Entre ellas ha señalado el peligro de “sentirse inmortales, inmunes o incluso indispensables. La enfermedad de la excesiva actividad de trabajar sin detenerse a contemplar a Cristo.La enfermedad de la insensibilidad humana, de poseer un corazón de piedra, de perder los sentimientos de Jesús. La enfermedad del "alzheimer espiritual", del olvido de la historia de la salvación, de la historia personal con el Señor, del primer amor. La enfermedad de la rivalidad y de la vanagloria y la enfermedad de la esquizofrenia existencial, la de vivir una doble vida fruto de la hipocresía y el vacío espiritual”
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