“No practiquéis vuestra religión delante de los demás solo para que os vean. Si hacéis eso, no obtendréis ninguna recompensa de vuestro Padre que está en el cielo".
(Mateo 6, 1).
La apariencia un espejismo que me anula
Así se inicia el evangelio del miércoles de ceniza con el que nos adentraremos en la Cuaresma. Jesús empieza señalando en sus palabras el primer mandamiento. Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua una de las definiciones de religión es: "virtud que mueve a dar a Dios el culto debido". La intención real de nuestro corazón será determinante para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas". (Deuteronomio 6, 5)
Poner en práctica la vida del evangelio no debe hacerse jamás para parecer mejores que los demás sino por amor a Dios, quien nos ha regalado una vida terrena y otra perdurable para siempre. El espíritu del mundo nos lleva continuamente a vivir de apariencias. Jesús desea que acojamos el amor del Padre manifestado en él y dejado en herencia por el don del Espíritu Santo. La sociedad nos impone que valemos según lo que tenemos, siendo los más idolatrados, los primeros, los que más sabemos, los más reconocidos. Cristo nos enseña que el único valor que nos hace dignos es que somos hijos amados de Dios. El Padre nos lo ha regalado gratuitamente todo, aún habiéndole rechazado por el pecado. No merecemos nada y Dios nos lo ha dado todo.
La humanidad vive para competir. Ser el mejor estudiante del mundo no sirve de nada si uno no es capaz de reconocer que le ha sido regalado, que antes de nacer era: nada. Esa actitud le empobrece y hace que todos sus conocimientos sean pura apariencia si no es sencillo, humilde y sabio como para saber que quizas hay millones de personas que se han esforzado mucho más en el mundo para llegar a niveles más inferiores de asimilación de conceptos. A ese excelente estudiante quizá el don natural que ha recibido de Dios es muy superior al de otros, pero perderá su valor si no lo ejerce con gratitud al servicio de los demás y para señalar que todo lo que hace es un regalo del Altísimo.
La verdad, ¿quien quieres que sea mi Señor? Constrúyeme
Jesús explicó con claridad que su de alimento era: "hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra". Por consiguiente el primer paso para crecer espiritualmente es tomar conciencia cada día de que necesitamos una gracia de conversión poderosa que nos haga auténticos discípulos de Jesús dispuestos a aceptar que los caminos del Señor no son nuestros caminos. Cada cosa que hagamos, por rutinaria que parezca, deberíamos realizarla sabiendo y conociendo que aquello que obramos es un don gratuito de Dios.
El pueblo de Israel se paseó cuarenta años por el desierto. O sea mucho tiempo. La Iglesia nos invita en cuaresma a reflexionar sobre nuestra pobreza y a mirar la gracia de Dios que nos asiste en toda circunstancia. Dios quiere convertir nuestra pobreza en amor. La sequedad en rios de agua viva. La desesperanza en confianza.
Los bienes en dones. Para eso sólo necesita de nuestro permiso a cada instante. Ser conscientes que sin Dios nada podemos es una gracia por la que tendríamos que orar siempre. Por tanto, el camino de nuestra conversión nos ocupará toda la vida.
Los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto deben ser toda nuestra vida. Nuestra tierra prometida es la vida eterna. A diferencia de los israelitas nosotros conocemos a Jesús, que nos ha rescatado del pecado y de la muerte. Eso tendría que cambiar radicalmente la actitud del corazón. Los israelitas se desesperaban por no saber donde eran conducidos. Cristo nos lo ha enseñado todo.
Toma mi mano, Señor
El caminar adecuado para nuestra cotidianidad como hijos de Dios es aplicar las enseñanzas del evangelio en todos los ámbitos de la vida. Escuchar a Dios en el silencio del corazón para a cada paso que tengamos que dar. Hacerlo todo en nombre de Jesús el Señor y para su gloria. Preguntar siempre como hacia Abraham: "¿Señor es aquí donde me quieres?". "¿Este es mi lugar?". Abraham levantaba altares donde Dios se le manifestaba. Nuestro altar debe ser toda nuestra vida.
En los momentos de aridez y oscuridad pidamos la gracia de Dios para saber esperar con sabiduría que Él nos muestre como y de que forma avanzar. Nunca desesperemos de esperar en el Señor. Su tiempo no es nuestro tiempo. Ofrécelo todo a Dios, lo que entiendas que Él te pide y lo que no comprendas. Si lo hacemos todo por el Señor, aún salpicados de pecados, Él hará que a su tiempo veamos los frutos perdurables y podamos comprender el por qué y para que de algunas cosas.
Si transformas tu vida en una cuaresma permanente de conversión verás como todo cambia a tu alrededor. No mires atrás. Tus ojos interiores mantenlos anclados en el corazón de Dios y el resto se te dará por añadidura. ¿En que consiste buscar el Reino y su Justicia? ¿No será quererlo hacer todo por amor a Dios y en el amor de Dios? Acepta que puedes equivocarte, que el Señor puede corregirte, pero que Dios está contigo para levantarte de tus caidas, sacarte de las oscuridades y para que tú le ayudes a hacer lo mismo con todos cuantos encuentres en tu camino: "Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas". (Mateo 7, 12)
Todos negaremos a Dios en diversos momentos de nuestra vida, como lo hizo Pedro con Jesús. Eso, no obstante, no es motivo de desánimo porque el Señor nunca dejará de ser fiel. Sustituyamos el nombre de Pedro por el nuestro y escuchemos como Cristo mismo nos habla al corazón en Lucas 22, 31-32: "-....., ....., mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes"
El capítulo 3 del libro de los Proverbios nos instruye sobre como alcanzar la sabiduría:
No olvides mis enseñanzas, hijo mío;
guarda en tu memoria mis mandamientos
y tendrás una vida larga
y llena de felicidad.
No abandones nunca el amor y la verdad;
llévalos contigo como un collar.
Grábatelos en la mente,
y tendrás el favor y el aprecio
de Dios y de los hombres.
Confía de todo corazón en el Señor
y no en tu propia inteligencia.
Ten presente al Señor en todo lo que hagas
y él te llevará por el camino recto.
No te creas demasiado sabio;
honra al Señor y apártate del mal:
¡ésa es la mejor medicina
para fortalecer tu cuerpo!
Honra al Señor con tus riquezas
y con los primeros frutos de tus cosechas;
así se llenarán a reventar
tus graneros y tus depósitos de vino.
No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor
ni te disgustes por sus reprensiones;
porque a quien el Señor ama, también le corrige,
como un padre corrige a su hijo favorito.
Dichoso el que halla sabiduría,
el que obtiene inteligencia;
porque son más provechosas que la plata
y rinden mayores beneficios que el oro.
La sabiduría vale más que las piedras preciosas;
¡ni aun las cosas más deseables se le pueden comparar!
Con la derecha ofrece larga vida,
y con la izquierda, riquezas y honores.
Seguir sus pasos es muy agradable;
andar por sus senderos es vivir en paz.
La sabiduría es vida para quien la obtiene;
¡dichosos los que saben retenerla!
Con sabiduría e inteligencia
afirmó el Señor los cielos y la tierra;
con sabiduría hizo que el mar se dividiera
y que de las nubes brotara el rocío.
Conserva siempre el buen juicio, hijo mío,
y no pierdas de vista la discreción,
pues serán para ti fuente de vida
y te adornarán como un collar.
Podrás andar confiado por el camino
y jamás tropezarás.
Cuando descanses, nada habrás de temer;
cuando te acuestes, dormirás tranquilo.
No temerás los peligros repentinos
ni la ruina que vendrá sobre los malvados,
porque el Señor te infundirá confianza
y evitará que caigas en alguna trampa.
Nunca niegues un favor a quien te lo pida,
cuando en tu mano esté el hacerlo.
No dejes para mañana
la ayuda que puedas dar hoy.
No hagas planes perversos
contra el que vive confiado en ti.
No busques pelea con nadie,
si nadie te ha hecho daño.
No envidies al desalmado
ni trates de imitar su conducta;
porque al Señor le repugnan los malvados,
pero a los buenos les brinda su confianza.
El Señor maldice la casa del malvado,
pero bendice el hogar del hombre justo.
El Señor se burla de los burlones,
pero trata con bondad a los humildes.
La honra es el premio de los sabios,
pero los necios se destacan por su deshonra.
Orar para dar gracias
Hay una historía que ilustra la actitud de vivir confiando en Dios Padre como un niño lo está en sus progenitores. Es un sencillo hecho que muestra una real y profunda limpieza de corazón de una niña:
Una madre solía orar por las noches con una hija pequeña, de unos seis años, al acostarla.
Una noche la madre le dijo:
- Hoy vamos a pedir a Dios un poco más para que sane a la tía Marta.
Oraron por la tía Marta, cada noche, durante un par de semanas. Después, la madre no dijo nada y dejaron de pedir.
A la tercera o cuarta noche sin hacerlo, la niña preguntó:
- Mamá, ¿por qué no oramos por la tía Marta?.
- Es que Diosito ya la puso buena – respondió la madre.
- Y si la puso buena – replicó la niña- ¿no deberíamos orar para darle las gracias?.
Amar sonriendo desde lo profundo del corazón
Una madre nos explica la receta para que brille el Amor de Dios en su familia:
"Mi primera lección es enseñarles a sonreír".
Y resumía así los consejos que ella da a sus hijos: sonríe, sonríe, hasta que notes que tu continua seriedad o tu severidad habitual hayan desaparecido. ..
Sonríe, hasta que logres que el calor de tu rostro alegre, caliente tu corazón que tiende a ser frío.
Recuerda que tu sonrisa tiene un trabajo que hacer: ganar amigos para ti, y almas para Dios. Puedes ser apóstol con sólo sonreír.
Sonríe a los rostros solitarios.
Sonríe a los rostros enfermos.
Sonríe a los rostros arrugados de los ancianos.
Sonríe a los rostros sucios de los pordioseros.
Deja que en tu familia todos gocen de la belleza y de la inspiración que provienen de tu rostro sonriente.
Cuenta, si tú quieres, el número de sonrisas que la tuya haya despertado en otros durante el día.
Ese número representa cuántas veces tú has fomentado la felicidad, la alegría, el ánimo y la confianza en otros corazones. La influencia de la sonrisa se extenderá hasta donde tú ni siquiera alcanzas a sospechar.
Tu sonrisa te abre muchas puertas, allana las dificultades y hasta puede obtenerte excepcionales favores.
Puede ser un comienzo de conversión a la Fe.
Puede ganarte un sin número de verdaderos amigos.
Y sonríe también a Dios: aceptando lo que él quiere que te suceda, porque ya sabes que todo redunda en bien de los que aman al Señor.
Sufrir con amor es delicioso, pero sonreír en el sufrimiento es el arte supremo del amor. Sonreír en el sufrimiento es cubrir con pétalos vistosos y perfumados las espinas de la vida, para que los demás sólo vean lo que agrada, y Dios, que ve en lo profundo, anote lo que nos va a recompensar.
La esmeralda encantada
Un cuento muy simple puede servirnos de parábola para iluminarnos las palabras de Jesús, reflejadas en el evangelio de Mateo, al principio de estas lineas, para el inicio de la Cuaresma:
Hace muchos, muchos años hubo una vez un niño que solía jugar debajo de un gran pino cercano a su casa. Después de cada lluvia, alrededor del árbol brotaban muchos hongos, alineados en forma de círculo, que servían de asiento a un grupo de pequeños gnomos, tan chiquitos como muñequitos pero capaces de hacer cosas maravillosas.
Al poco tiempo de conocerse, el muchacho y los gnomos ya eran grandes amigos.
Francisco que así se llamaba el niño, mantenía en secreto esa amistad, porque la gente no suele creer en los gnomos, pero se divertía mucho con ellos.
Pero llegó el invierno y el padre del muchacho decidió hacer leña ese pino. Francisco le rogó de todas formas que no cortara ese árbol, ya que era la morada de sus extraños amigos.
El padre aceptó su pedido a condición de que Francisco se ocupara de conseguir la leña para la casa durante todo el invierno. El chico pasó ese invierno trabajando muy duro, recorriendo la comarca juntando leña para cumplir la promesa que salvaría al pino, y el padre cumplió la suya, porque así son los padres.
Llegada la primavera los gnomos se enteraron del sacrificio realizado por Francisco para salvar su viejo árbol y decidieron recompensarlo regalándole una cadena de oro con una gran esmeralda. Esta piedra -le dijeron- tiene poderes mágicos que te darán toda la felicidad; mientras la lleves en el cuello seras amado, conseguirás para ti todo lo que quieras y llegaras a ser inmensamente rico. Para el resto de los hombres solo será una piedra, muy valiosa, pero sin esos poderes.
Muy pronto Francisco comprobó la verdad de esas palabras: tenía cuanto deseaba y todo lo que emprendía le salía bien sin ningún esfuerzo, aunque como no ambicionaba riquezas, poco uso le daba a su esmeralda encantada. Pero ese verano hubo una gran sequía y el hambre se apoderó de hombres y animales, porque se perdieron todas las cosechas.
Francisco intento, solucionar esos males con su piedra encantada, pero todo fue en vano, sus poderes solo actuaban para él, pero no para los demás. Podría salvarse del hambre y la miseria, pero nunca ayudar a sus semejantes. Rápidamente corrió hasta la ciudad más cercana, vendió la piedra por la cual le dieron una fortuna, y volvió a su comarca con una enorme carreta cargada de alimentos, ropas, y hasta grano para los animales.
Para que nadie se enterara de que había sido él quien trajera todo eso, lo fue dejando frente a las casas de noche sin que lo vieran. A la mañana siguiente, todos encontraron los grandes paquetes frente a sus puertas y fue como un día de reyes. Hubo alegría y alivio, aunque nadie sabía a quien darle las gracias.
Pero Francisco estaba preocupado, porque tendría que confesar a sus amigos los gnomos, que se había desprendido de la maravillosa piedra que le regalaran.Lo hizo con un poco de miedo, pensando que se enojarían. Pero los gnomos comprendieron que Francisco no necesitaba una piedra encantada para ser feliz, le bastaba con su propia bondad. Por eso le hicieron otro obsequio para que llevara en su cuello; esta vez le dieron un humilde pañuelo, ajustado con un pequeño anillo, echo con un hueso.
Ese pañuelo –tan parecido al qué usan los scouts- le recordaría siempre que de nada valen las riquezas ni la propia felicidad cuando no se las puede compartir, que lo que se consigue sin esfuerzo carece de verdadero valor y que el amor al prójimo es la mayor alegría que alguien puede gozar, porque no hay felicidad mas linda que dar felicidad.
Oremos con el Salmo 37 (36):
Confía en el Señor, y haz lo bueno;
vive en la tierra, y manténte fiel.
Ama al Señor con ternura,
y él cumplirá tus deseos más profundos.
Pon tu vida en las manos del Señor;
confía en él, y él vendrá en tu ayuda.
Hará brillar tu rectitud y tu justicia
como brilla el sol de mediodía.
Guarda silencio ante el Señor;
espera con paciencia a que él te ayude.
No te irrites a causa del que triunfa en la vida,
del que hace planes malvados.
El Señor dirige los pasos del hombre
y le pone en el camino que a él le agrada;
aun cuando caiga, no quedará caído,
porque el Señor le tiene de la mano.
Yo fui joven, y ya soy viejo,
pero nunca vi desamparado al hombre bueno
ni jamás vi a sus hijos pedir limosna.
A todas horas siente compasión, y da prestado;
sus hijos son una bendición.
Aléjate de la maldad y haz lo bueno,
y tendrás siempre un lugar donde vivir.
Pues el Señor ama la justicia
y no abandona a quienes le son fieles,
pero destruye a los malvados
y los deja sin descendencia.
Los hombres buenos heredarán la tierra
y vivirán en ella para siempre.
El hombre bueno habla con sabiduría;
el hombre bueno habla con justicia.
Lleva en el corazón la enseñanza de su Dios;
¡jamás resbalarán sus pies!
El malvado espía al hombre bueno,
con la intención de matarlo;
pero el Señor no dejará que caiga en sus manos,
ni dejará tampoco que lo declaren culpable.
Tú confía en el Señor, y obedécele,
pues él te enaltecerá y te dará el país como herencia.
¡Con tus ojos verás la destrucción de los malvados!
He visto al malvado, lleno de altanería,
extenderse como un árbol frondoso;
pero se fue, dejó de existir;
lo busqué, y no pude encontrarlo.
Fíjate en el hombre honrado y sin tacha:
el futuro de ese hombre es la paz.
Pero los rebeldes serán destruidos por completo;
el futuro de los malos será su destrucción.
La ayuda a los hombres buenos viene del Señor,
que es su refugio en tiempos difíciles.
El Señor los ayuda a escapar.
Los hace escapar de los malvados, y los salva,
porque en él buscaron protección.
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miércoles, 13 de febrero de 2008
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