«Tantos tranquilizan su propia conciencia con la limosna y dan lo que les sobra a ellos. Ese no es administrador: el administrador toma para sí de lo que sobre y, como servicio, da todo a los demás. Administrar la riqueza es un despojarse continuamente del propio interés y no pensar que estas riquezas nos darán la salvación. Acumular sí, está bien; tesoros sí, está bien, pero aquellos que tienen precio – digámoslo así – en la ‘bolsa del Cielo’. ¡Allí, acumular allí!»
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