«Encomendar al Padre, encomendar a Dios: éste es el origen de la palabra ‘adiós’. Nosotros decimos ‘adiós’ sólo en las grandes despedidas, tanto de la vida como en la última… A Dios encomiendo mi alma; a Dios encomiendo mi historia; a Dios encomiendo a los míos; a Dios encomiendo todo»
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