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viernes, 12 de diciembre de 2025

Oración de San Juan Pablo II a la Virgen de Guadalupe y otras dos para pedir su protección y por las madres gestantes

Camino Católico.-  Cada 12 de diciembre la Iglesia celebra a María, la Madre de Dios, bajo una de las advocaciones más populares y queridas en el mundo: la Virgen de Guadalupe. Siendo Ella baluarte de la identidad católica de América, ha trascendido las fronteras del mundo hispánico para colocarse en el centro mismo de lo que San Juan Pablo II llamó “Nueva Evangelización”, vocación de la Iglesia toda.

La devoción a la Virgen de Guadalupe tiene su origen en las apariciones de Nuestra Señora acontecidas entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 en las faldas del cerro del Tepeyac, ubicado al norte de la Ciudad de México.

Milagrosamente la imagen de la Virgen aparecida quedó impresa en el manto de un indígena chichimeca de nombre Juan Diego, quien llegaría después a los altares. Esa imagen se conserva hasta hoy en la basílica construida en honor a la Virgen en el lugar donde apareció.

Madre que consuela y anima

Cuando el mundo de hoy aparece sumido en una profunda crisis de valores, y los retos ponen a prueba nuestra fe, es necesario hacer silencio en el corazón y recordar que Dios nos ha puesto bajo los cuidados de su Madre. ¡Cuánto consuelo podemos hallar en las palabras de la Virgen del Tepeyac dirigidas a San Juan Diego, vidente de Guadalupe!:

“No se entristezca tu corazón… ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”.

Con ese cariño animó la Virgen al afligido Juan Diego aquel 12 de diciembre de 1531, igual como hace hoy con nosotros, peregrinos en el mundo. Las palabras de María deben recordarnos además que Jesús está de lado de quienes quieren de la tierra un lugar mejor.

Por eso hoy elevamos una oración a la Emperatriz de América y Patrona de México para dar gracias por el milagro de Guadalupe: por haber dejado su rostro grabado no solo sobre una tilma sino también en nuestros corazones, en el alma de una nación y en el alma de todo un Continente, su cultura y su fe. María de Guadalupe es señal irrefutable de cuánto Dios ama a sus hijos.

Un poco de historia sobre las apariciones

Una década después de iniciada la conquista de México, los misioneros españoles se encontraban frente a una difícil situación. El esfuerzo evangelizador, por distintos y complejos motivos, no había producido los frutos esperados.

Entre otras cosas, pesaban sobre la conciencia de los conquistadores los innumerables pecados cometidos contra los indígenas, así como las contradicciones propias de la ambición desmedida y el ansia de poder. En ese contexto, los misioneros experimentaban el desconcierto a causa de las escasas -o poco sólidas- conversiones.

Contra cualquier cosa que podría haberse esperado, todo empezó a cambiar desde el 9 de diciembre de 1531. Sería la Madre de Dios quien personalmente variaría el curso de la evangelización y de manera definitiva.

En el lugar llamado Tepeyac, María Santísima se le apareció a un campesino chichimeca de nombre Juan Diego, recién convertido al cristianismo. Para Juan Diego aquella mujer era “la Señora”, a quien miró con respeto, pero quizás también con un poco de lejanía. Ella, mientras tanto, quería tocar su corazón: se presentaba a sí misma como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”.

“La Señora” le encomendó a Juan Diego que pidiese al obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, que mandara construir una iglesia dedicada a Ella, en el mismo lugar en el que había aparecido. Juan Diego comunicó esto al obispo, pero no le creyó. En la siguiente aparición, la Virgen le solicitó a Juan Diego que insistiera. Un día después, Juan Diego volvía a encontrarse con el prelado sin lograr que cambiara de posición.

El martes 12 de diciembre, la Virgen se le presentó nuevamente para darle consuelo y esperanza. Juan Diego, reconfortado, le confesó a la “Señora” que tenía a su tío muy enfermo y que había intentado evitar un encuentro con ella por ese motivo.

Ella, entonces, le pidió que subiera a la cima del monte de Tepeyac, que recogiera flores y se las llevara consigo. Aunque el pedido parecía descabellado -era invierno y los campos no florecen-, San Juan Diego obedeció. Al llegar al sitio indicado encontró un brote de flores muy hermosas, las colocó en su tilma y se las llevó al obispo, tal y como la Virgen se lo había pedido.

Estando frente al prelado, San Juan Diego desplegó la parte delantera de su “tilma” dejando descubrir su carga. Las flores cayeron, pero algo inesperado ocurrió: en el tejido de la tilma había quedado impresa la imagen de la “Señora”, la Virgen María. Frente a los ojos de Monseñor Zumárraga y de los ocasionales testigos de la escena, lo sucedido era, por decir lo menos, “inusual”.

La imagen mostraba a la Virgen María como una mujer de tez morena, con rasgos mestizos; adornada como una reina, de pie sobre una media luna y sostenida por un ángel. Los presentes cayeron de rodillas impactados por aquello que estaban viendo. Mons. Zumárraga, conmovido, pidió perdón por su actitud inicial.

Al día siguiente, el Obispo Zumárraga, acompañado de Juan Diego, visitaría el lugar de las apariciones en el monte del Tepeyac. Allí, dio la orden para la construcción del templo, mientras los primeros hombres se ofrecían para realizar la obra. Luego, Juan Diego se marchó presurosamente a ver a su tío Juan Bernardino, que había estado muy enfermo. Al llegar, lo vio recuperado, de pie y evidenciando salud. ¡La Virgen había hecho el milagro!

Juan Bernardino le contó a su sobrino que había visto también a la “Señora” y que Ella le pidió que testimoniara su curación al obispo.


Significado

La presencia de la Virgen de Guadalupe en ese momento, y a lo largo de la historia de la Iglesia en América, ha representado una fuente de fuerza inagotable, capaz de renovar una y otra vez el impulso evangelizador.

Desde las apariciones, la Virgen se convirtió en la protagonista y la artífice de la reconciliación entre nativos y españoles, entre las culturas originales y la cultura occidental.

María de Guadalupe ha sido el catalizador del más rico y floreciente mestizaje; la prueba de que el Evangelio puede hundir sus raíces en las culturas, humanizarlas y coronarlas de grandeza; el sello indeleble de que la Buena Nueva es para todos. En los 7 años posteriores a las apariciones, millones de indios se convirtieron a la fe católica y se bautizaron. Fue una eclosión de fe que evoca la predicación de los Apóstoles después de Pentecostés.

La Virgen nos escucha, pero también habla y nos manda una tarea

“Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito, para allí mostrárselo a ustedes, engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación (...) Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos ustedes, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno, y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión. Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores” (Palabras de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego).

¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Reconstruyamos con Ella la Iglesia!


Oración de San Juan Pablo II 

¡Oh Virgen de Inmaculada,
Madre del verdadero Dios y Madre de Iglesia!
Tú, que desde este lugar manifiestas
tu clemencia y tu compasión
a todos los que solicitan tu amparo;
escucha la oración que con filial confianza te dirigimos,
y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso,
a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores,
te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos,
nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;
ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado,
Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino
De una plena fidelidad a Jesucristo a su Iglesia:
No nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos
Los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos
de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios
y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares
la gracia de amar y de respetar la vida que comienza
con el mismo amor con el que concebiste en tu seno
la vida del Hijo de Dios.
Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias,
Para que estén muy unidas, y bendice a la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión,
Enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos
a levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestra culpas
y pecados en el sacramento de la Penitencia,
que trae sosiego al alma.

Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos,
Que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.

Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia,
Con nuestros corazones libres de mal y de odios,
Podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz,
que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
que con Dios Padre y con el Espíritu Santo,
vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén

Juan Pablo II

México, enero de 1979

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Oración invocando la protección   

Virgen Santísima de Guadalupe, Madre de Dios, Señora y Madre nuestra. Venos aquí postrados ante tu santa imagen, que nos dejaste estampada en la tilma de Juan Diego, como prenda de amor, bondad y misericordia. Aún siguen resonando las palabras que dijiste a Juan con inefable ternura: "Hijo mío queridísimo, Juan a quien amo como a un pequeñito y delicado," cuando radiante de hermosura te presentaste ante su vista en el cerro del Tepeyac.

Haz que merezcamos oír en el fondo del alma esas mismas palabras. Sí, eres nuestra Madre; la Madre de Dios es nuestra Madre, la más tierna, la más compasiva. Y para ser nuestra Madre y cobijarnos bajo el manto de tu protección te quedaste en tu imagen de Guadalupe.

Virgen Santísima de Guadalupe, muestra que eres nuestra Madre. Defiéndenos en las tentaciones, consuélanos en las tristezas, y ayúdanos en todas nuestras necesidades. En los peligros, en las enfermedades, en las persecuciones, en las amarguras, en los abandonos, en la hora de nuestra muerte, míranos con ojos compasivos y no te separes jamás de nosotros.

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Oración en vídeo por las madres gestantes


Madre Santísima de Guadalupe, cúbreme con tu manto y fortalece mi fe; San Juan Diego, enséñame a escuchar la voz de Dios con un corazón dócil y obediente / Por P. Carlos García Malo

 


domingo, 30 de noviembre de 2025

Oraciones a San Andrés, apóstol, ante problemas y dificultades y por los cuidadores de enfermos para que tengan fortaleza para amar

Camino Católico.- Cada 30 de noviembre se celebra la fiesta de San Andrés Apóstol, hermano de San Pedro y patrono de la Iglesia Ortodoxa.

El primero en ser convocado

San Andrés nació en Betsaida. Fue primero discípulo de Juan el Bautista y luego siguió a Jesús. Por intermedio de él, Pedro, su hermano, conoció al Señor.

Dice al respecto San Juan Crisóstomo:

“Andrés, después de permanecer con Jesús y de aprender de Él muchas cosas, no escondió el tesoro para sí solo, sino que corrió presuroso en busca de su hermano, para hacerle partícipe de su descubrimiento. Fíjate en lo que dice a su hermano: Hemos encontrado al Mesías que significa Cristo… Son las palabras de un alma que desea ardientemente la venida del Señor, que espera al que vendrá del cielo, que exulta de gozo cuando se ha manifestado y que se apresura a comunicar a los demás tan excelsa noticia”.

En los Evangelios, Andrés es mencionado varias veces. Por ejemplo, es él quien escucha decir a Felipe que hay unos griegos que quieren conocer al Señor, y decide acompañarlo para presentarlos a Jesús.

Andrés también protagoniza el episodio del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Es él quien lleva ante Jesús al muchacho que tenía los cinco panes y los dos peces.

Ministerio apostólico y patronazgos: la Cruz de San Andrés

La tradición señala que el Apóstol San Andrés, después de Pentecostés, fue a predicar la Buena Nueva entre los griegos y, de acuerdo a ciertos relatos, habría llegado hasta Kiev (Ucrania) en el ejercicio de su predicación.

Se le considera el fundador de la Iglesia en Constantinopla -hoy, Estambul, Turquía-. Son precisamente los herederos del cristianismo oriental quienes lo llaman “Protocletos”, que en griego quiere decir “el primer llamado”.

El Apóstol murió crucificado en Acaya (Grecia). De acuerdo a la tradición, fue puesto sobre una cruz en forma de una “X”. De aquí surge la llamada “cruz aspada”, conocida popularmente como la “Cruz de San Andrés”.

Esta cruz sigue formando parte de la simbología occidental, como es posible notar en estandartes y banderas nacionales, siendo la de Escocia uno de los casos más emblemáticos.

Por la unidad de los que creen en Cristo

El Papa Francisco, en noviembre de 2014, tuvo un encuentro con Bartolomé, Patriarca de Constantinopla, cabeza de la Iglesia Ortodoxa y sucesor de San Andrés. Los patriarcas ortodoxos se consideran sucesores de San Andrés de manera semejante a como los Papas señalan ser sucesores de Pedro.

Aquel encuentro marcó un hito en la larga historia de acercamientos entre cristianos ortodoxos y católicos, involucrados en la tarea de reconstruir la unidad del Pueblo de Dios perdida por el Gran Cisma (1054).

Uno de los momentos más emotivos de aquella histórica visita papal tuvo lugar en las vísperas de la Fiesta de San Andrés, cuando el Papa Francisco le pidió la bendición a Bartolomé e inclinó la cabeza para recibirla.

El Patriarca, quien en varias oportunidades llamó a Francisco "hermano", lo bendijo y lo besó en la cabeza.

Invoquemos con las siguientes oraciones la intercesión de San Andrés, apóstol, ante problemas y dificultades y por los cuidadores de enfermos para que tengan fortaleza para amar.

Oración ante problemas y dificultades

Oh Glorioso apóstol san Andrés, que recibiste la llamada y seguiste al Cordero de Dios dejando de ser pescador de peces para ser por siempre pescador de hombres y tuviste el privilegio de ser el primer discípulo de Jesús.

Tú que aprendiste de Él lo que es el amor hacia los demás escuchaste su Palabra y presenciaste sus obras y milagros y después de recibir al Espíritu Santo, en forma de lengua de fuego, junto a María Santísima y los demás Apóstoles te dedicaste a predicar valientemente el Evangelio y obraste numerosos prodigios y milagros.

Tú que tuviste la suerte de vivir con Cristo en familia, te pido lleves mis peticiones al Divino Maestro para que envíe bendiciones a mi hogar que ahora pasa por serios problemas y necesidades. 

San Andrés, lleno de fidelidad hasta la muerte, que fuiste atado a una cruz donde padeciste por tres días y desde ella seguías hablando a la gente del Buen Jesús, te ruego me otorgues tu protección y por la Santa Cruz de Nuestro Señor te pido me ayudes en mis problemas, en mis tristezas, intercede ante el trono de su Divina Majestad y ruega para que mi petición sea escuchada y respondida y pueda obtener la ayuda especial que necesito en: (decir la petición ante la dificultad o problema que tengamos). 

San Andrés, no tardes en interceder por mis peticiones y pide a Jesús, verdadero Dios y todo caridad, que aplique su mano bienhechora sobre mi familia y remedie todos los males que nos aquejan, que nos llene de amor, salud, paz y abundancia. 

También te pido me enseñes a seguir a Jesucristo, y que tu ejemplo me sirva para hacer buenas obras y no apartarme de los caminos que conducen al Cielo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

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Oración por los cuidadores de enfermos para que tengan fortaleza para amar

Santo Hermano Andrés, día tras día, acogiste con amor y compasión a las personas que acudían a ti para compartir su sufrimiento.

Has conocido el cansancio de esas largas horas dedicadas al servicio de los demás.

Quién mejor que tú podría comprender el cansancio de las mujeres y los hombres que se entregan día tras día al servicio de un ser querido afectado por la enfermedad.

Quién mejor que tú podría compartir el sufrimiento de los enfermos y su alegría por tener cerca a alguien dispuesto a ayudarles día tras día.

Tú, que eres el patrón de los cuidadores, ayúdanos a tener cada día la fuerza de amar a las personas que cuidamos y la alegría de acoger su amor.

Contigo, llevamos nuestras alegrías y nuestros sufrimientos a los pies del Señor.

Contigo, nos encomendamos a San José y a la Virgen María.

Contigo, nos dirigimos a Dios, nuestro Padre, fuente de toda gracia y bondad.

Amén.

jueves, 27 de noviembre de 2025

Oraciones a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa: para consagrarse, pedirle un milagro, interceder por los demás, obtener una gracia, por la conversión de un pecador, la curación de un enfermo y una de San Juan Pablo II

Camino Católico.- Cada 27 de noviembre los fieles católicos celebran el día de la Virgen de la Medalla Milagrosa, advocación mariana originaria de Francia, cuya devoción se ha extendido por todo el mundo.

Los devotos de la Medalla Milagrosa se unen ese día en espíritu de oración en recuerdo de aquel 27 de noviembre de 1830 en el que la Madre de Dios se le apareció a Santa Catalina Labouré.

Ese día la Virgen le ordenó a la joven religiosa: "Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza".

Santa Catalina Labouré

Catalina Labouré fue una religiosa francesa perteneciente a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Era una mujer de oración penetrante, poseedora de un alma mística. Según la descripción de la santa, María se le apareció de la siguiente manera:

“Estaba vestida con una túnica blanca y un velo del mismo color que la cubría desde la cabeza hasta los pies. Su rostro era bellísimo. Los pies aparecían apoyados encima de una esfera o globo, mientras pisaban a una serpiente. Sus manos, a la altura del corazón, sostenían una pequeña esfera de oro, coronada con una cruz. Los dedos de las manos estaban adornados con anillos con piedras preciosas, desde las que salían destellos de luz”.

La Medalla Milagrosa

La Virgen le dijo a Catalina: “Este globo que ves (a mis pies) representa al mundo entero, especialmente a Francia, y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no las piden”.

En ese momento, la esfera o globo de oro que tenía la Virgen en las manos -prosigue el relato- se desvaneció, y sus brazos se extendieron, abiertos, mientras los rayos de luz continuaban cayendo sobre el globo blanco a sus pies.

De pronto apareció una forma ovalada en torno a la figura de la Virgen, con una inscripción en el borde interior que decía: "María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a Ti".

Estas palabras formaban un semicírculo que empezaba a la altura de la mano derecha de la Virgen, pasaba por encima de su cabeza y terminaba a la altura de la mano izquierda. María, mostrándose de esa manera, le pide a Catalina que acuñe una medalla según la imagen que estaba contemplando.

Entonces, la imagen de la Virgen giró y Catalina pudo ver el reverso. En este estaba inscrita la letra “M”, con una cruz que se alzaba desde la mitad. Por debajo de la inscripción estaban el Corazón de Jesús, circundado con una corona de espinas, y el Corazón de María, traspasado por una espada. Alrededor, formando un contorno, aparecían doce estrellas.

La Inmaculada Concepción

Esta manifestación se repitió a finales del mes siguiente, en diciembre de 1830, y en los primeros días de enero de 1831.

En un principio, los devotos de la medalla la llamaron “Medalla de la Inmaculada Concepción”, pero con la difusión de la devoción -fortalecida e impulsada por las numerosísimas gracias y milagros- los fieles empezaron a llamarla “La Medalla Milagrosa”, tal y como se hace en nuestros días.

Invoquemos a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa con las siguientes oraciones:

Oración de Consagración a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios. Yo os prometo, virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor. Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén. 

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 Oración para pedirle un milagro

Oh Virgen de los Milagros, tierna Madre del Señor,

hoy acudimos ante ti con todo nuestro fervor,

escucha de tus hijos su mas sentido clamor

y dirige hacia nosotros la mirada de tus amorosos ojos,

no nos dejes sin tu auxilio en las desolaciones y llantos

ilumínanos en las penas y tristezas con tu amor,

danos esperanza y alivio cuando nos invada la aflicción.

Santa María de los Milagros, Madre del Redentor,

Excelsa Señora depositaria de los dones del Señor,

en estos momentos aciagos precisamos tu comprensión,

ampáranos y con tus manos bondadosa concédenos favor,

alivia los problemas y dificultades que nos causan desazón.

Tú que tantos milagros derramas a los que van a ti con devoción

haz en nuestras vidas un milagro y danos solución

para este grave circunstancia que nos duele y rompe el corazón:

(pedir con gran esperanza lo que se quiere conseguir)

Nuestra Señora de los Milagros, Reina de misericordia,

asístenos con tu poderosa intercesión

y nuestros males, preocupaciones y necesidades remedia

ayúdanos en la lucha, danos fortaleza y valor,

guía nuestros pasos y alumbra nuestros caminos

¡ruega por tus hijos ante Dios!

extiende sobre nosotros el celeste manto de tu protección

libéranos de enemigos y peligros

danos salud, trabajo, prosperidad y amor,

llena nuestros hogares de justicia, fe, esperanza y caridad,

y uno a uno danos refugio y tu bendición de paz.

¡Virgen de los Milagros, Madre compasiva, 

no nos desampares ni en la muerte ni en la vida!

Amén.

Rezar la Salve y tres Avemarías.

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Oración para interceder por los demás


Oh Virgen Inmaculada, sabemos que siempre y en todas partes estás dispuesta a escuchar las oraciones de tus hijos desterrados en este valle de lágrimas.

Haz, oh Madre, que esta hora que te recuerda la dulce conmoción de Tu Corazón, que te movió a venirnos a visitar y a traernos el remedio de tantos males, haz que esta hora sea también nuestra hora, la hora de nuestra sincera conversión, y la hora en que sean escuchados plenamente nuestros votos Haz que tu Medalla derrame sobre nosotros y sobre todos nuestros seres queridos tus benéficos rayos: cure a nuestros enfermos, dé la paz a nuestras familias, nos libre de todo peligro.

Lleve tu Medalla alivio al que sufre, consuelo al que llora, luz y fuerza a todos. Especialmente te pedimos por la conversión de los pecadores, particularmente de aquéllos que nos son más queridos.

Recuerda que por ellos has sufrido, has rogado y has llorado. Sálvanos, oh Refugio de los pecadores, a fin de que después de haberte todos amado, invocado y servido en la tierra, podamos ir a agradecerte y alabarte eternamente en el Cielo.

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Oración para obtener una gracia especial

¡Oh María, consuelo de cuantos os invocan!. Escuchad benigna la confiada oración que en mi necesidad elevo al trono de vuestra misericordia. ¿A quién podré recurrir mejor que a Vos, Virgen bendita, que sólo respiráis dignidad y clemencia, que dueña de todos los bienes de Dios, sólo pensáis en difundirlos en torno vuestro? Sed pues mi amparo, mi esperanza en esta ocasión; y ya que devotamente pende de mi cuello la Medalla Milagrosa, prenda inestimable de vuestro amor, concededme, Madre Inmaculada, concededme la gracia que con tanta insistencia os pido.

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Oración para obtener la conversión de un pecador

¡Oh Virgen Inmaculada, verdadera escala por donde pueden los pecadores llegar al reino de Dios! Mostraos tal en la conversión de este infeliz que eficazmente encomendamos a vuestro patrocinio; iluminad su inteligencia con los rayos de luz divina que proyecta vuestra Medalla, para que conozca la vida peligrosa que arrastra, la inmensa desventura en que vive alejado de Dios y el terrible castigo que le espera; y, sobre todo, dejad sentir vuestra influencia sobre su corazón para que llore la ingratitud con que mira a Dios, su Padre amoroso, y a Vos, su tierna y cariñosa Madre. Tendedle vuestra mano ¡oh Virgen Purísima! arrancadle del cautiverio del pecado, sacadle de las tinieblas en que yace y conducidle al reino de la luz, de la paz y de la divina gracia.

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Oración para obtener la curación de un enfermo 

¡Oh María, sin pecado concebida, cuya inmensa bondad y tierna misericordia no excluye el alivio de este amargo fruto de la culpa que se llama enfermedad de la cual es con frecuencia víctima nuestro miserable cuerpo! ¡Oh Madre piadosa, a quien la Iglesia llama confiada ¡Salud de los enfermos! Aquí me tenéis implorando vuestro favor. 

Lo que tantos afligidos obtenían por la palabra de vuestro Hijo Jesús, obténgalo este querido enfermo, que os recomiendo, mediante la aplicación de vuestra Medalla. Que su eficacia, tantas veces probada y reconocida en todo el mundo, se manifieste una vez más: para que cuantos seamos testigos de este nuevo favor vuestro, podamos exclamar agradecidos: La Medalla Milagrosa le ha curado.

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Oración para dar gracias por un favor recibido

¡Oh dulce y gloriosísima Virgen María! He dirigido mis humildes súplicas a vuestro trono, y he conocido por experiencia que nunca se os invoca en vano; que vuestros ojos miran complacidos a quien en vuestra presencia se postra; que vuestros oídos están atentos a nuestras plegarias; que vuestras manos vierten bendiciones a torrentes sobre el mundo entero, y en particular sobre los que llevan con confianza la Medalla Milagrosa.

¿Cómo pagaros, Madre Inmaculada, tanto favor? De ningún modo mejor que proclamando vuestra bondad y difundiendo por todas partes vuestra bendita Medalla, como me propongo hacerlo desde este día en testimonio de mi agradecimiento y de mi amor. Dadme gracia, Madre mía, para llevarlo a cabo.

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Oración de San Juan Pablo II


Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte Amén.

Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos. Ésta es la oración que tú inspiraste, oh María, a santa Catalina Labouré, y esta invocación, grabada en la medalla la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero. ¡Bendita tú entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído! ¡El Poderoso ha hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada a la cruz de nuestro Salvador!

Tu corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única condición de que nos atrevemos a pedírtelas, de que nos acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo.

Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de división que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda de un clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su fe.

Te confiamos el apostolado de los laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas.

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.