«La unidad en la Iglesia es armonía. Somos diversos, no somos iguales, gracias a Dios. Y todos estamos llamados a la docilidad al Espíritu Santo, la virtud que nos salvará de ser rígidos, de ser ‘alternativos’ y de ser ‘especuladores’ en la Iglesia: la docilidad al Espíritu Santo. Esta docilidad transforma a la Iglesia de una casa en alquiler en una casa propia»
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