* «Recuerdo el momento en que decidí entrar en el seminario. Fue un shock para mis parientes, mis comandantes y amigos. Me sentí tan feliz y en paz. Entré en una relación cada vez más profunda con Dios. Fue una profunda conversión personal. Roma me ha ayudado a desarrollar ulteriormente mi espiritualidad y a reafirmarme en mi verdadera vocación para vivir con Dios… como persona»
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