"No lo pensé ni un segundo, Giorgio debía estar en su casa. La habíamos acondicionado para ello y a él le habíamos atendido cada día de cada mes de cada año con el mismo cariño, aunque no hubiese reacciones aparentes. Jamás he llorado y ni siquiera me he preguntado por qué nos sucedió a nosotros. Sólo he rezado incesantemente, la fe ha sido una constante en el camino porque me dio la certeza de que antes o después a Giorgio le pasaría algo grande"
No hay comentarios:
Publicar un comentario