«Cuando el Señor visita a su pueblo, nos trae la alegría, nos trae la conversión. Y todos nosotros tenemos miedo no de la alegría, ¡no! – pero sí de la alegría que trae el Señor, porque no podemos controlarla. Tenemos miedo de la conversión, porque convertirse significa dejar que el Señor nos conduzca»
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