Cada hermano es un instrumento precioso que Dios ha regalado a la comunidad y su voz es muy importante: tenemos que aprender a escucharla, amarla, potenciarla e integrarla en la melodía común que proclama la gloria de Dios. Y cuidando muy especialmente de los miembros más débiles: los enfermos, los ancianos, los que sufren por cualquier circunstancia. Estas son las voces más delicadas y más apreciadas por el Señor. La atención preferencial hacia ellos es la prueba de la opción de la comunidad por el amor
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