sábado, 16 de agosto de 2025

Karina y Joaquín: «Nos separamos a los 8 años de casados, recibimos la nulidad, pero al conocer al Señor todo cambió y nos volvimos a casar: nuestra roca es Jesús y nuestra relación es nueva. porque Dios nos hizo nuevos»


Karina y Joaquín se volvieron a casar, después de haber obtenido la nulidad matrimonial, porque la gracia de Dios actuó en sus vidas / Foto: Cortesía de Karina y Joaquín

* «Oramos y le entregamos la decisión a Dios, y Él hizo un milagro. Joaquín dice que se le quitó una venda de los ojos. Entendimos que Dios no quería que dejáramos la familia que Él había formado. Fue un nuevo sí, pero no fue fácil. Tuvimos que sanar, hacer mucha terapia, tener muchos encuentros personales con Dios. Tuvimos que morir a lo que fuimos, para que Él pudiera hacernos nuevos… Se necesita fe. Se necesita estar dispuestos a trabajar, a mirar hacia adentro, a dejarse moldear por Dios. La restauración es real, pero no sucede sin decisión, sin humildad y sin proceso. Sabemos que si lo amamos a Él, Él nos da el amor para amarnos entre nosotros» 

Camino Católico.- Joaquín y Karina comenzaron su camino como esposos desde muy jóvenes; ella tenía 20 y él 24. Tras ocho años juntos decidieron separarse y comenzar el trámite de su nulidad matrimonial.

Karina cuenta a Majo Frias en Aleteia que, aunque al tomar la decisión de casarse había mucho amor y amistad, también había heridas muy profundas que no sabían que tenían, pero que necesitaban ser sanadas.

“Nos escondíamos detrás de la diversión y del alcohol. No teníamos idea de lo que significaba realmente el compromiso del matrimonio. Al llegar los problemas, no teníamos herramientas para enfrentarlos. No nos conocíamos a nosotros mismos, ni sabíamos por qué reaccionábamos de ciertas formas”.

Pronto se toparon con una realidad: no estaban listos para un amor maduro, ni para el compromiso que conlleva el matrimonio.

“Nuestras heridas no trabajadas comenzaron a chocar, y sin una relación viva con Dios, sin ese trabajo personal, simplemente no pudimos sostenernos. Fue necesario detenernos y que todo se rompiera para volver a construir”. 

Karina y Joaquín con su hija / Foto: Cortesía de Karina y Joaquín

Tras un tiempo, y con una hija de ocho años, tomaron la decisión de separarse, manteniendo una relación de cuidado y respeto, aún cuando cada uno rehízo su vida con nuevas parejas.

Un encuentro con el Amor para aprender a amarse entre sí

Llegó entonces el momento que lo cambió todo. Conocieron al Señor.

“Al conocer al Señor, todo cambió. Dejamos nuestras relaciones porque queríamos vivir en gracia. Joaquín no quería regresar en ese momento, así que se inició el proceso de nulidad matrimonial”.

Sin embargo, al llegar a firmar su nulidad, tuvieron un encuentro poderoso con el Espíritu Santo.

“Oramos y le entregamos la decisión a Dios, y Él hizo un milagro. Joaquín dice que se le quitó una venda de los ojos. Entendimos que Dios no quería que dejáramos la familia que Él había formado. Fue un nuevo sí, pero no fue fácil. Tuvimos que sanar, hacer mucha terapia, tener muchos encuentros personales con Dios. Tuvimos que morir a lo que fuimos, para que Él pudiera hacernos nuevos”.

Karina reconoce que el proceso fue difícil, pues el enemigo usaba esos miedos y heridas para llenarlos de dudas, para hacerles creer que las cosas no cambiarían y que, de volver a elegirse, la historia se repetiría. “En mi caso, yo ya venía rota, con una depresión profunda aunque aparentaba estar bien. Cuando tuve un encuentro con el amor verdadero —el amor que es Dios— entendí que nunca había sabido amar porque nunca lo había conocido a Él. Al conocerlo, pude ver a Joaquín con Sus ojos, y empezar a amarlo como Él lo amaba”.

Guiados por Dios, decidieron volver a casarse, con Jesús en el centro.

Hoy su vida matrimonial es completamente diferente. “Sabemos que si lo amamos a Él, Él nos da el amor para amarnos entre nosotros”.

“Ahora no buscamos que el otro llene nuestros vacíos. Ante cualquier problema, vamos primero a Dios. Nuestra roca es Jesús, por eso nuestra relación es nueva. Dios nos hizo nuevos. No hay vuelta atrás a la antigua versión de nosotros”.

En su día a día buscan activamente el bien del otro, su crecimiento y desarrollo para que lleguen a convertirse en lo que Dios soñó y cumplan su propósito de vida. “Queremos ser ese faro, ese apoyo en los momentos difíciles, esa persona sana, que sostiene desde el amor, y no desde la necesidad”.

Ya no se trata solo de “nosotros”, aseguran, “sino de amar tanto al otro que anhelas que florezca, que cumpla su llamado. Y todo eso solo es posible porque el amor viene de Dios”.

Crisis como oportunidad para ser transformados por Dios

Desde esta experiencia, Karina enfatiza en que, si bien el matrimonio es de dos, el trabajo interior y la relación con Dios son personales, y sin estos aspectos individuales, la relación puede fracturarse.

“Si no hay un encuentro profundo con Él, si no se sanan las heridas internas con Su luz, es muy difícil sostener una relación sana y verdadera”.

“Las heridas más peligrosas son las heridas de la infancia no sanadas, porque las proyectamos en la relación. Esperamos que el otro las cure, pero eso solo puede hacerlo Dios. Si no las trabajamos, terminamos cargando al otro con algo que no le corresponde”, advierte Karina.

Y reconoce también que hacer un espacio para el divorcio, para otras personas, vicios o ídolos como el trabajo, divide al corazón y abre una puerta de entrada al enemigo.

Karina y Joaquín en el momento de volverse a casar después de haber firmado la nulidad / Foto: Cortesía de Karina y Joaquín

Karina y Joaquín volvieron a celebrar su matrimonio y animan a otras parejas en crisis a buscar un encuentro profundo con Dios, a buscar ayuda profesional y no perder la esperanza.

“Queremos decirles, desde nuestra experiencia, que sí hay luz al final del túnel. Aunque en este momento todo se sienta oscuro, aunque parezca que ya no hay salida, la hay. Pero se necesita valentía. Se necesita fe. Se necesita estar dispuestos a trabajar, a mirar hacia adentro, a dejarse moldear por Dios. La restauración es real, pero no sucede sin decisión, sin humildad y sin proceso.

Y si solo uno de los dos cree en la restauración, con uno basta. Uno que ore. Uno que se rinda. Uno que sane desde la raíz. Uno que busque a Dios con todo el corazón. Porque ese ejemplo transforma. Ese ejemplo arrastra. Ese ejemplo puede ser la chispa que despierte algo nuevo en el otro. El cambio no se impone, se inspira”.

Ambos enfatizan en que la crisis, más que un final, es una oportunidad, pues el punto de quiebre es el lugar perfecto para que Dios reconstruya desde cero.

“La crisis puede ser una puerta de salida o una puerta de entrada a una nueva historia, a una sanación más profunda de la que jamás imaginamos. Si la tomamos como camino, puede ser el inicio de algo muchísimo más bello de lo que fue antes. Pero tenemos que caminar juntos”.

Además, aconsejan: “En medio de la tormenta, no olviden lo bueno que han vivido. Es fácil ver lo negativo cuando todo duele, pero hagan memoria del amor que los unió. Escríbanlo, recen con eso y pídanle a Jesús que les muestre el camino. No se trata de volver solo por costumbre o necesidad; se trata de permitir que Dios haga nuevo ese matrimonio, que lo limpie, que lo purifique y lo eleve”.

Tras todo este camino, concluyen que "Dios es un Dios que cumple sus promesas y que hace todo nuevo, pero tenemos que dejarnos ser moldeados por El".

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