Leer más...* «Creo fue el inicio de mi conversión cuando escuché al sacerdote decir: “Muchachos a Dios hay que retarlo…sí, hay que retarlo, pero con humildad, no con soberbia”. Entonces -dije mentalmente a Dios-: Si existes, házmelo saber de alguna forma clara para mí, por favor… Y entonces, enfrente mío, estaba Ella, la Santísima Virgen, en su advocación de la Medalla Milagrosa, con sus brazos extendidos, sonriendo me dijo: “Hijito mío, ven, te estábamos esperando”»
No hay comentarios:
Publicar un comentario