* «La primera tarea de un obispo es orar: da la fuerza. Debes amar a tu prójimo más cercano, que son tus sacerdotes y diáconos. Y ahora, como obispo y como sacerdote, debe estar siempre cerca del pueblo de Dios. Cuando un obispo rompe con el pueblo de Dios termina en un ambiente de ideologías que no tiene nada que ver con el ministerio: no es un ministro, no es un siervo. Ha olvidado el don – gratuito – que le fue dado»
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