Paula Caballero Roca / Camino Católico.- Si nos paramos a pensar, seguro que alguna vez se nos ha pasado por la cabeza la gran suerte que tuvieron los contemporáneos a Jesús, sus padres, sus apóstoles, sus amigos; por haberle conocido personalmente y esa idea, quizá, llega a despertar en nosotros un sentimiento de envidia, de esa que llaman «envidia sana». ¿Qué cristiano no hubiera querido vivir cerca de Jesús, sentir su calor, su olor, poder mirarlo cara a cara contemplando su rostro?
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