Continuar leyendo* «¡Existe salvación también para el rico! Zaqueo es la prueba de esto. Dios puede hacer el milagro de convertir y salvar a un rico sin, necesariamente, reducirlo al estado de pobreza. Una esperanza, ésta, que Jesús no negó jamás y que incluso alimentó, no desdeñando frecuentar, Él, el pobre, también a algunos ricos y jefes militares. Cierto: Él jamás halagó a los ricos ni buscó su favor suavizando, cuando estaba en su compañía, las exigencias de su Evangelio. ¡Todo lo contrario! Zaqueo, antes de oír que se le dice: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa», tuvo que tomar una valiente decisión: dar a los pobres la mitad de su dinero y de los bienes acumulados, reparar los fraudes cometidos en su trabajo restituyendo el cuádruple. El caso de Zaqueo se presenta, así, como el reflejo de la conversión evangélica que es siempre y a la vez conversión a Dios y a los hermanos»
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lunes, 31 de octubre de 2022
Homilía del Evangelio del Domingo: Jesús no condena sin apelación la riqueza, sino su uso inicuo / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, ofmcap.
domingo, 25 de septiembre de 2022
Homilía del Evangelio del Domingo: «Dios quiere salvar a los ricos de su riqueza» / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, ofmcap.
* «Esta denuncia, después de dos mil años, conserva intacta su carga negativa. El motivo es que quien la pronuncia no es un hombre que esté de parte de ricos o pobres, sino uno que está por encima de las partes y se preocupa tanto de los ricos como de los pobres, incluso tal vez más de los primeros que de los segundos (¡a estos les sabe menos expuestos al peligro!). La parábola del rico epulón no se sugiere por el hastío hacia los ricos o por el deseo de ocupar su lugar, como tantas denuncias humanas, sino por una preocupación sincera de su salvación»
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sábado, 15 de agosto de 2020
¿Qué dice la Biblia sobre el dinero? / Responde Christine Ponsard
Camino Católico.- Claro está, la Biblia no es un manual de finanzas, pero contiene muchos consejos prácticos y valiosos que pueden ayudar a todo el mundo a gestionar mejor su dinero y mantener una relación sana con él.
¿Es un pecado querer ganar dinero (incluso mucho dinero)? ¿Hay que rehuirlo, sufrirlo, hacerlo fructificar? ¿Qué es una gestión responsable del dinero? ¿El dinero es un mal necesario? Hacer de vez en cuando un examen de conciencia sobre nuestra relación con el dinero y los bienes materiales puede ser un buen medio de gestionar mejor nuestro presupuesto. El padre Pierre Debergé, autor de El dinero en la biblia. Ni pobre… Ni rico, ofrece algunos consejos sobre el tema.
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jueves, 12 de marzo de 2020
Santa Misa de hoy presidida por el Papa Francisco en Santa Marta, jueves de la 2ª semana de Cuaresma, 12-3-2020
12 de marzo de 2020.- (Camino Católico). – Celebración de la Santa Misa de hoy, jueves de la 2ª semana de Cuaresma, presidida por el Papa Francisco, emitida por Vatican News desde la capilla de la Casa Santa Marta en el Vaticano.
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domingo, 4 de agosto de 2013
Comentario del Evangelio del Domingo: Lo más importante no es tener bienes, sino hacer el bien / Por Raniero Cantalamessa OFM Cap
Vanidad de vanidades: XVIII Domingo del Tiempo Ordinario
Eclesiastés 1,2;2,21-23; Colosenses 3, 1-5.9-11; Lucas 12, 13-21
4 de agosto de 2013.-El Evangelio del domingo arroja luz sobre un problema fundamental para el hombre: el del sentido de actuar y trabajar en el mundo, que Qohélet en la primera lectura [Eclesiastés] expresa en términos desconsoladores: «¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?».
Uno entre la gente pidió a Jesús que interviniera en un litigio entre él y su hermano por cuestiones de herencia. Como a menudo, cuando presentan a Jesús casos particulares (si pagar o no el tributo al César; si lapidar o no a la mujer adúltera), Él no responde directamente, sino que afronta el problema en la raíz; se sitúa en un plano más elevado, mostrando el error que está en la base de la propia cuestión. Los dos hermanos están equivocados porque su conflicto no deriva de la búsqueda de la justicia y de la equidad, sino de la codicia. Entre ellos ya no existe más que la herencia para repartir. El interés acalla todo sentimiento, deshumaniza. Leer más...
Eclesiastés 1,2;2,21-23; Colosenses 3, 1-5.9-11; Lucas 12, 13-21
4 de agosto de 2013.-El Evangelio del domingo arroja luz sobre un problema fundamental para el hombre: el del sentido de actuar y trabajar en el mundo, que Qohélet en la primera lectura [Eclesiastés] expresa en términos desconsoladores: «¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?».
Uno entre la gente pidió a Jesús que interviniera en un litigio entre él y su hermano por cuestiones de herencia. Como a menudo, cuando presentan a Jesús casos particulares (si pagar o no el tributo al César; si lapidar o no a la mujer adúltera), Él no responde directamente, sino que afronta el problema en la raíz; se sitúa en un plano más elevado, mostrando el error que está en la base de la propia cuestión. Los dos hermanos están equivocados porque su conflicto no deriva de la búsqueda de la justicia y de la equidad, sino de la codicia. Entre ellos ya no existe más que la herencia para repartir. El interés acalla todo sentimiento, deshumaniza. Leer más...
sábado, 13 de abril de 2013
Davide Sarpedonti, millonario y vividor, fue condenado a 24 años por fraude... ahora sirve y vive con los más pobres: “Mi segunda vida, un regalo del Padre Eterno”
Lo tenía todo. Llevaba una vida de excesos. Tras pasar por la cárcel descubrió su vocación de servir al prójimo
13 de abril de 2013.- (Javier Lozano / Religión en Libertad/ Camino Católico) Davide Sarpedonti ha experimentado en su vida todo tipo de sensaciones. Desde vivir en lo más alto de la sociedad como hombre de negocios millonario y sin escrúpulos a tocar fondo durante años en la cárcel. Pero este descenso a los infiernos fue lo que realmente le salvó la vida. El dinero y el poder le tenían esclavo y paradójicamente el cautiverio le hizo totalmente libre.
La historia de Davide es la de un cambio en el corazón y que tras años de endurecimiento le permitió conocer la existencia del otro, del prójimo. Ahora, resarcido de los males realizados en el pasado dedica su vida a servir a los más pobres, junto con los que vive en un hogar-comedor de los franciscanos en las afueras de Milán, al que corresponden las imagenes que acompañan el testimonio. Leer más...
13 de abril de 2013.- (Javier Lozano / Religión en Libertad/ Camino Católico) Davide Sarpedonti ha experimentado en su vida todo tipo de sensaciones. Desde vivir en lo más alto de la sociedad como hombre de negocios millonario y sin escrúpulos a tocar fondo durante años en la cárcel. Pero este descenso a los infiernos fue lo que realmente le salvó la vida. El dinero y el poder le tenían esclavo y paradójicamente el cautiverio le hizo totalmente libre.
La historia de Davide es la de un cambio en el corazón y que tras años de endurecimiento le permitió conocer la existencia del otro, del prójimo. Ahora, resarcido de los males realizados en el pasado dedica su vida a servir a los más pobres, junto con los que vive en un hogar-comedor de los franciscanos en las afueras de Milán, al que corresponden las imagenes que acompañan el testimonio. Leer más...
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miércoles, 27 de abril de 2011
Uno sólo es tu maestro, Jesucristo / Por Arturo López
Meditación en vídeo grabada en directo
27 de abril de 2011.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta enseñanza se reflexiona sobre las cuatro condiciones que debemos cumplir con actitudes concretas en nuestra vida cotidiana para convertirnos en discípulos de Jesucristo. Ser discípulo y apóstol es algo que debe vivirse de manera paralela. Si no tenemos como único y exclusivo maestro a Cristo y aprendemos en la escucha de Él no podemos ser apóstoles y evangelizar. El ser discípulo es tarea de toda la vida y tiene como meta llegar a ser perfecto como el Padre del Cielo. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 4 de abril del 2011. Ver vídeo...
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sábado, 21 de junio de 2008
lunes, 26 de mayo de 2008
miércoles, 13 de febrero de 2008
Quiero ser un regalo de Dios para ti / Autores: Conchi y Arturo
“No practiquéis vuestra religión delante de los demás solo para que os vean. Si hacéis eso, no obtendréis ninguna recompensa de vuestro Padre que está en el cielo".
(Mateo 6, 1).
La apariencia un espejismo que me anula
Así se inicia el evangelio del miércoles de ceniza con el que nos adentraremos en la Cuaresma. Jesús empieza señalando en sus palabras el primer mandamiento. Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua una de las definiciones de religión es: "virtud que mueve a dar a Dios el culto debido". La intención real de nuestro corazón será determinante para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas". (Deuteronomio 6, 5)
Poner en práctica la vida del evangelio no debe hacerse jamás para parecer mejores que los demás sino por amor a Dios, quien nos ha regalado una vida terrena y otra perdurable para siempre. El espíritu del mundo nos lleva continuamente a vivir de apariencias. Jesús desea que acojamos el amor del Padre manifestado en él y dejado en herencia por el don del Espíritu Santo. La sociedad nos impone que valemos según lo que tenemos, siendo los más idolatrados, los primeros, los que más sabemos, los más reconocidos. Cristo nos enseña que el único valor que nos hace dignos es que somos hijos amados de Dios. El Padre nos lo ha regalado gratuitamente todo, aún habiéndole rechazado por el pecado. No merecemos nada y Dios nos lo ha dado todo.
La humanidad vive para competir. Ser el mejor estudiante del mundo no sirve de nada si uno no es capaz de reconocer que le ha sido regalado, que antes de nacer era: nada. Esa actitud le empobrece y hace que todos sus conocimientos sean pura apariencia si no es sencillo, humilde y sabio como para saber que quizas hay millones de personas que se han esforzado mucho más en el mundo para llegar a niveles más inferiores de asimilación de conceptos. A ese excelente estudiante quizá el don natural que ha recibido de Dios es muy superior al de otros, pero perderá su valor si no lo ejerce con gratitud al servicio de los demás y para señalar que todo lo que hace es un regalo del Altísimo.
La verdad, ¿quien quieres que sea mi Señor? Constrúyeme
Jesús explicó con claridad que su de alimento era: "hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra". Por consiguiente el primer paso para crecer espiritualmente es tomar conciencia cada día de que necesitamos una gracia de conversión poderosa que nos haga auténticos discípulos de Jesús dispuestos a aceptar que los caminos del Señor no son nuestros caminos. Cada cosa que hagamos, por rutinaria que parezca, deberíamos realizarla sabiendo y conociendo que aquello que obramos es un don gratuito de Dios.
El pueblo de Israel se paseó cuarenta años por el desierto. O sea mucho tiempo. La Iglesia nos invita en cuaresma a reflexionar sobre nuestra pobreza y a mirar la gracia de Dios que nos asiste en toda circunstancia. Dios quiere convertir nuestra pobreza en amor. La sequedad en rios de agua viva. La desesperanza en confianza.
Los bienes en dones. Para eso sólo necesita de nuestro permiso a cada instante. Ser conscientes que sin Dios nada podemos es una gracia por la que tendríamos que orar siempre. Por tanto, el camino de nuestra conversión nos ocupará toda la vida.
Los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto deben ser toda nuestra vida. Nuestra tierra prometida es la vida eterna. A diferencia de los israelitas nosotros conocemos a Jesús, que nos ha rescatado del pecado y de la muerte. Eso tendría que cambiar radicalmente la actitud del corazón. Los israelitas se desesperaban por no saber donde eran conducidos. Cristo nos lo ha enseñado todo.
Toma mi mano, Señor
El caminar adecuado para nuestra cotidianidad como hijos de Dios es aplicar las enseñanzas del evangelio en todos los ámbitos de la vida. Escuchar a Dios en el silencio del corazón para a cada paso que tengamos que dar. Hacerlo todo en nombre de Jesús el Señor y para su gloria. Preguntar siempre como hacia Abraham: "¿Señor es aquí donde me quieres?". "¿Este es mi lugar?". Abraham levantaba altares donde Dios se le manifestaba. Nuestro altar debe ser toda nuestra vida.
En los momentos de aridez y oscuridad pidamos la gracia de Dios para saber esperar con sabiduría que Él nos muestre como y de que forma avanzar. Nunca desesperemos de esperar en el Señor. Su tiempo no es nuestro tiempo. Ofrécelo todo a Dios, lo que entiendas que Él te pide y lo que no comprendas. Si lo hacemos todo por el Señor, aún salpicados de pecados, Él hará que a su tiempo veamos los frutos perdurables y podamos comprender el por qué y para que de algunas cosas.
Si transformas tu vida en una cuaresma permanente de conversión verás como todo cambia a tu alrededor. No mires atrás. Tus ojos interiores mantenlos anclados en el corazón de Dios y el resto se te dará por añadidura. ¿En que consiste buscar el Reino y su Justicia? ¿No será quererlo hacer todo por amor a Dios y en el amor de Dios? Acepta que puedes equivocarte, que el Señor puede corregirte, pero que Dios está contigo para levantarte de tus caidas, sacarte de las oscuridades y para que tú le ayudes a hacer lo mismo con todos cuantos encuentres en tu camino: "Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas". (Mateo 7, 12)
Todos negaremos a Dios en diversos momentos de nuestra vida, como lo hizo Pedro con Jesús. Eso, no obstante, no es motivo de desánimo porque el Señor nunca dejará de ser fiel. Sustituyamos el nombre de Pedro por el nuestro y escuchemos como Cristo mismo nos habla al corazón en Lucas 22, 31-32: "-....., ....., mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes"
El capítulo 3 del libro de los Proverbios nos instruye sobre como alcanzar la sabiduría:
No olvides mis enseñanzas, hijo mío;
guarda en tu memoria mis mandamientos
y tendrás una vida larga
y llena de felicidad.
No abandones nunca el amor y la verdad;
llévalos contigo como un collar.
Grábatelos en la mente,
y tendrás el favor y el aprecio
de Dios y de los hombres.
Confía de todo corazón en el Señor
y no en tu propia inteligencia.
Ten presente al Señor en todo lo que hagas
y él te llevará por el camino recto.
No te creas demasiado sabio;
honra al Señor y apártate del mal:
¡ésa es la mejor medicina
para fortalecer tu cuerpo!
Honra al Señor con tus riquezas
y con los primeros frutos de tus cosechas;
así se llenarán a reventar
tus graneros y tus depósitos de vino.
No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor
ni te disgustes por sus reprensiones;
porque a quien el Señor ama, también le corrige,
como un padre corrige a su hijo favorito.
Dichoso el que halla sabiduría,
el que obtiene inteligencia;
porque son más provechosas que la plata
y rinden mayores beneficios que el oro.
La sabiduría vale más que las piedras preciosas;
¡ni aun las cosas más deseables se le pueden comparar!
Con la derecha ofrece larga vida,
y con la izquierda, riquezas y honores.
Seguir sus pasos es muy agradable;
andar por sus senderos es vivir en paz.
La sabiduría es vida para quien la obtiene;
¡dichosos los que saben retenerla!
Con sabiduría e inteligencia
afirmó el Señor los cielos y la tierra;
con sabiduría hizo que el mar se dividiera
y que de las nubes brotara el rocío.
Conserva siempre el buen juicio, hijo mío,
y no pierdas de vista la discreción,
pues serán para ti fuente de vida
y te adornarán como un collar.
Podrás andar confiado por el camino
y jamás tropezarás.
Cuando descanses, nada habrás de temer;
cuando te acuestes, dormirás tranquilo.
No temerás los peligros repentinos
ni la ruina que vendrá sobre los malvados,
porque el Señor te infundirá confianza
y evitará que caigas en alguna trampa.
Nunca niegues un favor a quien te lo pida,
cuando en tu mano esté el hacerlo.
No dejes para mañana
la ayuda que puedas dar hoy.
No hagas planes perversos
contra el que vive confiado en ti.
No busques pelea con nadie,
si nadie te ha hecho daño.
No envidies al desalmado
ni trates de imitar su conducta;
porque al Señor le repugnan los malvados,
pero a los buenos les brinda su confianza.
El Señor maldice la casa del malvado,
pero bendice el hogar del hombre justo.
El Señor se burla de los burlones,
pero trata con bondad a los humildes.
La honra es el premio de los sabios,
pero los necios se destacan por su deshonra.
Orar para dar gracias
Hay una historía que ilustra la actitud de vivir confiando en Dios Padre como un niño lo está en sus progenitores. Es un sencillo hecho que muestra una real y profunda limpieza de corazón de una niña:
Una madre solía orar por las noches con una hija pequeña, de unos seis años, al acostarla.
Una noche la madre le dijo:
- Hoy vamos a pedir a Dios un poco más para que sane a la tía Marta.
Oraron por la tía Marta, cada noche, durante un par de semanas. Después, la madre no dijo nada y dejaron de pedir.
A la tercera o cuarta noche sin hacerlo, la niña preguntó:
- Mamá, ¿por qué no oramos por la tía Marta?.
- Es que Diosito ya la puso buena – respondió la madre.
- Y si la puso buena – replicó la niña- ¿no deberíamos orar para darle las gracias?.
Amar sonriendo desde lo profundo del corazón
Una madre nos explica la receta para que brille el Amor de Dios en su familia:
"Mi primera lección es enseñarles a sonreír".
Y resumía así los consejos que ella da a sus hijos: sonríe, sonríe, hasta que notes que tu continua seriedad o tu severidad habitual hayan desaparecido. ..
Sonríe, hasta que logres que el calor de tu rostro alegre, caliente tu corazón que tiende a ser frío.
Recuerda que tu sonrisa tiene un trabajo que hacer: ganar amigos para ti, y almas para Dios. Puedes ser apóstol con sólo sonreír.
Sonríe a los rostros solitarios.
Sonríe a los rostros enfermos.
Sonríe a los rostros arrugados de los ancianos.
Sonríe a los rostros sucios de los pordioseros.
Deja que en tu familia todos gocen de la belleza y de la inspiración que provienen de tu rostro sonriente.
Cuenta, si tú quieres, el número de sonrisas que la tuya haya despertado en otros durante el día.
Ese número representa cuántas veces tú has fomentado la felicidad, la alegría, el ánimo y la confianza en otros corazones. La influencia de la sonrisa se extenderá hasta donde tú ni siquiera alcanzas a sospechar.
Tu sonrisa te abre muchas puertas, allana las dificultades y hasta puede obtenerte excepcionales favores.
Puede ser un comienzo de conversión a la Fe.
Puede ganarte un sin número de verdaderos amigos.
Y sonríe también a Dios: aceptando lo que él quiere que te suceda, porque ya sabes que todo redunda en bien de los que aman al Señor.
Sufrir con amor es delicioso, pero sonreír en el sufrimiento es el arte supremo del amor. Sonreír en el sufrimiento es cubrir con pétalos vistosos y perfumados las espinas de la vida, para que los demás sólo vean lo que agrada, y Dios, que ve en lo profundo, anote lo que nos va a recompensar.
La esmeralda encantada
Un cuento muy simple puede servirnos de parábola para iluminarnos las palabras de Jesús, reflejadas en el evangelio de Mateo, al principio de estas lineas, para el inicio de la Cuaresma:
Hace muchos, muchos años hubo una vez un niño que solía jugar debajo de un gran pino cercano a su casa. Después de cada lluvia, alrededor del árbol brotaban muchos hongos, alineados en forma de círculo, que servían de asiento a un grupo de pequeños gnomos, tan chiquitos como muñequitos pero capaces de hacer cosas maravillosas.
Al poco tiempo de conocerse, el muchacho y los gnomos ya eran grandes amigos.
Francisco que así se llamaba el niño, mantenía en secreto esa amistad, porque la gente no suele creer en los gnomos, pero se divertía mucho con ellos.
Pero llegó el invierno y el padre del muchacho decidió hacer leña ese pino. Francisco le rogó de todas formas que no cortara ese árbol, ya que era la morada de sus extraños amigos.
El padre aceptó su pedido a condición de que Francisco se ocupara de conseguir la leña para la casa durante todo el invierno. El chico pasó ese invierno trabajando muy duro, recorriendo la comarca juntando leña para cumplir la promesa que salvaría al pino, y el padre cumplió la suya, porque así son los padres.
Llegada la primavera los gnomos se enteraron del sacrificio realizado por Francisco para salvar su viejo árbol y decidieron recompensarlo regalándole una cadena de oro con una gran esmeralda. Esta piedra -le dijeron- tiene poderes mágicos que te darán toda la felicidad; mientras la lleves en el cuello seras amado, conseguirás para ti todo lo que quieras y llegaras a ser inmensamente rico. Para el resto de los hombres solo será una piedra, muy valiosa, pero sin esos poderes.
Muy pronto Francisco comprobó la verdad de esas palabras: tenía cuanto deseaba y todo lo que emprendía le salía bien sin ningún esfuerzo, aunque como no ambicionaba riquezas, poco uso le daba a su esmeralda encantada. Pero ese verano hubo una gran sequía y el hambre se apoderó de hombres y animales, porque se perdieron todas las cosechas.
Francisco intento, solucionar esos males con su piedra encantada, pero todo fue en vano, sus poderes solo actuaban para él, pero no para los demás. Podría salvarse del hambre y la miseria, pero nunca ayudar a sus semejantes. Rápidamente corrió hasta la ciudad más cercana, vendió la piedra por la cual le dieron una fortuna, y volvió a su comarca con una enorme carreta cargada de alimentos, ropas, y hasta grano para los animales.
Para que nadie se enterara de que había sido él quien trajera todo eso, lo fue dejando frente a las casas de noche sin que lo vieran. A la mañana siguiente, todos encontraron los grandes paquetes frente a sus puertas y fue como un día de reyes. Hubo alegría y alivio, aunque nadie sabía a quien darle las gracias.
Pero Francisco estaba preocupado, porque tendría que confesar a sus amigos los gnomos, que se había desprendido de la maravillosa piedra que le regalaran.Lo hizo con un poco de miedo, pensando que se enojarían. Pero los gnomos comprendieron que Francisco no necesitaba una piedra encantada para ser feliz, le bastaba con su propia bondad. Por eso le hicieron otro obsequio para que llevara en su cuello; esta vez le dieron un humilde pañuelo, ajustado con un pequeño anillo, echo con un hueso.
Ese pañuelo –tan parecido al qué usan los scouts- le recordaría siempre que de nada valen las riquezas ni la propia felicidad cuando no se las puede compartir, que lo que se consigue sin esfuerzo carece de verdadero valor y que el amor al prójimo es la mayor alegría que alguien puede gozar, porque no hay felicidad mas linda que dar felicidad.
Oremos con el Salmo 37 (36):
Confía en el Señor, y haz lo bueno;
vive en la tierra, y manténte fiel.
Ama al Señor con ternura,
y él cumplirá tus deseos más profundos.
Pon tu vida en las manos del Señor;
confía en él, y él vendrá en tu ayuda.
Hará brillar tu rectitud y tu justicia
como brilla el sol de mediodía.
Guarda silencio ante el Señor;
espera con paciencia a que él te ayude.
No te irrites a causa del que triunfa en la vida,
del que hace planes malvados.
El Señor dirige los pasos del hombre
y le pone en el camino que a él le agrada;
aun cuando caiga, no quedará caído,
porque el Señor le tiene de la mano.
Yo fui joven, y ya soy viejo,
pero nunca vi desamparado al hombre bueno
ni jamás vi a sus hijos pedir limosna.
A todas horas siente compasión, y da prestado;
sus hijos son una bendición.
Aléjate de la maldad y haz lo bueno,
y tendrás siempre un lugar donde vivir.
Pues el Señor ama la justicia
y no abandona a quienes le son fieles,
pero destruye a los malvados
y los deja sin descendencia.
Los hombres buenos heredarán la tierra
y vivirán en ella para siempre.
El hombre bueno habla con sabiduría;
el hombre bueno habla con justicia.
Lleva en el corazón la enseñanza de su Dios;
¡jamás resbalarán sus pies!
El malvado espía al hombre bueno,
con la intención de matarlo;
pero el Señor no dejará que caiga en sus manos,
ni dejará tampoco que lo declaren culpable.
Tú confía en el Señor, y obedécele,
pues él te enaltecerá y te dará el país como herencia.
¡Con tus ojos verás la destrucción de los malvados!
He visto al malvado, lleno de altanería,
extenderse como un árbol frondoso;
pero se fue, dejó de existir;
lo busqué, y no pude encontrarlo.
Fíjate en el hombre honrado y sin tacha:
el futuro de ese hombre es la paz.
Pero los rebeldes serán destruidos por completo;
el futuro de los malos será su destrucción.
La ayuda a los hombres buenos viene del Señor,
que es su refugio en tiempos difíciles.
El Señor los ayuda a escapar.
Los hace escapar de los malvados, y los salva,
porque en él buscaron protección.
(Mateo 6, 1).
La apariencia un espejismo que me anula
Así se inicia el evangelio del miércoles de ceniza con el que nos adentraremos en la Cuaresma. Jesús empieza señalando en sus palabras el primer mandamiento. Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua una de las definiciones de religión es: "virtud que mueve a dar a Dios el culto debido". La intención real de nuestro corazón será determinante para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas". (Deuteronomio 6, 5)
Poner en práctica la vida del evangelio no debe hacerse jamás para parecer mejores que los demás sino por amor a Dios, quien nos ha regalado una vida terrena y otra perdurable para siempre. El espíritu del mundo nos lleva continuamente a vivir de apariencias. Jesús desea que acojamos el amor del Padre manifestado en él y dejado en herencia por el don del Espíritu Santo. La sociedad nos impone que valemos según lo que tenemos, siendo los más idolatrados, los primeros, los que más sabemos, los más reconocidos. Cristo nos enseña que el único valor que nos hace dignos es que somos hijos amados de Dios. El Padre nos lo ha regalado gratuitamente todo, aún habiéndole rechazado por el pecado. No merecemos nada y Dios nos lo ha dado todo.
La humanidad vive para competir. Ser el mejor estudiante del mundo no sirve de nada si uno no es capaz de reconocer que le ha sido regalado, que antes de nacer era: nada. Esa actitud le empobrece y hace que todos sus conocimientos sean pura apariencia si no es sencillo, humilde y sabio como para saber que quizas hay millones de personas que se han esforzado mucho más en el mundo para llegar a niveles más inferiores de asimilación de conceptos. A ese excelente estudiante quizá el don natural que ha recibido de Dios es muy superior al de otros, pero perderá su valor si no lo ejerce con gratitud al servicio de los demás y para señalar que todo lo que hace es un regalo del Altísimo.
La verdad, ¿quien quieres que sea mi Señor? Constrúyeme
Jesús explicó con claridad que su de alimento era: "hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra". Por consiguiente el primer paso para crecer espiritualmente es tomar conciencia cada día de que necesitamos una gracia de conversión poderosa que nos haga auténticos discípulos de Jesús dispuestos a aceptar que los caminos del Señor no son nuestros caminos. Cada cosa que hagamos, por rutinaria que parezca, deberíamos realizarla sabiendo y conociendo que aquello que obramos es un don gratuito de Dios.
El pueblo de Israel se paseó cuarenta años por el desierto. O sea mucho tiempo. La Iglesia nos invita en cuaresma a reflexionar sobre nuestra pobreza y a mirar la gracia de Dios que nos asiste en toda circunstancia. Dios quiere convertir nuestra pobreza en amor. La sequedad en rios de agua viva. La desesperanza en confianza.
Los bienes en dones. Para eso sólo necesita de nuestro permiso a cada instante. Ser conscientes que sin Dios nada podemos es una gracia por la que tendríamos que orar siempre. Por tanto, el camino de nuestra conversión nos ocupará toda la vida.
Los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto deben ser toda nuestra vida. Nuestra tierra prometida es la vida eterna. A diferencia de los israelitas nosotros conocemos a Jesús, que nos ha rescatado del pecado y de la muerte. Eso tendría que cambiar radicalmente la actitud del corazón. Los israelitas se desesperaban por no saber donde eran conducidos. Cristo nos lo ha enseñado todo.
Toma mi mano, Señor
El caminar adecuado para nuestra cotidianidad como hijos de Dios es aplicar las enseñanzas del evangelio en todos los ámbitos de la vida. Escuchar a Dios en el silencio del corazón para a cada paso que tengamos que dar. Hacerlo todo en nombre de Jesús el Señor y para su gloria. Preguntar siempre como hacia Abraham: "¿Señor es aquí donde me quieres?". "¿Este es mi lugar?". Abraham levantaba altares donde Dios se le manifestaba. Nuestro altar debe ser toda nuestra vida.
En los momentos de aridez y oscuridad pidamos la gracia de Dios para saber esperar con sabiduría que Él nos muestre como y de que forma avanzar. Nunca desesperemos de esperar en el Señor. Su tiempo no es nuestro tiempo. Ofrécelo todo a Dios, lo que entiendas que Él te pide y lo que no comprendas. Si lo hacemos todo por el Señor, aún salpicados de pecados, Él hará que a su tiempo veamos los frutos perdurables y podamos comprender el por qué y para que de algunas cosas.
Si transformas tu vida en una cuaresma permanente de conversión verás como todo cambia a tu alrededor. No mires atrás. Tus ojos interiores mantenlos anclados en el corazón de Dios y el resto se te dará por añadidura. ¿En que consiste buscar el Reino y su Justicia? ¿No será quererlo hacer todo por amor a Dios y en el amor de Dios? Acepta que puedes equivocarte, que el Señor puede corregirte, pero que Dios está contigo para levantarte de tus caidas, sacarte de las oscuridades y para que tú le ayudes a hacer lo mismo con todos cuantos encuentres en tu camino: "Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas". (Mateo 7, 12)
Todos negaremos a Dios en diversos momentos de nuestra vida, como lo hizo Pedro con Jesús. Eso, no obstante, no es motivo de desánimo porque el Señor nunca dejará de ser fiel. Sustituyamos el nombre de Pedro por el nuestro y escuchemos como Cristo mismo nos habla al corazón en Lucas 22, 31-32: "-....., ....., mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes"
El capítulo 3 del libro de los Proverbios nos instruye sobre como alcanzar la sabiduría:
No olvides mis enseñanzas, hijo mío;
guarda en tu memoria mis mandamientos
y tendrás una vida larga
y llena de felicidad.
No abandones nunca el amor y la verdad;
llévalos contigo como un collar.
Grábatelos en la mente,
y tendrás el favor y el aprecio
de Dios y de los hombres.
Confía de todo corazón en el Señor
y no en tu propia inteligencia.
Ten presente al Señor en todo lo que hagas
y él te llevará por el camino recto.
No te creas demasiado sabio;
honra al Señor y apártate del mal:
¡ésa es la mejor medicina
para fortalecer tu cuerpo!
Honra al Señor con tus riquezas
y con los primeros frutos de tus cosechas;
así se llenarán a reventar
tus graneros y tus depósitos de vino.
No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor
ni te disgustes por sus reprensiones;
porque a quien el Señor ama, también le corrige,
como un padre corrige a su hijo favorito.
Dichoso el que halla sabiduría,
el que obtiene inteligencia;
porque son más provechosas que la plata
y rinden mayores beneficios que el oro.
La sabiduría vale más que las piedras preciosas;
¡ni aun las cosas más deseables se le pueden comparar!
Con la derecha ofrece larga vida,
y con la izquierda, riquezas y honores.
Seguir sus pasos es muy agradable;
andar por sus senderos es vivir en paz.
La sabiduría es vida para quien la obtiene;
¡dichosos los que saben retenerla!
Con sabiduría e inteligencia
afirmó el Señor los cielos y la tierra;
con sabiduría hizo que el mar se dividiera
y que de las nubes brotara el rocío.
Conserva siempre el buen juicio, hijo mío,
y no pierdas de vista la discreción,
pues serán para ti fuente de vida
y te adornarán como un collar.
Podrás andar confiado por el camino
y jamás tropezarás.
Cuando descanses, nada habrás de temer;
cuando te acuestes, dormirás tranquilo.
No temerás los peligros repentinos
ni la ruina que vendrá sobre los malvados,
porque el Señor te infundirá confianza
y evitará que caigas en alguna trampa.
Nunca niegues un favor a quien te lo pida,
cuando en tu mano esté el hacerlo.
No dejes para mañana
la ayuda que puedas dar hoy.
No hagas planes perversos
contra el que vive confiado en ti.
No busques pelea con nadie,
si nadie te ha hecho daño.
No envidies al desalmado
ni trates de imitar su conducta;
porque al Señor le repugnan los malvados,
pero a los buenos les brinda su confianza.
El Señor maldice la casa del malvado,
pero bendice el hogar del hombre justo.
El Señor se burla de los burlones,
pero trata con bondad a los humildes.
La honra es el premio de los sabios,
pero los necios se destacan por su deshonra.
Orar para dar gracias
Hay una historía que ilustra la actitud de vivir confiando en Dios Padre como un niño lo está en sus progenitores. Es un sencillo hecho que muestra una real y profunda limpieza de corazón de una niña:
Una madre solía orar por las noches con una hija pequeña, de unos seis años, al acostarla.
Una noche la madre le dijo:
- Hoy vamos a pedir a Dios un poco más para que sane a la tía Marta.
Oraron por la tía Marta, cada noche, durante un par de semanas. Después, la madre no dijo nada y dejaron de pedir.
A la tercera o cuarta noche sin hacerlo, la niña preguntó:
- Mamá, ¿por qué no oramos por la tía Marta?.
- Es que Diosito ya la puso buena – respondió la madre.
- Y si la puso buena – replicó la niña- ¿no deberíamos orar para darle las gracias?.
Amar sonriendo desde lo profundo del corazón
Una madre nos explica la receta para que brille el Amor de Dios en su familia:
"Mi primera lección es enseñarles a sonreír".
Y resumía así los consejos que ella da a sus hijos: sonríe, sonríe, hasta que notes que tu continua seriedad o tu severidad habitual hayan desaparecido. ..
Sonríe, hasta que logres que el calor de tu rostro alegre, caliente tu corazón que tiende a ser frío.
Recuerda que tu sonrisa tiene un trabajo que hacer: ganar amigos para ti, y almas para Dios. Puedes ser apóstol con sólo sonreír.
Sonríe a los rostros solitarios.
Sonríe a los rostros enfermos.
Sonríe a los rostros arrugados de los ancianos.
Sonríe a los rostros sucios de los pordioseros.
Deja que en tu familia todos gocen de la belleza y de la inspiración que provienen de tu rostro sonriente.
Cuenta, si tú quieres, el número de sonrisas que la tuya haya despertado en otros durante el día.
Ese número representa cuántas veces tú has fomentado la felicidad, la alegría, el ánimo y la confianza en otros corazones. La influencia de la sonrisa se extenderá hasta donde tú ni siquiera alcanzas a sospechar.
Tu sonrisa te abre muchas puertas, allana las dificultades y hasta puede obtenerte excepcionales favores.
Puede ser un comienzo de conversión a la Fe.
Puede ganarte un sin número de verdaderos amigos.
Y sonríe también a Dios: aceptando lo que él quiere que te suceda, porque ya sabes que todo redunda en bien de los que aman al Señor.
Sufrir con amor es delicioso, pero sonreír en el sufrimiento es el arte supremo del amor. Sonreír en el sufrimiento es cubrir con pétalos vistosos y perfumados las espinas de la vida, para que los demás sólo vean lo que agrada, y Dios, que ve en lo profundo, anote lo que nos va a recompensar.
La esmeralda encantada
Un cuento muy simple puede servirnos de parábola para iluminarnos las palabras de Jesús, reflejadas en el evangelio de Mateo, al principio de estas lineas, para el inicio de la Cuaresma:
Hace muchos, muchos años hubo una vez un niño que solía jugar debajo de un gran pino cercano a su casa. Después de cada lluvia, alrededor del árbol brotaban muchos hongos, alineados en forma de círculo, que servían de asiento a un grupo de pequeños gnomos, tan chiquitos como muñequitos pero capaces de hacer cosas maravillosas.
Al poco tiempo de conocerse, el muchacho y los gnomos ya eran grandes amigos.
Francisco que así se llamaba el niño, mantenía en secreto esa amistad, porque la gente no suele creer en los gnomos, pero se divertía mucho con ellos.
Pero llegó el invierno y el padre del muchacho decidió hacer leña ese pino. Francisco le rogó de todas formas que no cortara ese árbol, ya que era la morada de sus extraños amigos.
El padre aceptó su pedido a condición de que Francisco se ocupara de conseguir la leña para la casa durante todo el invierno. El chico pasó ese invierno trabajando muy duro, recorriendo la comarca juntando leña para cumplir la promesa que salvaría al pino, y el padre cumplió la suya, porque así son los padres.
Llegada la primavera los gnomos se enteraron del sacrificio realizado por Francisco para salvar su viejo árbol y decidieron recompensarlo regalándole una cadena de oro con una gran esmeralda. Esta piedra -le dijeron- tiene poderes mágicos que te darán toda la felicidad; mientras la lleves en el cuello seras amado, conseguirás para ti todo lo que quieras y llegaras a ser inmensamente rico. Para el resto de los hombres solo será una piedra, muy valiosa, pero sin esos poderes.
Muy pronto Francisco comprobó la verdad de esas palabras: tenía cuanto deseaba y todo lo que emprendía le salía bien sin ningún esfuerzo, aunque como no ambicionaba riquezas, poco uso le daba a su esmeralda encantada. Pero ese verano hubo una gran sequía y el hambre se apoderó de hombres y animales, porque se perdieron todas las cosechas.
Francisco intento, solucionar esos males con su piedra encantada, pero todo fue en vano, sus poderes solo actuaban para él, pero no para los demás. Podría salvarse del hambre y la miseria, pero nunca ayudar a sus semejantes. Rápidamente corrió hasta la ciudad más cercana, vendió la piedra por la cual le dieron una fortuna, y volvió a su comarca con una enorme carreta cargada de alimentos, ropas, y hasta grano para los animales.
Para que nadie se enterara de que había sido él quien trajera todo eso, lo fue dejando frente a las casas de noche sin que lo vieran. A la mañana siguiente, todos encontraron los grandes paquetes frente a sus puertas y fue como un día de reyes. Hubo alegría y alivio, aunque nadie sabía a quien darle las gracias.
Pero Francisco estaba preocupado, porque tendría que confesar a sus amigos los gnomos, que se había desprendido de la maravillosa piedra que le regalaran.Lo hizo con un poco de miedo, pensando que se enojarían. Pero los gnomos comprendieron que Francisco no necesitaba una piedra encantada para ser feliz, le bastaba con su propia bondad. Por eso le hicieron otro obsequio para que llevara en su cuello; esta vez le dieron un humilde pañuelo, ajustado con un pequeño anillo, echo con un hueso.
Ese pañuelo –tan parecido al qué usan los scouts- le recordaría siempre que de nada valen las riquezas ni la propia felicidad cuando no se las puede compartir, que lo que se consigue sin esfuerzo carece de verdadero valor y que el amor al prójimo es la mayor alegría que alguien puede gozar, porque no hay felicidad mas linda que dar felicidad.
Oremos con el Salmo 37 (36):
Confía en el Señor, y haz lo bueno;
vive en la tierra, y manténte fiel.
Ama al Señor con ternura,
y él cumplirá tus deseos más profundos.
Pon tu vida en las manos del Señor;
confía en él, y él vendrá en tu ayuda.
Hará brillar tu rectitud y tu justicia
como brilla el sol de mediodía.
Guarda silencio ante el Señor;
espera con paciencia a que él te ayude.
No te irrites a causa del que triunfa en la vida,
del que hace planes malvados.
El Señor dirige los pasos del hombre
y le pone en el camino que a él le agrada;
aun cuando caiga, no quedará caído,
porque el Señor le tiene de la mano.
Yo fui joven, y ya soy viejo,
pero nunca vi desamparado al hombre bueno
ni jamás vi a sus hijos pedir limosna.
A todas horas siente compasión, y da prestado;
sus hijos son una bendición.
Aléjate de la maldad y haz lo bueno,
y tendrás siempre un lugar donde vivir.
Pues el Señor ama la justicia
y no abandona a quienes le son fieles,
pero destruye a los malvados
y los deja sin descendencia.
Los hombres buenos heredarán la tierra
y vivirán en ella para siempre.
El hombre bueno habla con sabiduría;
el hombre bueno habla con justicia.
Lleva en el corazón la enseñanza de su Dios;
¡jamás resbalarán sus pies!
El malvado espía al hombre bueno,
con la intención de matarlo;
pero el Señor no dejará que caiga en sus manos,
ni dejará tampoco que lo declaren culpable.
Tú confía en el Señor, y obedécele,
pues él te enaltecerá y te dará el país como herencia.
¡Con tus ojos verás la destrucción de los malvados!
He visto al malvado, lleno de altanería,
extenderse como un árbol frondoso;
pero se fue, dejó de existir;
lo busqué, y no pude encontrarlo.
Fíjate en el hombre honrado y sin tacha:
el futuro de ese hombre es la paz.
Pero los rebeldes serán destruidos por completo;
el futuro de los malos será su destrucción.
La ayuda a los hombres buenos viene del Señor,
que es su refugio en tiempos difíciles.
El Señor los ayuda a escapar.
Los hace escapar de los malvados, y los salva,
porque en él buscaron protección.
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sábado, 9 de febrero de 2008
La Santa Sede pide dar voz a los pobres en las decisiones económicas / Autora: Roberta Sciamplicotti
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El observador permanente Migliore intervino ante la ONU
NUEVA YORK, lunes, 11 febrero 2008 (ZENIT.org).- La Santa Sede pide una mayor participación de los pobres en los procesos de decisión en el campo económico y recuerda que el valor de una sociedad depende del trato y la atención que reserva a sus miembros más débiles.
Es este el mensaje expresado el pasado 7 de febrero en Nueva York por el arzobispo Celestino Migliore, nuncio apostólico y observador permanente ante Naciones Unidas, al intervenir en la 46 sesión de la Comisión para el Desarrollo Social.
La Santa Sede, dijo el arzobispo, subraya que las necesidades de los que tienen menos recursos deben ser prioritarias en las decisiones de los líderes del sector financiero y que «corresponde al forum internacional ofrecer una tribuna a los pobres porque muy a menudo no tienen voz en la búsqueda de soluciones a problemas que les afectan incluso muy de cerca».
La propuesta del observador permanente es la de crear «un ambiente y estructuras que permitan a la gente ser parte activa en el proceso de toma de decisiones».
Si la globalización ha abierto las puertas a la prosperidad económica para mucha gente, denunció, «sus inconvenientes siguen afectando de modo desproporcionado a los miembros débiles de nuestra sociedad».
Por esto, «la respuesta de los gobiernos a estos desafíos debe guiarse por el principio moral por el que una buena sociedad se mide por lo que hacen quienes tienen responsabilidad ante las necesidades de los miembros más débiles, sobre todo de los más necesitados».
Una sociedad válida es «aquella en la que todos se benefician del bien común y ninguno es dejado fuera de las preocupaciones generales» y «las políticas económicas que ayudan a los trabajadores de baja renta a vivir dignamente deberían ser una prioridad de toda sociedad que quiera merecer el adjetivo ‘buena'».
Para la buena marcha del aparato social, añadió el arzobispo, es prioritaria la promoción del pleno empleo y del trabajo digno para todos.
La delegación vaticana, explicó, subraya en especial dos aspectos de la cuestión laboral: el hecho de que «la falta de pleno empleo y de trabajo digno, y la pobreza y la disgregación social consiguientes ofenden la dignidad humana» y que «se puede ganar la confianza de la gente sólo si se la escucha y se tienen en cuenta concretamente sus necesidades».
«Los cada vez más rápidos ciclos periódicos de crecimiento y de creación de trabajo por un lado y de recesión y pérdida del trabajo por otro, perturban las relaciones y los mecanismos financieros y comerciales», observó.
«El mundo se pregunta conteniendo la respiración a dónde nos llevarán las actuales desventuras financieras, provocadas por la crisis en el sector del patrimonio real en algunas de las economías más desarrolladas».
En un contexto económico de este tipo, la Comisión para el Desarrollo Social de la ONU «tiene el reto de subrayar la necesidad de métodos eficaces para defender a las familias de baja renta y a los trabajadores del colapso financiero».
Asistirles, constató el arzobispo Migliore, «es una cuestión de justicia y de solidaridad, pero también una medida financieramente justa para estimular las economías nacionales y el comercio internacional».
Para ser eficaz, la asistencia en cuestión exige que las medidas tomadas por las economías más fuertes no lleguen a exacerbar la situación de las que están en vías de desarrollo. Dado que este riesgo parece efectivo en la economía sumamente interdependiente de hoy, la comunidad internacional debe vigilar para prevenir tales eventualidades.
La delegación vaticana subrayó por último que la persistencia de la pobreza, el desempleo y la disgregación social es una consecuencia de la desconfianza y de la ausencia de relaciones justas entre las diversas componentes de los mecanismos económicos y sociales.
«La falta de confianza recíproca entre las partes significa también falta de confianza en el futuro que, a su vez, significa la ausencia de seguridad laboral».
Las personas, y sobre todo los jóvenes en busca del primer empleo, «descubren significado y confianza en el futuro cuando encuentran un trabajo de larga duración con la oportunidad de una merecida promoción».
Por esto, observó el arzobispo, es más urgente que nunca responder a las necesidades «de quienes buscan un empleo decente y oportunidades para salir de la pobreza y evitar la marginación, la explotación y la disgregación social».
«Cuantos buscan mejorar la propia vida nos piden actuar --concluyó el prelado--. Mi delegación espera que nuestras palabras aquí se conviertan pronto en acciones».
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Traducido del italiano por Nieves San Martín
El observador permanente Migliore intervino ante la ONU
NUEVA YORK, lunes, 11 febrero 2008 (ZENIT.org).- La Santa Sede pide una mayor participación de los pobres en los procesos de decisión en el campo económico y recuerda que el valor de una sociedad depende del trato y la atención que reserva a sus miembros más débiles.
Es este el mensaje expresado el pasado 7 de febrero en Nueva York por el arzobispo Celestino Migliore, nuncio apostólico y observador permanente ante Naciones Unidas, al intervenir en la 46 sesión de la Comisión para el Desarrollo Social.
La Santa Sede, dijo el arzobispo, subraya que las necesidades de los que tienen menos recursos deben ser prioritarias en las decisiones de los líderes del sector financiero y que «corresponde al forum internacional ofrecer una tribuna a los pobres porque muy a menudo no tienen voz en la búsqueda de soluciones a problemas que les afectan incluso muy de cerca».
La propuesta del observador permanente es la de crear «un ambiente y estructuras que permitan a la gente ser parte activa en el proceso de toma de decisiones».
Si la globalización ha abierto las puertas a la prosperidad económica para mucha gente, denunció, «sus inconvenientes siguen afectando de modo desproporcionado a los miembros débiles de nuestra sociedad».
Por esto, «la respuesta de los gobiernos a estos desafíos debe guiarse por el principio moral por el que una buena sociedad se mide por lo que hacen quienes tienen responsabilidad ante las necesidades de los miembros más débiles, sobre todo de los más necesitados».
Una sociedad válida es «aquella en la que todos se benefician del bien común y ninguno es dejado fuera de las preocupaciones generales» y «las políticas económicas que ayudan a los trabajadores de baja renta a vivir dignamente deberían ser una prioridad de toda sociedad que quiera merecer el adjetivo ‘buena'».
Para la buena marcha del aparato social, añadió el arzobispo, es prioritaria la promoción del pleno empleo y del trabajo digno para todos.
La delegación vaticana, explicó, subraya en especial dos aspectos de la cuestión laboral: el hecho de que «la falta de pleno empleo y de trabajo digno, y la pobreza y la disgregación social consiguientes ofenden la dignidad humana» y que «se puede ganar la confianza de la gente sólo si se la escucha y se tienen en cuenta concretamente sus necesidades».
«Los cada vez más rápidos ciclos periódicos de crecimiento y de creación de trabajo por un lado y de recesión y pérdida del trabajo por otro, perturban las relaciones y los mecanismos financieros y comerciales», observó.
«El mundo se pregunta conteniendo la respiración a dónde nos llevarán las actuales desventuras financieras, provocadas por la crisis en el sector del patrimonio real en algunas de las economías más desarrolladas».
En un contexto económico de este tipo, la Comisión para el Desarrollo Social de la ONU «tiene el reto de subrayar la necesidad de métodos eficaces para defender a las familias de baja renta y a los trabajadores del colapso financiero».
Asistirles, constató el arzobispo Migliore, «es una cuestión de justicia y de solidaridad, pero también una medida financieramente justa para estimular las economías nacionales y el comercio internacional».
Para ser eficaz, la asistencia en cuestión exige que las medidas tomadas por las economías más fuertes no lleguen a exacerbar la situación de las que están en vías de desarrollo. Dado que este riesgo parece efectivo en la economía sumamente interdependiente de hoy, la comunidad internacional debe vigilar para prevenir tales eventualidades.
La delegación vaticana subrayó por último que la persistencia de la pobreza, el desempleo y la disgregación social es una consecuencia de la desconfianza y de la ausencia de relaciones justas entre las diversas componentes de los mecanismos económicos y sociales.
«La falta de confianza recíproca entre las partes significa también falta de confianza en el futuro que, a su vez, significa la ausencia de seguridad laboral».
Las personas, y sobre todo los jóvenes en busca del primer empleo, «descubren significado y confianza en el futuro cuando encuentran un trabajo de larga duración con la oportunidad de una merecida promoción».
Por esto, observó el arzobispo, es más urgente que nunca responder a las necesidades «de quienes buscan un empleo decente y oportunidades para salir de la pobreza y evitar la marginación, la explotación y la disgregación social».
«Cuantos buscan mejorar la propia vida nos piden actuar --concluyó el prelado--. Mi delegación espera que nuestras palabras aquí se conviertan pronto en acciones».
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Traducido del italiano por Nieves San Martín
jueves, 7 de febrero de 2008
El zapatero en el fin del mundo / Autora: Hna. Lelia Inés Bulacio
El mes pasado viajamos a Malí. Sin duda, es imposible determinar qué lugar preciso de la tierra constituye "el fin del mundo", pero sí estoy segura de que el sitio hacia el que nos encaminábamos las cuatro hermanas, guiadas por un lugareño, era uno de esos lugares. Hacía tiempo que habíamos dejado nuestro vehículo bajo un árbol de la planicie maliana y bajábamos la quebrada hasta su base a pie, entre piedras, en busca de un pequeño poblado de cultura dogon.
A una de las hermanas se le despegó la suela de las zapatillas, hasta que le fue imposible seguir y también volver atrás. Intentamos atarlas pero no resultó y llegamos a la conclusión de que "había que tirarlas".
Pero aquí, en el "fin del mundo" todo tiene solución, la que nace del corazón y de la imaginación de quien vive con lo indispensable. El guía se desprendió con naturalidad de sus sandalias y propuso continuar descalzo mientras la Hermana se calzaba con las suyas. Y así se hizo, mezclándose el desconcierto, la gratitud, la sorpresa y el honor de permitirnos meternos en sus zapatos. Según el guía, al llegar a la aldea un zapatero arreglaría la zapatilla. Confieso que nos mostramos algo incrédulas ya que teníamos la impresión de alejarnos cada vez más de lo que para nosotras era el centro de la seguridad y el desarrollo. Llegamos a la aldea, que se nos antojó maravillosa. Era un vergel al pie de una muralla de piedra en el más total aislamiento. Había casas y graneros, una escuelita de piedra, un pozo y rodeándolo todo, una huerta con tomates, lechugas y berenjenas que ni el más caro de nuestros supermercados podría vender.
El enfermero que nos dio la bienvenida se desprendió de sus chancletas y se las pasó a nuestro guía para que pudiera montar las laderas del pueblito y mostrárnoslo. También llamó a un viejo que llegó con una bolsa de cuero, que nos fue presentado como el "zapatero del pueblo". Sin decir nada, tomó las zapatillas, las miró y desapareció no sabemos donde. Otra vez la incredulidad asomó en nosotras como una tentación que fuimos capaces de resistir, bien porque no nos quedaba otra, bien porque ya conocemos África y su increíble capacidad de hacer funcionar lo infuncionable y de recuperar lo irrecuperable hasta hacerlo durar más allá de todas las expectativas de cualquier fabricante.
Al regreso del paseo se personó el zapatero con las zapatillas arregladas. Se las había ingeniado para coserlas y, muy discretamente, las estudiamos incrédulas abandonándonos a la evidencia de que durarían no sólo para el regreso, sino mucho más tiempo.
En nuestra cultura occidental todo se ha vuelto desechable. Sin embargo aquí, esas zapatillas que estábamos resueltas a tirar y a cambiar, y que seguramente costarían lo que una familia africana gasta en comida durante un mes, volvían a ser útiles. Ellas nos permitieron recuperar el verdadero valor de las cosas, de los oficios perdidos, de la capacidad de vivir fuera del consumo indiscriminado, nos permitieron volver a creer en la capacidad de la gente para salir adelante juntos, compartiendo y no gastando.
----------------------------------------
Fuente: Mundo Negro
A una de las hermanas se le despegó la suela de las zapatillas, hasta que le fue imposible seguir y también volver atrás. Intentamos atarlas pero no resultó y llegamos a la conclusión de que "había que tirarlas".
Pero aquí, en el "fin del mundo" todo tiene solución, la que nace del corazón y de la imaginación de quien vive con lo indispensable. El guía se desprendió con naturalidad de sus sandalias y propuso continuar descalzo mientras la Hermana se calzaba con las suyas. Y así se hizo, mezclándose el desconcierto, la gratitud, la sorpresa y el honor de permitirnos meternos en sus zapatos. Según el guía, al llegar a la aldea un zapatero arreglaría la zapatilla. Confieso que nos mostramos algo incrédulas ya que teníamos la impresión de alejarnos cada vez más de lo que para nosotras era el centro de la seguridad y el desarrollo. Llegamos a la aldea, que se nos antojó maravillosa. Era un vergel al pie de una muralla de piedra en el más total aislamiento. Había casas y graneros, una escuelita de piedra, un pozo y rodeándolo todo, una huerta con tomates, lechugas y berenjenas que ni el más caro de nuestros supermercados podría vender.
El enfermero que nos dio la bienvenida se desprendió de sus chancletas y se las pasó a nuestro guía para que pudiera montar las laderas del pueblito y mostrárnoslo. También llamó a un viejo que llegó con una bolsa de cuero, que nos fue presentado como el "zapatero del pueblo". Sin decir nada, tomó las zapatillas, las miró y desapareció no sabemos donde. Otra vez la incredulidad asomó en nosotras como una tentación que fuimos capaces de resistir, bien porque no nos quedaba otra, bien porque ya conocemos África y su increíble capacidad de hacer funcionar lo infuncionable y de recuperar lo irrecuperable hasta hacerlo durar más allá de todas las expectativas de cualquier fabricante.
Al regreso del paseo se personó el zapatero con las zapatillas arregladas. Se las había ingeniado para coserlas y, muy discretamente, las estudiamos incrédulas abandonándonos a la evidencia de que durarían no sólo para el regreso, sino mucho más tiempo.
En nuestra cultura occidental todo se ha vuelto desechable. Sin embargo aquí, esas zapatillas que estábamos resueltas a tirar y a cambiar, y que seguramente costarían lo que una familia africana gasta en comida durante un mes, volvían a ser útiles. Ellas nos permitieron recuperar el verdadero valor de las cosas, de los oficios perdidos, de la capacidad de vivir fuera del consumo indiscriminado, nos permitieron volver a creer en la capacidad de la gente para salir adelante juntos, compartiendo y no gastando.
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Fuente: Mundo Negro
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