“Nosotros estamos ungidos por el Espíritu y cuando un sacerdote se aleja de Jesucristo puede perder la unción. En su vida, no: esencialmente la tiene...pero la pierde. Y en vez de ser ungido termina por ser 'grasiento'. ¡Y cuánto mal hacen a la Iglesia los sacerdotes grasientos! Los que ponen su fuerza en las cosas artificiales, en la vanidad, en una actitud...en un lenguaje poco natural...”
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