«Sentí la llamada de Dios a través de un santo. Una llamada de misericordia precisamente en el año jubilar. Descubrí que en esos años en los que practicaba abortos había quien rezaba por mí: estaba lejos de Dios y Él vino a cogerme. Y me ha traído hasta aquí. Después no he tenido que hacer nada, sólo dejarme salvar. No merecía todo esto, no merezco ser cristiano. Creo que seré juzgado, pero no tengo miedo. Porque Dios es misericordioso y mirará también mi "sí" a Su llamada»
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