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miércoles, 30 de abril de 2008

María Isbert considera que el mejor papel de su vida "ha sido el de ser católica"

"Ser actriz me ha venido de Dios"
Se abre el telón en los ojos de María Isbert. Nada menos que 86 años de una vitalidad que contagia y de una alegría sana pero burlona, entran en escena para poner la nota de color y de calor en cada instante del día. Su faceta teatral es la más conocida, la de cómica la más valorada y la humana la más valiosa. Sin embargo, pocos son los que conocen el secreto de su éxito: amar la vida, apoyarse en su familia, disfrutar del escenario y "aprender de Dios". En un mundo tan frívolo como el del espectáculo, ella afirmar que su mejor papel "ha sido ser católica y querer ser actriz".

Ya se ha aprendido el guión de la obra "Personajes sin vergüenza". Tiene 86 primaveras y conserva la energía de una veinteañera. Ella dice que es la Coca-Cola, pero la verdad es que su fuerza viene de más arriba.

Aunque es muy conocida, pocos saben que es usted de misa diaria.

Voy a misa siempre que el trabajo me lo permite. Ir a la iglesia es la mejor manera de ponerte en contacto con Dios. Tengo tantos asuntos que tratar con Él...

Como por ejemplo...

Los problemas de mis hijos. Todos sus problemas. El problema del trabajo ya lo he tratado dos veces. Cuando no he trabajado se lo he pedido y me lo ha concedido, así que estoy muy agradecida.

¿Qué tiene que ver Dios con el mundo del espectáculo?

Tiene mucho que ver. Dios tiene que estar en todas partes. No hay jefe en el mundo que pueda darse a sí mismo de la manera que se nos dio Jesucristo. Además, no hay actor que no entre en escena sin hacer la señal de la cruz. El día del estreno de "El espíritu Burlón" cené marisco y me entro una gastroenteritis terrible. El empresario propuso vaciar el teatro y yo le dije: "No digas a la gente que se vaya. Voy a pedir a Dios que me ayude". Al poco se me fue la gastroenteritis. Tuvimos un gran éxito y hasta me hicieron un homenaje. Estaba claro que Dios andaba de por medio, así que escribí a mis hijos pidiéndoles que agradeciesen a Dios lo que hizo conmigo.

¿Qué es lo mejor que le ha dado Dios?

Mi padre y mi madre, sin duda. Después, mi marido, mis 7 hijos y mis 12 nietos, que son ahora mi gran ilusión. Pero cuanto más analizo a mis padres y cuanto más tiempo hace que se han muerto, más me parece que son irrepetibles. Y eso que mis hijos se portan muy bien conmigo. Para mí la familia es muy importante.



O sea, que el mejor papel que Dios le ha dado es el de ser hija de sus padres, ¿no?

No. Ha sido el de ser católica y el de saber desde niña que quería ser actriz. Actuar me llena, me hace feliz. He sido madre y he tenido mis alegrías y mis penas, pero el ser actriz me ha venido de Dios.

Y, ¿cual es su peor tragedia?

No puedo decir que sea una tragedia, pero yo soy tan frívola y tan sumamente femenina que la peor tragedia para mí era no ser guapa. Aunque, la verdad, ahora que me he casado y que he tenido mis pretendientes, no podría decir que ha sido una tragedia, sino un inconveniente temporal. Un accidente.

¿Por qué le gusta hacer reír a los demás?

Lo he heredado de mi padre, que siempre estaba deseando contar un chiste o una anécdota... es una cosa instintiva. A mí me gusta que la gente sea feliz. Y que la gente no sea feliz, teniendo motivos para serlo, es un pecado mortal. Todos tenemos algun motivo para la felicidad, tenemos la obligación de ser lo más felices posible, cada uno con sus cosas. A mí, por ejemplo, me ha merecido la pena no ser guapa porque había tantos papeles de secundaria que he trabajado en más de 300 películas con mis "papeluchos".

Y, sin embargo, en el teatro y en la vida, ¿por qué será más fácil hacer llorar que hacer reír?

Pues la verdad, no lo sé. De todos modos, no siempre hacemos reír. Es una suerte que no siempre se tiene. Es como una lotería. Unos dirán que hago gracia y otros dirán que soy una señora vulgar y corriente.

Con 86 años, ¿ve a Dios igual que siempre o de otra forma?

Le veo diferente. Estoy con ganas de aprender de Dios, de conocerle, de perfeccionarme cada día. Soy más responsable. Hace falta tener sentido de la responsabilidad. Muchas personas se olvidan de que son responsables de sí mismos, de su cielo y de su infierno.

¿Qué es lo que más le gustaría aprender de Dios?

Lo que Él me quiera enseñar.

Y, ¿qué ha aprendido ya?

A sufrir. Ver cómo sufrió me ha enseñado mucho en la vida.

¿Cómo le gustaría terminar esta entrevista?

Con un abrazo.


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Fuente: La Razón