* «Yo me preguntaba: ‘Cómo puede ser que un hombre cambie así. Cómo puede ser que una persona que no podía vivir sin beber, de repente lo deje’. Era un hombre destruido y ahora era una persona normal. Yo estaba también destruido, vendía drogas, llevaba armas, era un pandillero. Estaba harto de ello, pero no encontraba una salida. No tenía dirección en la vida. Entonces un día tuve el valor de decirle a mi padre: ‘¿Qué has hecho para ahora tener un trabajo y dejar la bebida? ¿Quiero lo mismo que tú?’. Él me habló entonces de ese grupo del que formaba ahora parte en la parroquia, se llamaba Camino Neocatecumenal. Y me invitó a escuchar unas catequesis. Entonces pensé que no tenía mucho que perder, y fui. La comunidad para mí fue una ayuda para acercarme a Dios y ver a lo que el Señor me llamaba. Eran un grupo de gente de distintas edades, algunos jóvenes como yo. Eso me hizo ver de otra manera a la Iglesia, porque yo pensaba que estas cosas eran solo para los curas»
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