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martes, 27 de agosto de 2024

Oración a santa Mónica: “¡Ayuda a mi hijo a volver a Cristo!”


 «Sé, querida Mónica, que nuestros hijos no nos pertenecen, sino a Dios, y que Dios a menudo permite esta deriva como parte del viaje hacia Él. Así que ayúdame a tener paciencia y a creer que todas las cosas —incluso este decepcionante distanciamiento de la fe—  obran en última instancia según el buen propósito de Dios. Por el bien del alma de mi hijo/a, rezo por entender esto y tener confianza»

Camino Católico.-  Cada 27 de agosto la Iglesia Católica celebra a Santa Mónica, patrona de mujeres casadas y modelo de madres cristianas. “Cuántas lágrimas derramó esa santa mujer por la conversión del hijo! ¡Y cuántas mamás también hoy derraman lágrimas para que los propios hijos regresen a Cristo! ¡No perdáis la esperanza en la gracia de Dios!”, dijo el Papa Francisco en agosto del 2013.

Santa Mónica nació en Tagaste (África) en el año 331. Siendo joven y por un arreglo de sus padres, se casó con Patricio, un hombre violento y mujeriego. Algunas mujeres le preguntaron por qué su marido nunca la golpeaba, entonces les dijo: «Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues…. no peleamos».

Sin embargo, Mónica nunca dejó de rezar y ofrecer sacrificios por la conversión de su esposo, quien cambió de vida, se bautizó y murió como buen cristiano.

Pero su dolor no terminaría ahí. Agustín, su hijo mayor, tenía actitudes egoístas, caprichosas, y no se acercaba a la fe. Llevaba una vida disoluta y ella sufría por ver a su hijo alejado de Dios. Es por eso que durante años siguió rezando y ofreciendo sacrificios. Cierto día se acercó a un Obispo para contarle su pesar. El Prelado le respondió diciendo: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”.  Ella siente realizada su misión cuando, tiempo después, San Agustín es bautizado en la Pascua del 387. Luego muere en el puerto de Ostia, África, a los 55 años.

En el Ángelus del 27 de agosto del 2006, el Papa Benedicto XVI, recordando a estos dos santos, dijo: “Santa Mónica y San Agustín nos invitan a dirigirnos con confianza a María, trono de la Sabiduría. A ella encomendamos a los padres cristianos, para que, como Mónica, acompañen con el ejemplo y la oración el camino de sus hijos”.

Santa Mónica es la amiga que nos consuela desde el cielo y que entiende bien la desesperación de los padres frustrados y confusos al ver a sus hijos alejarse de la Iglesia. Pidamos la intercesión de  Santa Mónica para que guie los “caminos” de nuestros hijos e hijas con esta oración:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,

con el peso de mi carga de amor, recurro a ti, querida santa Mónica,

y solicito tu ayuda e intercesión.

Desde tu lugar en el cielo, te imploro que ruegues ante el Trono del Santísimo por el bien de mi hijo/a, [Nombre], que se ha desviado de la fe y de todo lo que tratamos de enseñarle.

Sé, querida Mónica, que nuestros hijos no nos pertenecen, sino a Dios, y que Dios a menudo permite esta deriva como parte del viaje hacia Él.

Tu hijo, Agustín, también se descarrió; terminó por encontrar la fe y, desde su fe, se convirtió en un auténtico maestro.

Así que ayúdame a tener paciencia y a creer que todas las cosas —incluso este decepcionante distanciamiento de la fe—  obran en última instancia según el buen propósito de Dios.

Por el bien del alma de mi hijo/a, rezo por entender esto y tener confianza.

Santa Mónica, te ruego me enseñes a ser perseverante en mi fiel oración, como tú misma hiciste por el bien de tu hijo.

Inspírame para comportarme de manera que no aumente la distancia entre mi hijo y Cristo, sino que solo atraiga a [Nombre] suavemente hacia Su maravillosa luz.

Por favor, muéstrame lo que sabes sobre este doloroso misterio de separación,

y cómo se reconcilia en la reorientación de nuestros hijos hacia el paraíso.

Oh, santa Mónica, amante de Cristo y de Su Iglesia,

ruega por mí y por mi hijo/a [Nombre], para que ganemos el cielo y nos unamos allí contigo, en eterna alabanza y agradecimiento a Dios.

Amén.