“A su edad, Jacques era frágil, pero también fuerte. Fuerte por su fe en Cristo, fuerte en su amor por el Evangelio y por la gente, cualquiera que fuera y –estoy segura– también por sus asesinos… Matar en nombre de Dios es siempre satánico. Su muerte está en línea con su vida de sacerdote, que era una vida de donación: una vida ofrecida al Señor, cuando ha dicho ‘sí’ en el momento de su ordenación, una vida al servicio del Evangelio una vida donada para la Iglesia y para la gente, sobre todo para los más pobres, que ha servido siempre en las periferias de Rouen”
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