* «No sin bastantes dificultades, comencé a buscar tiempo con el Señor, a adentrarme en las profundidades del Evangelio, del Depósito de la fe… y allí, recostando mi cabeza sobre el Corazón de Cristo, en el silencio de las noches de adoración, en el silencio del corazón que se abre para recibir la Palabra, fue donde descubrí que el Señor me quería enteramente para Él, donde me invitó a que fuese otro Cristo en medio del mundo, para entregar mi vida por su Cuerpo, que es la Iglesia. Al principio me costó mucho y se produjeron bastantes “tiras y aflojas” con el Señor. Pero pronto me hizo ver que quien lo realiza todo es Él y lo único que nos pide es que seamos valientes para decir sí y no estorbemos la obra del Espíritu Santo en nosotros»
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