* «Me senté en la capilla del Santísimo y a los cinco minutos sentía que el corazón se me iba a salir. A los diez estaba en el suelo, llorando y llorando, cuando el Señor puso en mi mente una imagen del bautismo de Jesús, sumergiéndose, pero al salir veía mi rostro mientras recordaba la frase evangélica `Este es mi Hijo amado, en quien me complazco´… Uno de los deseos más profundos que tenemos es el unitivo y si lo entendemos correctamente, buscaremos la Eucaristía. Pero si no entiendo la finalidad de ese deseo, es fácil acabar en la cultura pornográfica, cosificante y sexualizada. Apuntemos al deseo de unión con Cristo y ese deseo será saciado. Hoy más que nunca, el pueblo necesita la Eucaristía»
Gustavo Mejía cuenta su conversión en una entrevista realizada por Montse Castillo
Camino Católico.- Desde que tiene uso de razón, el experimentado evangelizador y psicólogo Gustavo Mejía solo puede recordar a su padre cómo «el mejor héroe» y «el rey de la casa». Una imagen que cambió para siempre cuando un fatídico 20 de diciembre se marchó de casa, indiferente a las súplicas del pequeño, para no volver, mientras Gustavo rezaba una novena a Jesús. Aquel episodio se convertiría en una carencia afectiva que determinaría su vida, hasta el punto que se hizo adicto al sexo, se reía de Dios y «le pedía la muerte». Solo redescubriendo el sentido de «ser hijo» podría sanar y cuando eso sucedió ante el Santísimo decidió servir al Señor con la Teología del Cuerpo. «Con él se fueron mis sueños y mi deseo de vivir«, recuerda entrevistado por Montse Castillo.