* «Viví esos meses siempre pensando que moriría. Viví mis propias lamentaciones. Grité: ¿Por qué yo, Señor? ¿Por qué has permitido esta situación? Esperaba mi muerte; no podía entender cómo era posible que estuviera sobreviviendo los continuos combates. En todas las oraciones, durante la Misa, toda la Iglesia filipina nos encomendaba. También grupos evangélicos e incluso musulmanes se acercaban a mi familia y decían: «Somos protestantes, somos musulmanes, pero rezamos para que vuestro hermano esté sano y salvo». Dios me utilizó para guiar a otros hacia la oración. La fe es lo que constituye la Iglesia, no las circunstancias»
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