* «Al descubrir el valor de mis propios hijos, al verlos moverse y sentirlos patear, me di cuenta de que realmente veía en estos niños a bebés completamente humanos que merecían vivir y que tenían la misma dignidad humana que yo. La fe católica nos enseñó a apreciar el valor de la vida humana y cambió toda nuestra visión del mundo…es que no existe regalo más grande que un hijo»
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