* «¿Puede existir un cristiano que no sea misericordioso? ¡No! El cristiano necesariamente debe ser misericordioso, porque este es el centro del Evangelio. Fiel a esta enseñanza, la Iglesia no puede más que repetir la misma cosa a sus hijos: “Sed misericordiosos, como lo es el Padre, como lo fue el Jesús”»
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