“Después será Dios quien hará el resto y transformará los corazones, haciendo brotar en cada uno de nosotros el deseo de rezar, para instaurar un diálogo más profundo y sincero. Tuve el don de encontrar a hombres y mujeres de Dios, en particular dos religiosas que me hicieron ver un rostro de la Iglesia que no conocía. Me enamoré de las luces que tenían en los ojos y tuve la certeza de que el Señor me llamaba a profundizar y hacer crecer mi fe”
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