«Entré en una Iglesia cerca del colegio de mi hija. Estaba sentada ahí, con mis pies sobre el rodillero, llorando. Y, de repente, miré hacia arriba y vi un icono de Cristo, y le dije: “Si estás ahí, me tienes que ayudar”. Y de repente, hubo una presencia que bajó a mí, y casi me levantó. Y las lágrimas se secaron, y la cara se me relajó. Era como si hubiera tenido amnesia toda mi vida, y como si alguien que conocía de toda la vida entrase en la habitación y me lo devolviera todo. Fue una experiencia de las más increíbles, cambió todo»
No hay comentarios:
Publicar un comentario