“El amor a los enemigos encuentra también su justificación más cabal en el plano ontológico: debemos amarlos movidos, más que por un sentimiento filantrópico, por el hecho de que son parte de nosotros mismos, porque hemos sido creados para formar juntos un sólo Cuerpo por el amor. Las enemistades del presente tienen su origen en el pecado y contradicen la verdad de lo que juntos estamos llamados a ser”
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