«Desde que me encontré con el Señor, ha sido un progresivo crecer con Él. Yo llegaba con muchas heridas humanas, como una planta de apariencia sana, pero en realidad frágil, a la que metes en un invernadero. La relación con el Señor va creciendo y robusteciéndose, y ahora hay un suelo sólido, listo para que otros lo pisen»
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