“A menudo intentamos combatir el mal, la indigencia y la injusticia solamente con medios humanos: desarrollo, educación, acción social y política… y constatamos su incapacidad para redimir al mundo: se incrementa la producción de bienes pero aumenta la pobreza, se derroca un gobierno corrupto pero le sucede otro igual o peor… Sólo las aguas regeneradoras que manan del costado abierto de Cristo pueden darnos una victoria consistente sobre el pecado que nos traiga la paz y el bienestar. Y esas aguas se vierten sobre nosotros cuando las acogemos por la oración, los sacramentos y el esfuerzo cotidiano por conformar nuestra vida a la palabra de Dios”
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