En 1988, la primera vez que se enfrentó a un grupo de proxenetas: “Corría incluso riesgo de que me mataran, pero recordé que tenía mi rosarito; metí la mano y mientras lo apretaba le pedí a la Virgen que me salvara de esa situación. Ocurrió un milagro, porque aparecieron en el lugar policías, ¡y me salvé! La policía se llevó a la gente con la cual estaba complicada. A partir de ahí, mi vida cambió. Supe que en esta lucha no estaba sola…”
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