabra, os hará felices en esta vida y temiendo que vuestra dicha no os corrompa, os hará conocer y sentir la vanidad. ¿Se puede desear algo más ventajoso? Nada, sin duda. Pero como una ventaja tan preciosa es digna de ser pedida, acordaos también que merece ser pedida con insistencia. Pues la razón por la que se obtiene tan poco, no es solamente porque se pide poco, es también porque, se pida poco o mucho, no se pide bastante.

PERSEVERANCIA EN LA ORACIÓN

¿Queréis que todas vuestras oraciones sean eficaces infaliblemente? ¿Queréis forzar a Dios a satisfacer todos vuestros deseos? En primer lugar digo que no hay que cansarse de orar. Los que se cansan después de haber rogado durante un tiempo, carecen de humildad o de confianza; y de este modo no merecen ser escuchados. Parece como si pretendierais que se os obedezca al momento vuestra oración como si fuera un mandato; ¿no sabéis que Dios resiste a los soberbios y que se complace en los humildes? ¿Qué? ¿Acaso vuestro orgullo no os permite sufrir que os hagan volver más de una vez para la misma cosa? Es tener muy poca confianza en la bondad de Dios el desesperar tan pronto, el tomar las menores dilaciones por rechazos absolutos.

Cuando se concibe verdaderamente hasta dónde llega la bondad de Dios, jamás se cree uno rechazado, jamás se podría creer que desee quitarnos toda esperanza. Pienso, lo confieso, que cuando veo que más me hace insistir Dios en pedir una misma gracia, más siento crecer en mí la esperanza de obtenerla; nunca creo que mi oración haya sido rechazada, hasta que me doy cuenta de que he dejado de orar; cuando tras un año de solicitaciones, me encuentro en tanto fervor como tenía al principio, no dudo del cumplimiento de mis deseos; y lejos de perder valor después de tan larga espera, creo tener motivo para regocijarme, porque estoy persuadido que seré tanto más satisfecho cuanto más largo tiempo se me haya dejado rogar. Si mis primeras instancias hubieran sido totalmente inútiles, jamás hubiera reiterado los mismos votos, mi esperanza no se hubiera sostenido; ya que mi asiduidad no ha cesado, es una razón para mi el creer que seré pagado liberalmente.

En efecto, la. conversión de san Agustín no fue concedida a santa Mónica hasta después de diez y seis años de lágrimas; pero también fue una conversión incomparablemente más perfecta que la que había pedido. Todos sus deseos se limitaban a ver reducida la incontinencia de este joven en los límites del matrimonio, y tuvo el placer de verle abrazar los más elevados consejos de castidad evangélica. Había deseado solamente que se bautizara, que fuera cristiano, y ella le vio elevado al sacerdocio, a la dignidad episcopal.

En fin, ella sólo pedía a Dios verle salir de la herejía y Dios hizo de él la columna de la Iglesia y el azote de los herejes de su tiempo. Si después de un año o dos de oraciones, esta piadosa madre se hubiera desanimado, si después de diez o doce años, viendo que el mal crecía cada día, que este hijo desgraciado se comprometía cada día en nuevos errores, en nuevos excesos, que a la impureza había añadido la avaricia y la ambición; silo hubiera abandonado todo entonces por desesperación, ¡ cuál hubiera sido su ilusión! ¿Qué agravio no hubiera hecho a su hijo? ¡ De qué consolación no se hubiera privado ella misma! ¡De qué tesoro no hubiera frustrado a su siglo y a todos los siglos venideros!

UNA CONFIANZA OBSTINADA

Para terminar, me dirijo a aquellas personas que veo inclinadas a los pies del altar, para obtener estas preciosas gracias que Dios tiene tanta complacencia en vernos pedir. Almas dichosas, a quienes Dios da a conocer la vanidad de las cosas mundanas, almas que gemís bajo el yugo de vuestras pasiones y que rogáis para ser librados de ellas, almas fervientes que estáis inflamadas del deseo de amar a Dios y de servirle como los santos le han servido y usted que solicita la conversión de este marido, de esta persona querida, no os canséis de rogar, sed constantes, sed infatigables en vuestras peticiones; si se os rechaza hoy, mañana lo obtendréis todo; si no obtenéis nada este año, el año próximo os será más favorable; sin embargo, no penséis que vuestros afanes sean inútiles: Se lleva la cuenta de todos vuestros suspiros, recibiréis en proporción al tiempo que hayáis empleado en rogar; se os está amasando un tesoro que os colmará de una sola vez, que excederá a todos vuestros deseos.

Es necesario descubriros hasta el fin los resortes secretos de la Providencia: La negativa que recibís ahora no es más que un fingimiento del que Dios se sirve para inflamar más vuestro fervor. Ved cómo obra respecto a la Cananea, cómo rehúsa verla y oírla, cómo la trata de extranjera y más duramente aún. ¿No diréis que la importunidad de esta mujer le irrita más y más? Sin embargo, dentro de Él, la admira y está encantado de su confianza y de su humildad; y por esto la rechaza. ¡ Oh clemencia disfrazada, que toma la máscara de la crueldad con qué ternura rechazas a los que más quieres escuchar! Guardaos de dejaros sorprender; al contrario, urgid tanto más cuanto más os parezca que sois rechazados.

Haced como la Cananea, servios contra Dios mismo de las razones que pueda tener para rechazaros. Es cierto debéis decir, que favorecerme sería dar a los perros el pan de los hijos, no merezco la gracia que pido, pero tampoco pretendo que se me conceda por mis méritos, es por los méritos de mi amable Redentor. Si, Señor, debéis temer que haya más consideración a mi indignidad que a vuestra promesa, y que queriendo hacerme justicia os engañéis a vos mismo. Si fuera más digno de vuestros beneficios, os seria menos glorioso el hacerme partícipe de ellos. No es justo hacer favores a un ingrato; ¡oh, Señor!, no es vuestra justicia lo que yo imploro, sino vuestra misericordia. ¡Mantén tu ánimo! dichoso de ti que has comenzado a luchar tan bien contra Dios; no le dejes tranquilo; le agrada la violencia que le hacéis, quiere ser vencida. Haceos notar por vuestra importunidad, haced ver en vosotros un milagro de constancia; forzad a Dios a dejar el disfraz y a deciros con admiración:

Magna est fides tua, fiat tibi sicut vis: Grande es tu fe; confieso que no puedo resistirte más; vete, tendrás lo que deseas, tanto en esta vida como en la otra.

El don de un amor absoluto / Jaume Boada i Rafí O.P.

"Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir. Peleamos y fuiste más fuerte", dice el profeta Jeremías.

Tu quieres hacer de tu vida un don de amor absoluto. Has oído su voz. Decidiste convertir tu vida en una búsqueda, y llegas a comprender que tu oblación sólo tiene sentido cuando la vives en toda su radicalidad, cuando es, en verdad, el don de un amor absoluto, de tu amor total.

Un día le dijiste al Señor con el profeta: "Me sedujiste y me dejé seducir; peleamos y fuiste más fuerte". Pero la historia no termina con estas palabras. Simplemente, empieza. Su realización es consecuencia de una fidelidad constante y creciente en amor.

Por el contrario, en la medida en que vayas admitiendo en tu vida, consciente o inconscientemente, las pequeñas infidelidades, irás sintiendo, o no sentirás nada, lo que es aún peor, que tu vida va perdiendo el sentido. El misterio de nuestra vida en Dios está en el TODO. Sólo en el TODO.

Teresa del Niño Jesús lo comprendió con claridad y lo expresó con la sencillez que les característica: "Oh, Jesús, amor mío. Por fin he encontrado mi vocación. Mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia. Y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío: en el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor. De este modo lo seré todo y mi deseo se verá colmado".

Teresa de Lisieux, es consciente de su pequeñez y de sus limitaciones, pero desde el principio de su vida busca convertirla en un don de su amor absoluto al Señor. Recordemos sus palabras: "Yo me considero como un pajarillo débil cubierto sólo de un ligero plumón. No soy águila. Sólo tengo de ella los ojos y el corazón. Pero, a pesar de mi extrema pequeñez, me atrevo a mirar al sol divino, sol de amor, y mi corazón siente en sí todas las aspiraciones del águila. El pajarillo quisiera volar hacia este brillante sol que fascina sus ojos. ¿Qué será de él?, ¿morirá de pena viéndose tan impotente?. ¡Oh, no! El pajarillo ni siquiera llega a afligirse. Con un abandono audaz quiere seguir mirando fijamente al divino Sol. Nada sería capaz de asustarle, ni el viento, ni la lluvia. Y si oscuras nubes vienen a ocultarle el Astro de Amor, el pajarillo no cambia de sitio. Sabe que, más allá de las nubes, su Sol sigue brillando y que su esplendor no podría eclipsarse ni un solo momento".

Yo te invito hoy a mirar junto al Señor, con una gran pobreza de alma y serenidad confiada, tu vida de cada día, tus ilusiones, tu realidad. Hazlo con sinceridad. Dile al Señor que te ayude a mirar tu vida. No revises, pero mira con paz la realidad de tu vida.

Y te propongo una pregunta para acompañar tu oración: Mi vida de cada día, ¿es expresión de que la quiero vivir como donación de mi amor absoluto?, o también, estas otras pequeñas preguntas: en todo lo que hago ¿me dejo llevar por el amor?. El tono de mi entrega diaria, de mi modo concreto de vivir, ¿permite pensar que sólo me mueve el amor?.

Más aún: te sugiero que ahora hagas tu oración así: haz silencio. Después de un largo tiempo de silencio, después de tomar conciencia de que Él está, hazle esta pregunta: "Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Pero quiero preguntarte, ¿ves en vida el don absoluto de mi amor a ti y a los hermanos?".

Después de esta viva oración, haz silencio y déjale hablar a Él.

Pienso, sinceramente, que te bastará con lo que te pueda decir el Señor. Si haces silencio, escucharás en verdad su voz.

Pero considero que es mi deber fraterno, sugerirte algunos caminos de reflexión y de oración.

Mira: en la vida importan siempre dos cosas: el amor que la mueve y los gestos concretos que lo expresas. Importa el momento de las grandes opciones y la pequeña vida de cada día en la que estas opciones se plasman. La oración, expresión de amor, y el servicio y entrega a los demás como compromiso de amor. La búsqueda sincera del Señor y la capacidad de olvido de ti mismo que esta búsqueda provoca. La globalidad de una vida y los pequeños momentos y pasos que la configuran.

Todo tiene su valor. Creo que no se puede decir que una cosa de estas que te acabo de señalar es más importante que otra. Mutuamente se complementan y se enriquecen, mutuamente se necesitan.

Por ello quiero decirte: tú, que buscas a Dios, deja que el amor mueva tu vida. Recuerda que te entregaste a Él. No olvides hacer de tu oración de cada día una expresión de tu amor. Haz de tu vida un don de tu amor absoluto. Que esto sea la raíz de lo que eres y de lo que haces.

Te has consagrado a Dios en virginidad, en el celibato. Eres de Él. Que tu donación sea signo de tu deseo de entrega sincera, constante, sin fin. Pero nunca olvides el camino necesario de todas las pequeñas cosas de cada día, y que el don de tu amor absoluto se pueda expresar en los hechos más habituales y corrientes de la vida diaria, esto es, tu trabajo, tu vida de relación fraterna, tu manera de hablar, de servir a los demás, toda tu manera de comportarte.

Como dice San Agustín: "Lo que es pequeño, es pequeño, pero la fidelidad a las cosas pequeñas por amor, es algo muy grande". Porque la fidelidad es un camino.

Piensa, por otra parte, que bastará que tú pongas el uno por cien de buena voluntad. El noventa y nueve restante ya lo pondrá el Señor con su gracia.

En mi vida sacerdotal me he encontrado con personas que viven con preocupación su fidelidad. Viven inquietas, no tienen confianza en su propia capacidad. Desconfían de sus posibilidades, hasta que descubren que el Señor les dice: "Sé pobra de alma, vive el presente como un don de mi amor, compártelo con tus hermanos con amor, y confía. Nada más".

En todo caso, siempre te basta su gracia.

Subsiste, sin embargo, una pregunta básica: Es hermoso decir "don de tu amor absoluto", pero, ¿es posible realizarlo en la vida?, ¿acaso esto no será pretender demasiado, mirar demasiado alto?.

Hace un tiempo escuché como una parábola que creo nos puede ayudar a comprender el sentido que ha de tener la respuesta a estas preguntas.

En la vida del espíritu ocurre como en el viaje que un navegante hace por el mar. Cuando va solo en su barca puede escoger dos medios para avanzar: puede usar los remos, con su esfuerzo, su ritmo de marcha. De este modo, aunque camine a base de esfuerzo, va navegando a su aire. En una segunda opción, puede desplegar plenamente las velas de su barca y dejarse llevar por el viento. Nunca olvida los remos, tanto en la primera como en la segunda opción necesita poner algo de sí mismo. Sin embargo, es clara la diferencia: en la primera opción lo más importante son los remos. En la segunda el viento, el viento del Espíritu, sí.

Podrás encontrar un gran paralelismo, salvadas siempre las diferencias de toda comparación, entre esta pequeña parábola del navegante y tu vida de oración y entrega a Dios.

El que ora, el que busca a Dios, el que se ha consagrado a Él puede optar por dos caminos: el ir por sus pasos, a su ritmo, a su aire, con sus precauciones, sus miedos, sus reservas, y con las limitaciones del propio esfuerzo y de la propia capacidad. O puede, por otra parte, lanzar el corazón y abandonarse de lleno al viento de Dios, a su Gracia.

Si miramos atentamente la diferencia entre estos dos caminos, podremos decir que es fácil escoger. Parece más fácil dejarse llevar por el aire que navegar a base del esfuerzo que hacemos remando. Pero, ¿no has pensado que, de hecho, nos gusta más, nos resulta más cómodo caminar a nuestro aire, caminar a tu aire?, ¿no te parece que pesa mucho en tu vida el miedo a la hora de dejarte llevar por el viento del Espíritu?.

Mira: hay muchas pregunta que reflejan este miedo: ¿Qué me puede pedir el Señor?, ¿acaso yo no estoy respondiendo ya a lo que el Señor espera de mí?, ¿porqué tengo que preocuparme de buscar más, de dar más?. ¡Ya basta con caminar así!

Cuando, en mi servicio sacerdotal y fraterno he tenido la ocasión de acercarme al camino interior de las almas, he podido comprobar que el Señor va llevando a cada una de ellas por un camino diferente. El viento y la fuerza del Espíritu son de una riqueza y variedad inimaginables. Pero siempre se da una realidad común: el que busca a Dios, el orante, el que ha consagrado su vida a Él, no estorba. Se abandona plenamente a la acción del Espíritu. A unos el Señor los llama por un camino de sufrimiento, de Cruz, de purificación constante. A otros, les señala el camino del amor y la ternura vividos y expresados en las pequeñas cosas. Para unos, el viento del Espíritu Santo es fuerte e impetuoso, como de tormenta. Para otros es una brisa suave.

Pero, en todo caso, piensa que si tú quieres pedir al Señor la gracia de poder hacer en tu vida el don absoluto de tu amor, tendrás que cuidar por tu parte la preparación para recibir esta gracia. Y esta preparación consiste en cuidad la pobreza de alma, el olvido de ti mismo. No permitas, hermano, que el egoísmo eche raíces en ti.

Vive, también, con delicadeza, tu vida espiritual. No se te pide que seas escrupuloso, pero sí delicado. Valora como un momento fuerte de esta delicadeza espiritual el sacramento de la reconciliación o de la penitencia.

Proponte hacerlo todo por amor, con amor desde el amor. Que este amor se concrete en su servicio y en tu entrega diaria a los hermanos. Pero piensa que si es una amor total, si es un amor evangélico, ha de ser un amor alegre, desinteresado, gratuito.

Vive despierto, atento. Que tu deseo de ser fiel al Señor pueda más que mil motivos de distracción que encuentres en tu vida.

Y, sobre todo, confía. Ten confianza, abandónate en las manos del Padre.

Tú quieres hacer de tu vida el don absoluto de tu amor. Convierte tu oración de hoy en súplica y en atención serena a la voz del Señor. Que Él te inunde con la iluminación del Espíritu Santo. Así podrás adquirir el conocimiento que ninguna palabra humana te puede dar.

Aprende de María el sí: Que se haga en mí según tu palabra. Él, el Señor, te ayudará siempre con su gracia.

Benditos sean... / Enviado por Vivy


Benditos sean los que tienden la mano para ayudar, los que intentan comprender, los que anhelan compartir.

Benditos sean lo que para dar su opinión no necesitan subirse a ningún podio, los que se hacen tiempo para escuchar y los que saben que siempre hay algo por aprender.

Benditos sean aquellos que tratan de pulir y de borrar sus mezquindades y no simplemente de ocultarlas.

Benditos sean los buenos amigos y el culto a la amistad.

Benditos sean los que llenan las noches de filosofía, los que riegan los caminos hacia la utopía con batallas épicas y los que a cada historia de amor la cargan de locuras.

Benditos sean los que disfrutan del sol y de la luna, del cielo abierto y de la noche cerrada, de escalar la montaña y de zambullirse en el mar.

Benditos sean los que pueden eludir la costra y ver la esencia, los que pueden gozar de la poesía que tiene este mundo maravilloso.

Benditos sean los que no abandonan sus principios ni sus raíces, pero que no se cierran a los cambios ni renuncian a intentar volar.

Benditos sean los que sueñan despiertos, sobre todo si sueñan mejorar el mundo que los rodea, y benditos los que del sueño saltan a la acción.

Benditos los que leen lo que otros escriben, los que escuchan atentamente a quienes tienen necesidad de hablar .

Benditos sean los que odian el egoísmo, el dolor, y la apatía ante la injusticia.

Benditos sean los que creen que nunca se llega al ideal pero luchan con pasión infatigable por sus ideales.

Benditos sean los que entienden que el amanecer en la playa, el pan recién horneado, la música y las caricias son partes de una fiesta que merecemos todos.

Benditos sean los que piden perdón, los que dicen gracias y los que no se olvidan de decir por favor.

Benditos sean los que aspiran que el mundo tenga lugar suficiente tanto para la hormiga laboriosa como para la cigarra, con su tan necesario arte.

Benditos sean los que quieren abolir las quejas, los que quieren que asciendan mucho los de abajo y desciendan un poco los de arriba.

Benditos sean los que no subsisten sollozando, mientras esperan el milagro, sino que se proponen forjar algo milagroso.

Benditos sean los que se arriesgan por las causas perdidas, por conquistar corazones y por el bien de los amigos.

Benditos sean los que se arriesgan a mostrar sus sentimientos.

Benditos sean los que se arriesgan.

Benditos sean los que aman la vida.