«Así está llamada a ser siempre la Iglesia: capaz de sorprender anunciando a todos que Jesús, el Cristo ha vencido la muerte, que los brazos de Dios están siempre abiertos, que su paciencia está siempre allí, esperándonos, para curarnos, para perdonarnos. Precisamente para esta misión Jesús resucitado ha donado su Espíritu a la Iglesia»
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