“Somos santos en la medida en que participamos de la vida de Dios. Y comenzamos a participar de su vida en el bautismo, por el que fuimos constituidos hijos de Dios Padre, miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, y templos del Espíritu Santo. Y esta vida santa de Dios permanece en nosotros si vivimos como cristianos, amando a los demás, cumpliendo sus mandamientos, orando y alimentándonos con los sacramentos. Si nos alejamos de Dios perdemos esta santidad, pero podemos recuperarla si volvemos a Él por el arrepentimiento y el sacramento de la reconciliación. Sin embargo, no somos como los santos del cielo que hoy celebramos: ellos participan de la vida y santidad de Dios de una manera mucho más intensa y definitiva. Como dice San Pablo, ellos ven a Dios cara a cara, nosotros, con los ojos de la fe”
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