“Le pedí a Dios que me concediera el don de poder abandonar mi vida por completo en Dios Padre, y que mi vida fuera toda de Él, haciendo con ella lo que quisiera. Y Dios escuchó mi súplica. Llegaron las Hermanas Guadalupanas Eucarísticas del Padre Celestial a mi parroquia. Una hermana explicó el carisma y al escucharla, sentí que Dios me respondía con claridad y me quedé”
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