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martes, 27 de mayo de 2025

Antonio Gil-Delgado se alejó de Dios que en un retiro lo llamó a ser cura, él se resistía hasta que en Lourdes la Virgen le confirmó la vocación: «’Antonio, hazle caso y di que sí’; desapareció la angustia y he sido ordenado»


Antonio Gil-Delgado se alejó de Dios pero escuchó la llamada para ser sacerdote, se resistió, pero abrazó la vocación y será ordenado ahora

* «De la que nunca me alejé fue de la Virgen María. Se lo debo todo; sin Ella, no hubiera dicho que sí al Señor. Dios me quiso en un momento de pecado, bueno, ahora también, pero entonces estaba más perdido. No he tenido que ser bueno para que me haya llamado, sino que me ha llamado porque me ha querido. Lo que me ayudó fue enamorarme de Jesús; suena cursi, pero no hay otra. O le quieres, o para qué te vas a hacer sacerdote. Lo que más duro se me ha hecho ha sido estar en las cosas de Dios sin Dios; todo te hastía, todo te hunde, te deja triste, todo pierde el sentido. Si estás en las cosas de Dios sin Dios te acabas fijando en lo que no es Dios. Hay que amar a Jesús» 

Camino Católico.- «Estamos para lo que el Señor quiera y para servir a la Iglesia». Antonio Gil-Delgado (33 años) ha recibido el sacramento del Orden como presbítero el sábado, 24 de mayo, en la catedral de la Almudena. Un joven que se ha ido dejando hacer por Cristo en el seminario y que en total libertad entrega «vida, cuerpo y tiempo, todo para Dios y para la Iglesia, su pueblo». Sabe que «Jesús lo único que quiere es que seamos libres, y decirle que sí te da muchísima libertad; no hay mayor libertad que la de atarse a algo por amor», reflexiona a B. Aragoneses en Infomadrid. Y Jesucristo «no me pide nada que no haya hecho Él antes». Es el «Dios nos primerea» que decía el difunto Papa Francisco.

El Señor le fue preparando el corazón incluso cuando Antonio no se daba ni cuenta, en aquellos años en los que estuvo alejado de Dios y de esa Iglesia a la que desea ahora servir con toda su alma. Luego, en un retiro de Effetá, «me llamó y me lo dejó tan claro que no he tenido más remedio que ser sacerdote».

De hecho, su lema sacerdotal es aquello que Dios le dijo entonces: ‘Tú eres mi hijo amado a quien he elegido’. «Me recuerda siempre que Dios me quiere y me ama». Y, además, le da toda la tranquilidad porque «cuando me lo dijo yo no era el más santo del mundo; Dios me quiso en un momento de pecado, bueno, ahora también —ríe—, pero entonces estaba más perdido». Y esto le confirma que «no he tenido que ser bueno para que me haya llamado, sino que me ha llamado porque me ha querido».

Pero Antonio dijo que no al Señor. Y luego estuvo un año resistiéndose a entrar en el seminario, aunque Dios seguía trabajando su corazón «hasta que llegó un momento en que no quería otra cosa que estar con Jesús. “Tú sabes que yo no quiero ser sacerdote, pero quiero estar contigo, y si me dices que quieres estar conmigo siendo yo sacerdote, digo que sí”», cuenta con sencillez, como de lógica pura.

 

Antonio Gil-Delgado ante la parroquia Santa María Madre de Dios de Tres Cantos en la que ha desarrollado su actividad pastoral los dos últimos años

En las manos de la Virgen

En ese tiempo de ausencia de vida de Iglesia que tuvo Antonio, «de la que nunca me alejé fue de la Virgen María». Ella ha sido y es todo en su vida. «Se lo debo todo; sin Ella, no hubiera dicho que sí al Señor». Con 18 años empezó a ir a Lourdes con la Hospitalidad de Lourdes de Madrid, y fue en la Gruta, una noche de inquietud en ese tiempo en el que Antonio se resistía a Dios, cuando la María lo animó, «Antonio, hazle caso y di que sí». Lo hizo por Ella, y «tuve una paz tan grande… desapareció toda la angustia de golpe».

En los peores momentos del seminario —«cada año ha habido una crisis», ríe, desdramatizando—, también estuvo Ella. Son tiempos «en los que el Señor te rompe el corazón para construirlo Él; aquí empieza el camino de verdad». A veces dolía, a veces uno no podía más, pero le decía a Dios «no me sueltes ni dejes de hacer», porque al final todo esto «me ha hecho madurar en la fe y en el amor y entender que Jesús está conmigo en todo momento».

Un amor a Jesús que es la base de todo. Antonio tenía miedo de que Dios le quitara algo, de no poder… «Lo que me ayudó fue enamorarme de Jesús; suena cursi, pero no hay otra. O le quieres, o para qué te vas a hacer sacerdote». Lo ha comprobado también en sus peores momentos en el seminario, «lo que más duro se me ha hecho ha sido estar en las cosas de Dios sin Dios; todo te hastía, todo te hunde, te deja triste, todo pierde el sentido. Si estás en las cosas de Dios sin Dios te acabas fijando en lo que no es Dios». Por eso, «hay que amar a Jesús».

Antonio Gil-Delgado, en el centro de la imagen, en el Santuario de Lourdes donde la Virgen María le ayudó a decir ‘si’ a la vocación sacerdotal 

Años de pastoral

Antonio se presenta rotundo. «Voy con mucha luz y pisando firme», consciente de que le queda todo el camino por andar pero «no se nace sabiendo y tengo esperanza». «A dar la vida aprenderé dando la vida».

Ya ha tenido mucha vida pastoral, estos dos últimos años en la parroquia Santa María Madre de Dios de Tres Cantos. En ella disfruta muchísimo, todo le ilusiona, «me lo paso fenomenal con todo en cualquier momento». En este año, ya ordenado como diácono, ha podido hacer cosas que hasta entonces no, como bendecir. Y una de las tareas que encaró con más ilusión fue la bendición de los animales el día de San Antón. «Yo estudié Agrónomos y me encantan los animales», ríe.

Antonio Gil-Delgado, el día que fue ordenado diácono

En la ceremonia de ordenación le impuso la casulla Guillermo Cruz, consiliario de la Hospitalidad de Lourdes y su director espiritual. Le ha querido agradecer así todo su acompañamiento durante todo este tiempo. Y ha recibido el sacramento del Orden de manos del cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, al que le debe obediencia que ya prometió en la ordenación diaconal. «No es una obediencia de súbdito, es una obediencia amorosa; él es mi padre y estamos al servicio de la diócesis». «Está siendo un hombre muy cercano y muy normal, y me sorprende el cariño que nos tiene». En la entrevista que ha tenido con él estos días previos a la ordenación le recomendó que «todo lo que había vivido, tanto lo bueno como lo malo, lo escribiera, para no olvidarlo; y que disfrutara mucho, me dijo».

Antonio Gil-Delgado siendo ya diácono, dando la comunión a un enfermo, en el Santuario de Lourdes

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