«¡Cuánta gente en el mundo huye de los horrores de la guerra! ¡Cuántas personas son perseguidas por motivo de su fe, obligadas a abandonar sus casas, sus lugares de culto, sus tierras, sus afectos! ¡Cuántas vidas quebradas! ¡Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción! Frente a todo esto, el discípulo de Cristo no se echa para atrás, no cambia la mirada de otra parte, pero si busca hacerse cargo de esta humanidad sufriente, con proximidad y acogida evangélica»
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