* «Quise perdonarle antes de que muriera. Un día, después de rezar, fui a ver a mi padre cuando volvía del bosque. Siempre había tenido miedo, pero en ese momento me sentí en paz. Estreché su mano, lo miré a los ojos, le dije que lo perdonaba, que lo sentía todo y que le quería. Sostuve su cabeza cerca de mi corazón. Fue la primera vez en mi vida que abracé a mi padre. Sus ojos se abrieron y quiso arreglarlo todo. Por primera vez en nuestras vidas los niños veíamos al padre abrazando a la madre; lloramos lágrimas de alegría. Nos dijo, a sus hijos, que nos amaba. En cuanto perdoné, estaba feliz, alegre. Este encuentro real con Dios es más poderoso que cualquier odio, maldición, sufrimiento o angustia»
Leer más...
No hay comentarios:
Publicar un comentario