La hermana Agnes Holtz
Camino Católico.- Agnes Holtz hizo del tenis el centro de su vida. En la universidad todo giraba en torno al deporte y las fiestas, hasta que una lesión en la rodilla le obligó a regresar a su casa, con la sensación de que todo le era arrebatado. Esta situación le permitió acercarse a Dios, pero rechazaba la Iglesia católica a causa de muchas ideas protestantes que la confundían. Pero las oraciones de sus padres y el impacto que produjo en ella ver un documental sobre milagros eucarísticos, hizo que empezase su viaje de vuelta a la Iglesia católica y descubrir que Dios la llamaba a una misión especial.
La llamada de Dios llevó Agnes Holtz a ser religiosa de las Hermanas Franciscanas de la Renovación, una nueva comunidad nacida del espíritu capuchino y centrada en una doble vertiente: la evangelización y la atención a los más necesitados. Esta monja vive actualmente en el convento que tienen en el Bronx de Nueva York, un lugar en el que puede cumplir perfectamente con esta misión. La hermana Agnes Holtz explica su testimonio de vocación y conversión en el programa «Cambio de Agujas» de H.M. Televisión, que se visualiza y escucha en el video superior.
Agnes estudió en una escuela y en un instituto que eran católico pero recuerda que aunque recibía los sacramentos “no tenía una relación con Jesús”. Paralelamente sobresalía jugando al tenis, gracias a lo cual recibió una beca para ir a la universidad.
Una experiencia de fe que no cuajó en su vida en ese momento
“Mi felicidad no se fundamentaba en Dios. Intentaba llenar el vacío de mi corazón con muchas cosas y también con personas. Mientras tanto, el tenis se convirtió en una parte cada vez más importante en mi vida”, relata
En el instituto tuvo un primer “despertar en la fe” después de ir a un retiro con 16 años. “Nos dieron un tiempo de silencio y fue en ese momento de oración que sentí el amor del Padre. Lloré de agradecimiento”, rememora.
No obstante, de nuevo se empeñó en buscar la felicidad en el afecto de los amigos, el ambiente del instituto, las fiestas y el tenis, donde cada día sobresalía más. Y así fue como llegó a la universidad con la beca de deportes, “sin cimientos” de la fe. Así empezó a cuestionarse toda su vida: “¿Qué es la vida? ¿Por qué ir a la Iglesia? ¿Por qué ser buena?”. “Me metí en el ambiente de las fiestas de la universidad y en jugar al tenis. Eso es todo”, dice Agnes.
Operación y oración en Semana Santa
Sufrió una grave lesión en el ligamento de su rodilla, situación que trastocó sus planes, y tuvo que volver a su casa y ser operada. Entonces, explica la hermana Agnes, “dejé el tenis, mis amigos, la fiesta y me preguntaba: ‘¿quién soy yo? ¿Quién eres Tú?’. Era la oración franciscana. Me operaron el Viernes Santo y el Jueves Santo estaba rezando esta oración frente al Señor”.
De esta manera comenzó a buscar a Jesús. Ingresó en un grupo de cristianos jóvenes a los que veía alegres. “Quería su alegría porque sabía de Jesús pero no lo conocía de verdad en mi corazón”, confidencia Agnes, y añade: “Desafortunadamente necesité de otra conversión”.
Cuestiona toda su fe y se vuelve anticatólica
“Me recuperé de la lesión y volví a jugar al tenis. Pero me convertí no en la Iglesia Católica, no quería que se me identificara como católica. Dejé totalmente la Iglesia y cuestioné toda mi fe católica, al punto de volverme anticatólica”, explica la religiosa.
En esa época de su vida quería encontrar todas las respuestas sobre la fe por ella misma a través de la Escritura. Pero le faltaba la Tradición. Agnes señala que “buscaba la verdad y al Señor pero no en los lugares correctos, y me volví cada vez más radical”, hasta el punto que se preparaba para ser misionera de un grupo cristiano no católico.
La poderosa oración de sus padres
La oración perseverante de sus padres fue la que la devolvió a la Iglesia Católica según reconoce Agnes. Durante un tiempo volvió a casa, pero ella se negaba a acompañar a sus padres a la iglesia.
A pesar de todo, sus padres no desistían y dejaban libros sobre su cama. “Leí el libro Roma, dulce hogar de Scott Hann y me ayudó a entender muchas cosas. Y también un vídeo El milagro de la Eucaristía, que fue lo que me trajo de vuelta”. Ver los milagros eucarísticos que contaban en el “vídeo más cutre que he visto” le hizo ver la grandiosidad de Dios.
Decidió volver a confesarse y a ir a misa todos días. “Era como una esponja”, afirma. Y así se fue dando “el despertar de mi vocación”. Sentía inquietud en ayudar a los demás y dejó el tenis a un lado para empezar a trabajar como enfermera, concretamente en un departamento de oncología pediátrica.
Quería casarse, pero una conversación con una monja abrió el camino a la llamada de Dios
Agnes no se planteaba la vocación religiosa y ella opina que era “porque no entendía qué era una hermana. Pensaba en el estereotipo de que entrabas al convento si no podías casarte. Yo quería casarme y tener hijos, y pensaba que las monjas no eran felices”.
Fue una conversación con una monja lo que cambió totalmente su perspectiva sobre la vida religiosa. Esta chica era joven como ella y de su propio instituto por lo que la conocía. Y una vez que constató el amor que sentía por Dios, Agnes empezó a llorar y también a abrirse a esta posibilidad.
Y en una peregrinación mariana tras una novena de 54 días. “Fue entonces cuando experimenté al Señor llamándome a ser su Esposa”, afirma. Primero se resistió pero cuando al fin abrió la puerta “la paz y la alegría inundaron mi corazón”. Ya sólo faltaba buscar qué lugar concreto quería Dios para ella. Y tras visitar varios monasterios y conventos tuvo claro que sería franciscana de la renovación. “Simplemente lo supe: era ahí”. Y desde entonces está en el Bronx.