* «Y estos tres escalones que llevan a la perdición son el apego a las riquezas, porque no tengo necesidad de nada. La vanidad, que todos hablen bien de mí: todos hablan bien, me siento importante, demasiado incienso… y yo creo que soy justo – no como aquel, como aquel otro… Pensemos en la parábola del fariseo y el publicano: ‘Te doy gracias porque no soy como éste…’. ‘Pero gracias, Señor, que soy tan buen católico, no como el vecino, la vecina…’. Todos los días sucede esto… Segundo, la vanidad y, tercero, el orgullo que es la saciedad, las carcajadas que cierran el corazón»
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