10 de febrero de 2013.- (José Calderero /Alfa y Omega / Camino Católico) Ana Isabel Cabezas había querido ser misionera desde pequeña, pero su ceguera lo impidió. Su entrega estaba reservada para una hija con parálisis cerebral, a la que lleva cuidando 31 años. Entre medias, tuvo que soportar las palizas de un marido que le obligó a abortar su segundo hijo. Pudo reconciliarse con Dios y rehacer su vida. Las cosa nunca han sido fáciles para ella, pero no tiene queja. «¿Momentos felices? Muchos, todos», asegura.
Ana Isabel Cabezas tiene sólo un 10% de visión, y lleva 31 años cuidando de su hija Noelia, con parálisis cerebral. A pesar de las dificultades y de llevar una vida de entrega a su hija, ella no se siente modelo de nada: «Yo no soy un ejemplo a seguir. Los que ayudamos a los enfermos no somos ningún ejemplo porque somos humanos y no somos perfectos. Al que hay que imitar es a Jesucristo». Leer más...
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