miércoles, 16 de julio de 2025
martes, 15 de julio de 2025
Camino Católico no publicará su contenido habitual entre el 16 y el 22 de julio
Camino Católico no publicará su contenido habitual entre el 16 y el 22 de julio.
Sin embargo, aquí en nuestro blog y especialmente en el canal de Whatsapp se irán actualizando algunos contenidos para seguir perseverando en el camino con Jesucristo, el Señor.
Volveremos con todo el contenido habitual el 23 de julio.
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Cecilia Ansaldi y su esposo tienen 5 hijos sacerdotes y ambos oraron sin decírselo al otro: «’Señor, si quieres todo lo que tengo, ellos son tuyos’; Dios nos los confió les enseñemos el camino al cielo»
Cecilia y Enrique Ansaldi junto a sus cinco hijos, todos ellos consagrados a Dios / Foto: Adveniat
* «Uno tiene que confiar y poner todo su corazón en Dios y en el cuidado que nos da la Virgen María, porque si no, corremos el riesgo de querer -por nuestras propias fuerzas- encontrar nosotros un camino… siendo que el camino siempre es Cristo y Él es Quien lo muestra a quien tiene un corazón sincero, y persevera en la oración y en la unión permanente con Él. Los hijos no son nuestros y son un don de Dios. Cada uno tiene que seguir la vocación que Dios le ha señalado. ¿Quiénes somos nosotros como padres para ser un obstáculo en esa vocación? Sabiendo que, a pesar de las dificultades, solamente correspondiendo al llamado que Dios nos hace, sea en el estado que sea, casados, solteros, religiosos, sacerdotes, Dios es el que da la gracia para sostener esa situación»
Camino Católico.- Cecilia y Enrique Ansaldi cumplieron recientemente 42 años de casados y a pesar de haber tenido ocho hijos, viven sin ellos en casa, pero plenos, en San Rafael, Argentina. Tuvieron un noviazgo sostenido por la Santa Misa y Dios les regaló cuatro hijos ya sacerdotes: José, Emmanuel, Javier y Gregorio; Joaquín, el quinto, es monje benedictino y pronto será ordenado Sacerdote en Francia. Tuvieron tres hijos más, que fallecieron durante el embarazo.
Se conocieron en el movimiento juvenil Palestra, en Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina. Asumieron el matrimonio casi seis años después, una vez que ambos terminaron los estudios universitarios. Ella, maestra, y él, médico. Hablaron de los hijos, “serían los que Dios quiera… ¡sí!”, pensaban en una familia numerosa. Los tres hijos que no nacieron -comenta Cecilia- “nos acompañan desde el Cielo.”
La impresionante respuesta a una oración sencilla
Los hijos del matrimonio Ansaldi de chicos eran muy traviesos como todos los niños, lo que no se le ocurría a uno se le ocurría a otro. En la Misa muchas veces estaban inquietos y papá o mamá debían pasar parte de la misma fuera del templo, pero cuando los chicos comenzaron a tener conciencia y realizaron respectivamente su primera Confesión y Comunión, adquirieron interés por las cosas de Dios, les gustaba ser monaguillos y participaban con responsabilidad.
La Eucaristía pasó a ser entonces lo más importante que podían vivir, y además de asistir los domingos, siempre buscaban la oportunidad de asistir entre semana apenas se presentaba la oportunidad. “Ellos desde chicos pudieron intuir que la Misa no es algo que se puede dejar, que es parte constitutiva de la familia y así fueron asumiéndolo.”
En una ocasión, el Sacerdote, relata Cecilia, motivó en una homilía a rezar por las vocaciones porque hacían falta Sacerdotes. Ella elevó entonces una sencilla oración, teniendo entonces apenas dos hijos. “Si tú quieres todo lo que tengo, ellos son tuyos”, fue todo, asegura Cecilia a Claudia Ortiz en Adveniat. Jamás habló con sus hijos al respecto, tampoco con su esposo, pero fue una oración constante, “si Tú quieres son tuyos, Tú encontrarás la forma”. Y Dios la encontró.
Años después, charlando con su esposo, él dijo que había hecho una oración semejante. “Esto es lo que tenemos, es tuyo”. Y aunque nunca hablaron de eso con sus hijos, Enrique sí les decía a sus hijos, lo mismo que a los adolescentes a quiénes daba clases, “que antes de elegir su profesión, descubrieran a qué vocación los llamaba Dios, ya sea al matrimonio, ser célibes o a la vida religiosa”. “Pero expresamente nunca les preguntamos si querían ser Sacerdotes”, agrega Cecilia. Fue algo que nunca hablaron con ellos, solamente quisieron mostrarles el camino de manera respetuosa para que hicieran libremente sus elecciones.
Los cinco hijos de Cecilia y Enrique Ansaldi todos ellos consagrados a Dios, cuando eran pequeños / Foto: Adveniat
Dios llama a quien quiere y en cualquier circunstancia
Cecilia y Enrique trataban de darles la mejor educación a sus hijos y encontraron en San Rafael, Mendoza, una escuela muy buena que les pareció era lo mejor entonces, por lo que decidieron cambiar de residencia para alcanzar este objetivo.
Estando ya allí surgió una oportunidad para los dos hermanos mayores. Era el año 2000 y pudieron integrarse a participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Italia. Para el hijo mayor fue una experiencia esclarecedora de su vocación. José actualmente es párroco en el sur de Francia, y miembro de la Orden San Elías.
Emmanuel entró con 14 años al seminario menor y después pasó al seminario mayor, donde completó su formación, y recibió la ordenación sacerdotal. En la actualidad está cursando los estudios de doctorado en Arqueología cristiana en Roma.
Javier, el tercero de los hijos, cuando cumplió 16 años expresó su deseo por ir también al Seminario Menor. En la actualidad se desempeña como sacerdote en la parroquia San Lorenzo, de Ollioules, en Francia, donde desarrolla un hermoso apostolado con niños y jóvenes.
Gregorio quería inicialmente ser médico y antes de iniciar la carrera fue solicitado a integrarse a un equipo de voluntarios para prestar su ayuda a una comunidad en Egipto. El viaje era por seis o siete meses, pero a la mitad de ese viaje contactó a sus padres: “¿A ustedes les molesta que yo no siga Medicina -les preguntó- porque yo quiero ser Sacerdote y quiero estudiar acá”.
Contó con la aprobación de sus papás, que por correo electrónico le dijeron: “Lo que Dios quiera, cuando Él quiera…” Hizo su noviciado en Egipto, para lo cual debió aprender árabe; continuó en Italia, después fue enviado a España, y finalmente concluyó los estudios y recibió el orden diaconal y sacerdotal en Argentina, en el Seminario Diocesano de San Rafael. Actualmente es misionero en dos parroquias en Ecuador, acompaña la Academia Dominicanes e integra la Orden San Elías.
Joaquín, estuvo en el hogar hasta los 16 años, y finalmente también habló con sus padres para decirles que quería entrar al Seminario menor, continuó en el Mayor unos años, y luego, de visita a sus hermanos que estaban en Francia, conoció la abadía Sainte-Madeleine du Barroux tras lo cual les comunicó que quería consagrarse como monje en dicho monasterio benedictino. Su nombre religioso es Juan Diego; y Dios mediante será ordenado Sacerdote el 28 de Octubre próximo.
De hecho, en los últimos años la familia se ha reunido varias veces en torno a Joaquín. “El próximo encuentro de la familia será, si Dios Quiere, nuevamente en Francia. Después, no lo sabemos, a cada día le basta su propio afán”, comentó Cecilia.
Dios preserva la familia en la sana doctrina
Rosario, su ciudad natal, afectada por el tercermundismo y el terrorismo, vivió esos problemas muy seriamente: “lamentablemente muchísimos Sacerdotes quedaron involucrados en eso”, contó Cecilia y agrega, “pero siempre hemos tenido la gracia de encontrar algunos buenos sacerdotes que nos ayudaron a conservar en el corazón el anhelo de buscar algo mejor dentro de lo que nosotros conocíamos”.
Factor determinante en la educación de sus hijos fue la decisión de Cecilia de dejar su profesión para cuidarlos desde el nacimiento del primero; sólo retomó el trabajo docente cuando sus hijos fueron ya grandes, respondiendo al llamado del colegio donde estaban inscritos, por lo que podía ir y volver con ellos de la escuela. Su prioridad era no delegar la educación de los hijos. Tal decisión, aseguró, lo volvería hacer siempre.
En los últimos años, a raíz del ingreso del menor de sus hijos a la Abadía Sainte Marie Madeleine en Francia, el matrimonio descubrió la Misa Tradicional: “Dios se encarga de ir cerrando o abriendo puertas, de ir guiando nuestra libertad… podemos dar testimonio a lo largo de los años; ha sostenido nuestro anhelo de servirlo, venciendo tropiezos, abriendo nuevas puertas… a veces gracias a la palabra de una persona, el consejo de otra… nos ha ido guiando por el camino para poder descubrirlo cada vez con mayor profundidad.”
Sus hijos vivieron esa misma dinámica, pasando por diversas etapas y lugares, aferrados a Dios que los preservó y les siguió mostrando el camino en medio de los estudios, el apostolado y demás tareas sacerdotales, cuidando de manera particular el servicio de la liturgia. Cecilia considera que Dios les mostró el camino porque había sinceridad en la entrega. “Uno tiene que confiar y poner todo su corazón en Dios y en el cuidado que nos da la Virgen María, porque si no, corremos el riesgo de querer -por nuestras propias fuerzas- encontrar nosotros un camino… siendo que el camino siempre es Cristo y Él es Quien lo muestra a quien tiene un corazón sincero, y persevera en la oración y en la unión permanente con Él.”
El cumplimiento de la voluntad de Dios
- ¿Cómo es tener cinco hijos consagrados a Dios?
- Yo gozo tanto cuando estamos juntos, es un gozo tan grande verlos, ver cómo a pesar de ser distintos, son muy distintos, se han peleado y pelean como buenos hermanos, cada uno tiene respeto y admiración por el otro, verlos cómo discuten, cómo se plantean las cosas, cómo se ríen; así, a lo largo de los años; para mí es un gozo. Es cierto parece algo raro tener cinco hijos consagrados a Dios, pero no lo es tanto.
- ¿No los extraña?
- Yo creo que Dios asiste con su gracia; ciertamente los quisiera tener cerca, pero por otro lado somos conscientes de que cada uno tiene que seguir la vocación a la que Dios le llamó. Nosotros seguimos nuestra vocación al matrimonio y para ello en un momento dejamos nuestros respectivos hogares de origen, y entonces seguramente nuestros padres han sentido la pérdida, pero nos dejaron ir, a su modo nos enviaron, con mucho gusto.
Yo creo que es el mismo sentimiento. Uno siente la partida de los hijos, pero por otro lado, se establece una comunicación espiritual tan profunda, tan íntima, que es como si estuvieran todos acá; y así cada vez que nos encontramos, es como si estuviéramos siempre juntos. Sí, es difícil el momento de la partida, pero pasaría lo mismo con cada hijo que vive lejos cuando es el reencuentro y luego llega el momento de despedirse. A veces quisiéramos que estén más cerca pero el saber que en cada Santa Misa cada uno de ellos hace presente a Cristo, por la Eucaristía que compartimos, estamos unidos más a Nuestro Señor, como más íntimamente con Él, es un misterio demasiado profundo, una gracia enorme, como a cada uno de ellos por Cristo y los afectos.
- ¿Qué pasa con el tema de los nietos, cómo sobrellevar que no los tendrá?
- Los hijos no son nuestros y son un don de Dios. Asimismo, los nietos tampoco son nuestros y son también un don. Entonces, no es que tenemos derecho a tener nietos. Solamente tenemos, sí, la gracia de haber cooperado con Dios con estos hijos y ahora de compartir sus vidas en este camino al Cielo.
Y podría ser que, aún sin que nuestros hijos fueran sacerdotes, los nietos no llegaran, porque no son un derecho. En este sentido, como además Dios no se deja ganar en generosidad ante una entrega total y considerando que podría ser que en algún momento pudiera llegar la nostalgia de saber que uno no va a tener nietos, Dios es tan bueno que compensa esa falta con gracias sobreabundantes. Y aunque no hubiese una compensación, lo más importante es recordar que los hijos no son nuestros, son de Dios.
- ¿Podría compartir un mensaje para los padres de familia a los que les cuesta dejar que sus hijos respondan al llamado de Dios hacia una vocación religiosa?
- Cada uno tiene que seguir la vocación que Dios le ha señalado. ¿Quiénes somos nosotros como padres para ser un obstáculo en esa vocación? Sabiendo que, a pesar de las dificultades, solamente correspondiendo al llamado que Dios nos hace, sea en el estado que sea, casados, solteros, religiosos, sacerdotes, Dios es el que da la gracia para sostener esa situación.
Además, reitero, nuestros hijos no son nuestros, Dios nos los confió en su infinita misericordia y su infinito amor para que nosotros cooperemos en esta obra creadora y les enseñemos el camino al cielo. Y eso sólo puede ocurrir si cumplen con la voluntad de Dios, con la vocación a la que les llama, de ahí que nuestra respuesta ante cualquiera de los llamados vocacionales de nuestros hijos, vuelvo a decir, casados, solteros, religiosos, sacerdotes o monjas, tenemos que apoyarlos, ayudarlos y rezar constantemente por ellos.
- ¿Está feliz Cecilia, siente la ternura de Nuestro Señor en su vida?
- Muy feliz, a veces demasiado -respondió conmovida-, es imposible no sentir Su ternura. Más allá de que no es una vida color de rosa y Dios no nos ahorra el dolor, pero es tan grande Su Amor que es muy difícil comunicar lo que se siente: tan queridos, tan amados por Dios, aún en medio del dolor y del sufrimiento -que los tenemos todos los días- y Él no nos priva de ellos, al contrario hay veces que las cruces son grandes; pero Dios nos ama tanto… en cada Santa Misa sobremanera. Cuando uno se arrodilla y realmente piensa en la propia indignidad y el misterio del amor de Dios…, es difícil comunicar.
Nikolas Tirrier padece el síndrome de Treacher Collins: «Me sentía excluido pero Cristo me levantó y me enseñó que hace valiosa a una persona la luz interior que recibimos de Él y que elegimos irradiar con libertad y paz»
Nikolas Tirrier padece el síndrome de Treacher Collins y se sentía excluido, pero Cristo lo levantó y lo iluminó / Foto: © Nikolas Tirrier
* «Mi síndrome nunca afectó realmente mi alma. Sé que incluso hoy tengo secuelas psicológicas de esa época. Es todo un proceso sanar, invitar a Dios a esta sanación, y eso viene con el perdón… Si hoy puedo hablar de vida, amor y paz, es porque he comprendido o intento atreverme a comprender que Cristo también me ama y que, de su mano, nos guía por un camino de libertad y resurrección, hasta el corazón mismo de nuestras heridas, con paz, amor y esperanza»
Camino Católico.- Lo que lleva en su rostro, lo ha llevado desde hace mucho tiempo en su corazón: un sentimiento de diferencia, a veces de exclusión, a veces de desprecio. Pero en esta fragilidad, Cristo lo encontró y lo redescubrió en momentos difíciles. "Me consoló, me levantó, me iluminó. Me enseñó, con el tiempo, que no es la belleza visible lo que hace valiosa a una persona, sino la luz interior que recibimos de Él y que elegimos irradiar con libertad y paz", declara, a Anna Ashkova en Aleteia, Nikolas Tirrier, estudiante de máster en Enseñanza, Educación y Formación (MEEF) en Montpellier, quien padece el síndrome de Treacher Collins.
Este síndrome se manifiesta de forma diferente según la persona, pero siempre afecta la región craneal: la mandíbula, el paladar, las orejas, la boca... Es una malformación ósea. "En mi caso, la afección es bastante leve: sufro de una ausencia parcial de pómulos y de sienes, lo que me obliga a usar audífonos...", explica el joven de 25 años.
Cuando nació en Botosani, Rumania, en 1999, los médicos aún desconocían el nombre y el diagnóstico de esta rara enfermedad genética. En aquel momento, su diagnóstico planteó muchas preguntas a sus padres. Dado que su padre era de origen francés, finalmente decidieron mudarse a Francia para que su hijo pudiera beneficiarse de una mejor atención médica. Nikolas tenía dos años y medio en ese momento, y su hermano pequeño acababa de nacer. La familia se instaló en Aviñón, donde el padre de Nikolas, sacerdote ortodoxo, fue admitido en una diócesis rumana.
En Francia, Nikolas se sometió a varias cirugías, gradualmente: correcciones dentales, aumento de grasa en los pómulos y, sobre todo, intervenciones quirúrgicas en el cráneo, incluyendo una para insertar un tornillo.
"Me operaron de dos a tres veces con anestesia general, por no mencionar algunas con anestesia local. Tuve un seguimiento médico bastante regular. Hasta los 13 o 14 años, pasamos mucho tiempo en el hospital, luego volvimos, pero esta vez por mi padre", recuerda.
Una nueva experiencia para la familia ocurrió entre 2014 y 2015: el padre de Nikolas enfermó gravemente. "Tenía leucemia. Murió rápidamente, a los 39 años". Esta etapa en la vida del joven no fue fácil para su familia.
"Quien cargó con toda nuestra familia desde nuestra llegada a Francia, para mis revisiones médicas y luego las de mi padre, nuestra educación y formación para ambos -mi hermano y yo- fue nuestra madre, quien siguió trabajando para cubrir las necesidades de la familia. Ella era el pilar de nuestra familia. Una mujer de una fuerza increíble, que supo mantenerlo todo unido. La resiliencia se convirtió en una necesidad: no tenía opción, no hicimos preguntas, teníamos que seguir adelante", dice con admiración.
La mirada de los demás, el apoyo de los seres queridos y la ayuda de Dios
De adolescente, Nikolas tuvo la suerte de pertenecer a una generación que no contaba con las redes sociales de hoy. Esto le permitió protegerse de las burlas en línea. "Podía tomarme un descanso después de la escuela", dice. En casa, también contaba con el amor incondicional de su familia y sus primos, sus primeros mejores amigos. "Toda la familia de mi padre vino a vivir a Francia. A menudo los invitábamos a casa y pasábamos las vacaciones juntos".
También encuentra fuerza en su fe, especialmente en el catecismo. "Estudiaba en un colegio católico privado y, cada Semana Santa, la capellanía organizaba una gran peregrinación a Santiago. También asistía a clases de catecismo en el monasterio ortodoxo de Solan, donde también podía conectar con la gente. Todo esto era mi oasis; no me desesperaba. Es importante tener lugares cristianos cerca donde recargar las pilas", dice Nikolas, encantado de haber estado bien rodeado de niños, pero también de adultos. "Tuve adultos a mi alrededor y sacerdotes que me ayudaron a crecer y a superar momentos difíciles. Todavía me ayudan hoy". Sin embargo, como él mismo reconoce: "Todo era bueno y malo a la vez, eso no impidió que esta paradoja coexistiera".
Nikolas Tirrier cuando era niño y estudiaba en un colegio católico que era su oasis / Foto: © Nikolas Tirrier
En la escuela, a veces experimentaba momentos de profunda soledad durante los recreos. Entonces encontraba consuelo leyendo las vidas de los santos. "Me decía: a este mártir lo están devorando los leones, a otro lo atan y le cortan la cabeza; para mí, no es tan grave... Me ayudó mucho" También recordaba lo que decían los mártires: 'Puedes hacer lo que quieras con mi cuerpo, pero no afectará a mi alma porque pertenece a Dios'".
Hoy, Nikolas por fin puede decirlo, aunque admite que le costó mucho llegar a esta frase: "Mi síndrome nunca afectó realmente mi alma. Sé que incluso hoy tengo secuelas psicológicas de esa época. Es todo un proceso sanar, invitar a Dios a esta sanación, y eso viene con el perdón".
Hoy, vive con la mirada de los demás y anima a la gente a no convertirlo en un tabú. Estudia para ser consejero educativo superior (CPE). Durante el verano, ha sido voluntario durante casi diez años como organizador y facilitador en campamentos de verano ortodoxos en Francia y Suiza. En esos momentos, conoce a padres e hijos por primera vez. A veces, su rostro les sorprende y no saben qué decir al verlo. Los niños, por su parte, dicen cosas espontáneamente en voz alta.
"Los padres se avergüenzan e intentan silenciarlos, pero yo les digo: '¡Sobre todo, no los silencien!'. Si le dices a un niño que no hable de ello porque puede ser grosero o vergonzoso, corres el riesgo de cortar su deseo de conectar con un adulto. Al silenciarlos, primero generamos frustración en el niño, que no ha podido experimentar un diálogo verdaderamente auténtico, y luego perjudicamos emocionalmente su comportamiento para otros encuentros".
La belleza de toda existencia, incluso cuando está marcada por el sufrimiento
Si bien, en Francia, la ley sobre el final de la vida fue aprobada por la Asamblea Nacional el 27 de mayo de 2025 y el Senado la estudiará en otoño, Nikolas se pregunta si "realmente hemos hecho todo lo posible para estar vivos, ofrecer vida y hacer que la vida sea hermosa y digna de ser vivida para todos".
"¿Lo hemos hecho todo antes de llegar a esta solución drástica? ¿No debería plantearse esta pregunta al final, cuando hayamos agotado todas las reflexiones y soluciones? ¿Hemos brindado un buen apoyo a todos, especialmente a los jóvenes?", pregunta.
Aunque cree que cada vida es un regalo, también está convencido de que si está aquí hoy es porque la gente creyó en él. "Y no me refiero solo a mis padres. También son figuras espirituales que he conocido, amigos y seres queridos... Incluso aquellos que tenían una mirada amable, pero no se atrevieron a venir a verme cuando estaba solo. Sé que a menudo, sobre todo cuando eres adolescente o joven, te dices a ti mismo que si me acerco a alguien que está aislado, corro el riesgo de aislarme yo mismo. No les guardo rencor a estas personas; siguen un sistema que existe en nuestra sociedad a pesar de sí mismos".
Esto es lo que motiva a Nikolas a estar presente con los jóvenes a través de diversas acciones y actividades con niños y adolescentes en campamentos, en escuelas secundarias y preparatorias durante sus estudios, pero también en la comunidad a través de su participación en la asociación juvenil ortodoxa, Nepsis, de la que es vicepresidente. "Todos estos diferentes espacios y entornos crean islas oasis donde los jóvenes pueden experimentar un encuentro verdaderamente auténtico consigo mismos, con sus vecinos y con Cristo, y pueden ofrecer alegría, fe y amistad a quienes les rodean", explica.
Con su voz suave y un discurso que invoca la paz, Nikolas afirma, sin embargo, haber experimentado períodos de rebeldía contra Dios, acompañados de la misma pregunta: "¿Por qué permitiste esta enfermedad? Dios, ¿puedes amarme de verdad?".
"Vi la difícil vida de mis padres, los esfuerzos y sacrificios que hicieron. Inconscientemente, me había infligido una especie de culpa. En cierto momento, esta se transformó en la realidad de que Dios no me ama", recuerda. "Duele ver que hacemos sufrir al prójimo, que somos una carga, pero creo que también es la oportunidad que Dios nos da para santificarse con humildad. Sucede de forma sencilla y natural. Así, juntos, nos acercamos a Cristo, que nos ama personalmente de una manera única".
Un día, cuando se había vuelto insensible a lo malo, e incluso a lo bueno, en su vida, un monje le dijo: "¡Mantén tu corazón abierto!". Nikolas tenía 21 años en ese momento, y esta frase ha permanecido grabada en su mente desde entonces.
Más tarde, también descubrió la respuesta a su sufrimiento a través de una frase que el Señor nos dijo y que relata el teólogo rumano del siglo XX, recientemente canonizado en Rumanía, san Dumitru el Confesor (Staniloae): "Atrévete a comprender que te amo".
"El mayor desafío que estoy experimentando en este momento es aceptar finalmente ser amado por Dios y por mi prójimo. La paz se conquista luchando, no es algo que llega por arte de magia. Incluso hoy, a veces me hundo", reconoce, añadiendo que vio que Dios le ofrecía perdón, paz y amor.
Y concluye con humildad: "Si hoy puedo hablar de vida, amor y paz, es porque he comprendido o intento atreverme a comprender que Cristo también me ama y que, de su mano, nos guía por un camino de libertad y resurrección, hasta el corazón mismo de nuestras heridas, con paz, amor y esperanza".
Ángel Johan Rodríguez Peña: «Dios me dio la gracia de ser abogado, tener dinero, muchas novias y viajar, pero no era feliz; vi cara a cara a Cristo en la pobreza y me llamó a ser sacerdote y he sido ordenado»
Ángel Johan Rodríguez Peña era abogado y lo tenía todo pero lo dejó porque Cristo lo llamó a ser sacerdote / Foto: Diócesis de Cartagena
* «El Señor me está dando la fuerza, lo hace todo nuevo, todo lo ha hecho nuevo para mi bien y me da la verdadera felicidad. Cuando ejercía como abogado servía en función de un lucro, aquí estoy sirviendo porque quiero hacer la voluntad de Dios; esto me llena enormemente. Cuando, por ejemplo, celebro un bautizo recibo la vida, lo disfruto un montón. Con toda mi debilidad, el Señor me ha traído hasta aquí para servir a la Iglesia. Yo le pido al Señor de corazón la santidad, que me haga santo, y si tengo que pasar por la cruz pues que sea su voluntad y no la mía. Quiero ser un sacerdote para la misión, un cura pobre entre los pobres»
Vídeo del programa ‘Vidas con luz’ de Popular TV de Murcia del mes de marzo de 2025 en el que Ángel Johan Rodríguez Peña cuenta su testimonio vocacional
Camino Católico.- Ángel Johan Rodríguez Peña ha sido ordenado sacerdote el domingo 13 de julio en la Parroquia San Nicolás de Murcia. Con sus estudios en Derecho terminados, comenzó una carrera profesional de éxito. Pensaba que ya había alcanzado aquello con lo que siempre había soñado de pequeño, pero después de 6 años ejerciendo como abogado se dio cuenta de que el dinero y el éxito profesional no le ofrecían «la paz que anhelaba» dice al portal de la Diócesis de Cartagena.
A pocos días de su ordenación sacerdotal conocemos a Ángel Johan Rodríguez Peña. Nació en San Francisco, en el estado venezolano de Zulia y es el quinto de seis hermanos. Sus padres son colombianos, pero se trasladaron a Venezuela en la búsqueda de una vida mejor, «ya que en ese momento era un boom, sobre todo por el petróleo». Creció en un barrio pobre donde le encantaba jugar al fútbol con sus amigos. Pero en su hogar «no había alegría ni armonía» a causa de los problemas de salud de su padre.
Esta situación familiar en casa, donde había dolor y sufrimiento, no le permitía encontrar la felicidad, empujándole a salir y a ponerse a trabajar con tan solo 12 años en la venta ambulante, «buscando la felicidad en el dinero». Recuerda que sus amigos, desde bien pequeños, «iban en familia a misa, incluso ayudaban al sacerdote como monaguillos» y que, aunque le invitaban, Ángel Johan no iba. En la adolescencia recibió la Primera Comunión y la Confirmación: «En ese momento el Señor empezó a mostrarme algo, pero yo lo veía muy lejos».
Junto a su hermana y su padre entró a formar parte de una comunidad del Camino Neocatecumenal: «Por misericordia del Señor, entré a una comunidad Neocatecumenal de mi parroquia en una etapa de rebeldía, a los 16 años, donde se me predicó a un ‘Dios Amor’, de perdón, que me amaba con todos mis pecados y que me ofrecía una nueva vida en É»l.
Al finalizar sus estudios universitarios en la profesión que siempre había querido tener desde pequeño comenzó a trabajar como abogado asesor, continuando la búsqueda de su felicidad en el dinero y en las cosas materiales.
Ángel Johan Rodríguez Peña se fue de misiones a los 30 años y así escuchó el llamado de Dios a ser sacerdote con claridad / Foto: Diócesis de Cartagena
Sus catequistas llevaban años proponiéndole hacer una experiencia vocacional, algo a lo que él era reacio, porque consideraba que su vida ya estaba hecha, con sus estudios finalizados, ganando dinero y con pareja: «Pero yo seguí con mi proyecto personal. Dios me dio la gracia de ser abogado, tener dinero, tener muchas novias y viajar por el mundo entero (que era lo que yo deseaba), pero la realidad fue que eso no me hacía feliz, no me llenaba. ¡Dios no deja que el hombre se aliene y se entregue a los falsos ídolos! A mis 28 años caí en un sinsentido terrible».
Pero sus proyectos de futuro no serían como él los había imaginado. La ruptura con su novia hizo que sus planes de matrimonio desaparecieran y comenzó a experimentar una crisis existencial. Esto le llevó a una «intensa búsqueda de Dios».
Con la ayuda de un sacerdote español dominico, que estaba allí en misión, comenzó a descubrir su vocación. Así, a los 30 años fue cuando les dijo a sus catequistas que estaba dispuesto «a hacer algo por el Señor, por la Iglesia». Y se ofreció a la itinerancia.
«Gracias a mis catequistas del Camino, escuché que si quería ser verdaderamente feliz tenía que dejar todo y seguir a Cristo, como lo había hecho Abraham. Y Dios, a través del Espíritu Santo, me dio la gracia de dejarlo todo: trabajo, casa, familia, etc., e iniciar un tiempo de evangelización en itinerancia (misión) en la zona oriental de Venezuela, en precariedad. Estuve durante tres años anunciando el Evangelio y viviendo de la providencia de Dios; sólo tenía la Biblia de Jerusalén y la cruz de misionero. Y fue ahí donde me encontré con Jesucristo y conocí la verdadera felicidad. Al Señor, lo vi cara a cara en la pobreza. No teníamos nada, vivíamos de la providencia, pasando hambre. Pero podía ver que el sacerdote al que acompañaba era feliz. Yo no había tenido esa felicidad nunca antes; comprendí que lo que yo buscaba era esa felicidad completa y hasta ese momento no lo había unido a la vocación sacerdotal. Entendí que Dios me estaba llamando a servirle a través del ministerio sacerdotal».
Ángel Johan Rodríguez Peña desea hacer la voluntad de Dios y ser un sacerdote pobre entre los pobres / Foto: Diócesis de Cartagena
«Quiero que el Señor me haga santo»
Cumplidos ya los 33 años veía impensable a esa edad entrar en un seminario, ya que «creía que era para chicos jóvenes, pero el Señor lo tenía todo preparado». Su formación como seminarista comenzó en Polonia y después fue enviado a Murcia: «No lo podía creer, me encantaba esta ciudad, aunque el tema no era estar bien sino hacer la voluntad del Señor».
En este tiempo en el Seminario Redemptoris Mater también ha habido tiempo para la misión en África. Una vez terminados los estudios de Teología en Murcia fue enviado a Costa de Marfil. Una nueva aventura en la «pobreza absoluta» donde encontrarse con el Señor: «Allí descubrí que si no tienes a Dios en tu corazón no tienes nada, es la peor de las pobrezas. Había mucha necesidad de escucha, la gente tiene mucho ruido en su corazón, mucho sufrimiento. Pero ahí estaba Dios. Comíamos poco, siempre lo mismo; yo estaba contento incluso pensando en quedarme indefinidamente, pero estoy en obediencia a la Iglesia». Tras un tiempo allí, sus formadores le comunicaron que tenía que volver a España para continuar sus estudios en Teología Histórica.
Ahora, en estos últimos meses, ha estado estudiando en Valencia y sirviendo como diácono en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Bullas. «El Señor me está dando la fuerza». Una etapa en la que ha disfrutado poniéndose al servicio del otro desinteresadamente: «El Señor lo hace todo nuevo, todo lo ha hecho nuevo para mi bien y me da la verdadera felicidad. Cuando ejercía como abogado servía en función de un lucro, aquí estoy sirviendo porque quiero hacer la voluntad de Dios; esto me llena enormemente. Cuando, por ejemplo, celebro un bautizo recibo la vida, lo disfruto un montón. Con toda mi debilidad, el Señor me ha traído hasta aquí para servir a la Iglesia. Yo le pido al Señor de corazón la santidad, que me haga santo, y si tengo que pasar por la cruz pues que sea su voluntad y no la mía».
El día de su ordenación le han acompañado su cuñado y sus padres, que han viajado por primera vez a España para estar junto a él en este paso de su vida. Asegura que su vocación está impulsada por el deseo de servir y seguir a Cristo y llevar el Evangelio a todos los rincones del mundo: «Quiero ser un sacerdote para la misión, un cura pobre entre los pobres».
Asya Poplavskaya, periodista, hizo un reportaje con un sacerdote, asistió a Misa y «al rezar el Padrenuestro supe que mi vida iba a cambiar; fui a catequesis, recibí la Eucaristía y vi que no podía vivir sin Cristo»
La periodista Asya Poplavskaya se ha convertido al catolicismo después de realizar un reportaje a un sacerdote y asistir a Misa / Foto: Cortesía de Asya Poplavskaya
* «Sentí que Cristo era precisamente el amor que había buscado toda mi vida. Naturalmente, mucha gente se alejó de mi vida. Estoy feliz. La perspectiva de Dios no significa que todo será fácil, solo que el Señor usa nuestras pruebas para un mayor crecimiento personal y espiritual. Ahora veo el camino difícil, pero hermoso, por el que Cristo me sigue guiando»
Camino Católico.- Bielorrusia tiene salarios significativamente más bajos en comparación con los países de Europa Occidental. La mayoría de la gente no puede permitirse viajar ni comer en restaurantes. Pero Asya Poplavskaya era una excepción. La joven tenía un trabajo bien remunerado y alcanzó considerable popularidad como periodista. Su religión eran la ambición y el éxito, y no sabía cómo vivir de otra manera. Pero luego, en el curso de su carrera, se encontró con Cristo.
“Decidí empezar un blog de viajes sobre la arquitectura sacra bielorrusa. Pero cuando los sacerdotes daban visitas guiadas, me di cuenta de que solo entendía el 30% de lo que decían. Así que empecé a profundizar en mi conocimiento de la fe católica para enriquecer mis artículos y atraer a un nuevo público”, cuenta la bielorrusa de 37 años al National Catholic Register.
Ahora la bloguera está convencida de que Dios estaba esperando el momento perfecto para envolverla en el torbellino de su amor. Y ese momento llegó. Además de su blog de viajes, Poplavskaya gestionaba otro proyecto llamado "Miércoles con una persona interesante". Como ya había empezado a explorar contextos religiosos, se le ocurrió la idea de pasar un día con un sacerdote. “Estaba bastante segura de que sería un contenido impactante para mis seguidores”, admite la joven.
Era Miércoles de Ceniza. Poplavskaya pasó todo el día con un joven sacerdote católico, el padre Kirill Bardonov, de un pequeño pueblo. Estaba a punto de terminar de recopilar material cuando el predicador insistió en que era imposible crear contenido sobre un pastor católico sin asistir a la Santa Misa. Y la periodista quedó impactada por su experiencia (en el buen sentido).
“Me impresionó mucho la cantidad de jóvenes geniales que había en la iglesia. También me sorprendió la homilía, donde el sacerdote enfatizó la importancia de la evangelización a través de internet. Desde mi punto de vista, la iglesia había sido un lugar para unas cuantas señoras mayores y no tenía nada que ver con la tecnología”, explica Poplavskaya.
Durante el Padrenuestro, los feligreses se tomaron de las manos y comenzaron a cantar. Poplavskaya no sabía la letra, pero tomó las manos de los que estaban cerca. Inesperadamente, se emocionó mucho y rompió a llorar.
“No podía explicar esa reacción. Pero desde ese momento, tuve la certeza de que mi vida iba a cambiar”, recuerda.
Poplavskaya comenzó a asistir a clases de catequesis individuales dirigidas por una monja dominica, la hermana Anna Aneychyk, a lo largo de un año en la iglesia de San Roque en Minsk.
Impulsada por el hambre espiritual, Poplavskaya avanzó con la velocidad del rayo. En lugar de frecuentar bares los viernes, recorría el Vía Crucis. Empezó a asistir a la Santa Misa con más frecuencia y a prepararse para la confesión general.
Ese período fue intenso, no solo espiritualmente, sino también en su vida personal, ya que estaba a punto de casarse. "También planeábamos mudarnos a Estados Unidos después", dice Poplavskaya.
Su prometido desconocía los cambios que se estaban produciendo en el corazón de Poplavskaya. En lugar de intentar persuadirlo, canceló la boda.
“Poco después, recibí la Eucaristía por primera vez en mi vida. Desde ese momento, me di cuenta de que no podía vivir sin Cristo. Sentí que este era precisamente el amor que había buscado toda mi vida”, explica. “Naturalmente, mucha gente se alejó de mi vida”, recuerda también.
Después de los reveses que sufrió en su vida religiosa, su camino tomó un nuevo rumbo, aunque una larga pausa en su carrera periodística le dificultó encontrar nuevamente un puesto en ese campo.
“En mi interior, ya me había resignado a aceptar trabajo físico: empecé a buscar vacantes para personal de limpieza y camareras. Y en ese momento, el Señor me dio algo mucho mejor”, dice.
Representantes del mayor festival católico de Polonia, Lednica 2000, contactaron a Poplavskaya y le ofrecieron dirigir el departamento de medios del festival. La importancia de este festival es reconocida incluso por el Papa, quien anualmente envía un mensaje especial a los participantes .
“Estoy feliz”, enfatiza Poplavskaya. “La perspectiva de Dios no significa que todo será fácil, solo que el Señor usa nuestras pruebas para un mayor crecimiento personal y espiritual. Ahora veo el camino difícil, pero hermoso, por el que Cristo me sigue guiando”.